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Las nuevas formas de socialismo en el siglo XXI
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“Las nuevas formas de socialismo en el siglo XXI” (新时代,新自觉——如何在当下重新思考社会主义) fue publicado originalmente en la edición N°3 de Wenhua Zongheng (文化纵横), en junio de 2023.
Después de tres décadas de expansión desde el final de la Guerra Fría, el capitalismo liberal se encuentra actualmente en medio de una crisis. El mundo está inmerso en una nebulosa de incertidumbre debido a los considerables desafíos que plantean la recesión económica, los conflictos geopolíticos, las fracturas sociales y las nuevas tecnologías disruptivas. En este contexto histórico crucial, es imperativo revitalizar el socialismo y continuar desarrollando teorías socialistas adaptadas a las nuevas condiciones del siglo XXI, abriendo camino hacia un futuro renovado para la humanidad.
La humanidad ha recorrido un extenso trayecto desde mediados del siglo XIX, cuando Marx y Engels llevaron a cabo la transformación fundamental del socialismo. De utopía pasó a convertirse en una ciencia, como lo sintetizaron de manera célebre en El Manifiesto Comunista. A lo largo de los últimos 175 años, generación tras generación de socialistas ha seguido los pasos de Marx y Engels. Se han dedicado de forma incansable a elevar el socialismo de un mero concepto ideológico a una lucha de clases, manifestada en organizaciones políticas, revoluciones sociales, gobiernos y diversas formas de civilización. El desarrollo histórico del socialismo puede ser categorizado en tres formas principales.
El socialismo clásico en los centros del capitalismo europeo
El surgimiento del movimiento socialista tuvo su origen en Europa, y no fue coincidencia que su transición de utopía a ciencia se llevara a cabo en esta región. Europa se benefició significativamente del desarrollo del capitalismo, consolidándose como la región más avanzada del mundo. Los países europeos lideraron este proceso, porque al ser pioneros en la Revolución Industrial, generaron una nueva y potente fuerza productiva.
A nivel interno, emergió una nueva clase dominante: la burguesía. Mediante diversas formas de revolución burguesa, esta clase tomó sucesivamente el control en varios países europeos, dando origen a estructuras sociales, políticas, de mercado y culturales, que incluyeron la formación del Estado-nación moderno. Los avances y transformaciones de la modernización capitalista temprana, finalmente marcaron el fin de la era medieval en Europa, que hasta entonces había sido un período algo oscuro.
Externamente, los países europeos que lideraron la modernización, marcaron el preludio de la posterior globalización secular centrada en Europa. Lo hicieron a través de la expansión colonial continua y de medios globales como guerras militares, la propagación religiosa y la agresión cultural. Es importante destacar que, durante este periodo, tanto el desarrollo interno como el desarrollo externo del capitalismo europeo estuvieron intrínsecamente entrelazados, condicionándose mutuamente. El desarrollo interno de la política, la economía, la cultura y la sociedad impulsó y dirigió la expansión externa, y, a su vez, la expansión externa apoyó y reforzó en gran medida el desarrollo interno.
Sin embargo, tras los deslumbrantes logros del capitalismo europeo, una nueva ideología socialista estaba gestándose silenciosamente y abriéndose camino. El desarrollo económico y político del capitalismo europeo creó las condiciones sociales para la aparición del marxismo. Por una parte, el crecimiento de la clase obrera y el auge del movimiento obrero en defensa de sus propios intereses, proporcionaron la base de clase, y por otra, el florecimiento de las ciencias sociales, la filosofía y la economía ofrecieron el entorno intelectual necesario. La conjunción de estos elementos culminó con la publicación del Manifiesto Comunista y el nacimiento del socialismo científico.
Los precursores del socialismo científico, como Marx, Engels y sus contemporáneos, no escatimaron reconocimientos ni elogios por los logros del desarrollo capitalista. Sin embargo, lo que los distinguía de la mayoría de sus coetáneos era su implacable crítica al capitalismo europeo y su firme convicción que el aparentemente próspero sistema capitalista estaba destinado a sucumbir ante su propio canto del cisne. Estos visionarios socialistas señalaron audazmente que, a pesar del desarrollo de las fuerzas productivas y la riqueza material asociada al capitalismo, así como los avances en política, sociedad y cultura, el sistema albergaba profundas contradicciones y deficiencias inherentes que el capitalismo podía aliviar, pero no eliminar. Por ende, el capitalismo no podía ser considerado como la forma definitiva de desarrollo social humano. Surgió en la historia y sería negado por la historia.
Durante este período, los socialistas creían que la capacidad de generar cambios y superar el capitalismo residía en la clase obrera y otras fuerzas sociales que enfrentaban la opresión. Desde su perspectiva, la clase obrera tenía un interés vital de llevar a cabo una revolución para desmantelar el antiguo orden y el sistema capitalista en decadencia, en lugar de someterse a una explotación y opresión continuas por parte de la burguesía. A través de luchas políticas y revoluciones sociales, las clases oprimidas derrocarían a la burguesía, se convertirían en la clase dominante y construirían un sistema más racional y humano en lugar del capitalismo. El paradigma ideal era el socialismo, que con el tiempo evolucionaría hacia una forma más avanzada de desarrollo: el comunismo. Aunque no podían delinearse los detalles precisos de esta futura sociedad ideal, estos pensadores sostenían que inevitablemente la clase obrera y sus partidos políticos progresarían hacia ella.
Y, lo que es aún más crucial, en el proceso de criticar el capitalismo y abogar por el socialismo, esta generación de pensadores socialistas condensó las leyes generales del desarrollo social humano y formuló una visión del mundo y una metodología cuyo núcleo era el materialismo histórico. Esto ha permitido a las generaciones posteriores desarrollar una comprensión más precisa del mundo y del movimiento de la historia humana.
La forma clásica de pensamiento socialista que se gestó en Europa durante este periodo estaba compuesta por tres elementos clave:
1. El socialismo emerge exclusivamente en aquellas sociedades donde el capitalismo ha alcanzado un desarrollo más avanzado. Las fuerzas productivas, las formas políticas y los recursos ideológicos necesarios para erigir el socialismo se generan dentro de las estructuras avanzadas del capitalismo.
2. El capitalismo, tarde o temprano, será inevitablemente superado y trascendido. Por prolongado que sea su dominio, el capitalismo eventualmente se convertirá en un capítulo transitorio en la historia de la humanidad. A pesar de que pueda introducir mejoras internas conforme evolucionan las circunstancias, no logrará la eternidad debido a sus inherentes contradicciones. Una vez cumplida su misión histórica, el capitalismo no podrá evitar ser relegado al pasado.
3. El final del capitalismo marca el comienzo del socialismo. Este último se edificará sobre las fuerzas productivas, la riqueza material, el desarrollo intelectual y la modernización ya creados por la humanidad. Es precisamente sobre esta base, acumulada bajo el sistema capitalista, que el socialismo busca resolver las tensiones y conflictos entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, superar las limitaciones de la propiedad privada de los medios de producción y abordar todas las contradicciones que emanan de este orden. Si bien es cierto que el socialismo es una crítica y una negación del capitalismo, más allá de esto aspira a alcanzar una nueva trascendencia y sublimación. Cuanto más se desarrolla el capitalismo, más prepara las condiciones materiales y de otro tipo para el socialismo. Del mismo modo, a medida que las fuerzas productivas del capitalismo se hacen más avanzadas, las relaciones de producción se hacen más complejas y la gobernanza estatal se hace más sofisticada, también se vuelve más desafiante lograr una mayor productividad, desarrollar fuerzas productivas más avanzadas, garantizar una auténtica equidad y construir una sociedad armoniosa. En otras palabras, la necesidad de construir una nueva sociedad socialista crece en paralelo al avance del capitalismo. La humanidad es capaz de construir esta sociedad mejor.
Los clásicos socialistas ofrecen una narrativa poderosa y llena de vitalidad. Iluminan el camino que la humanidad debe recorrer a través del laberinto del capitalismo e inspirando a las personas a comprometerse en la lucha histórica hacia el socialismo.
Formas transformadoras del socialismo en las colonias y semicolonias
A lo largo del siglo XX, el desarrollo del socialismo tomó un curso notablemente diferente a las expectativas del socialismo clásico. En lugar de seguir una progresión lineal, experimentó fluctuaciones, incluyendo la reversión de revoluciones exitosas y desarrollos socialistas en la Unión Soviética y Europa del Este.
El socialismo no surgió, como se esperaba, en los países capitalistas desarrollados de Europa. En cambio, nuevas áreas de crecimiento emergieron más allá de la visión de los escritores marxistas clásicos. El socialismo surgió fuera del ámbito del capitalismo global, en regiones económicamente subdesarrolladas, y no en los países con las fuerzas productivas más avanzadas. Se desarrolló en naciones no occidentales, y no fue a través de las luchas de clases urbanas tradicionales, sino de los movimientos de liberación nacional en colonias y semicolonias sometidas al imperialismo. Se redefinieron fundamentalmente el significado y la lógica esencial del socialismo. Los notables avances del socialismo en Rusia, China y otros lugares trascendieron el marxismo clásico, generando una forma distintiva de socialismo transformador.
Desde la perspectiva del pensamiento socialista, una característica esencial del capitalismo radica en su expansión global. La invasión y el saqueo de extensas regiones no occidentales resultan imperativos para sostener la prosperidad y el bienestar de los centros capitalistas en Europa. El desarrollo de las naciones ricas se erige sobre el subdesarrollo de las naciones empobrecidas. Así, el capitalismo no solo genera desigualdades internas, sino también externas. Aunque los escritores marxistas clásicos reconocieron el impacto destructivo de la expansión colonial capitalista en el vasto mundo no occidental, diversas condiciones históricas objetivas limitaron el desarrollo de una comprensión sistemática y detallada de este fenómeno.
Fue en la época de Lenin y de otros teóricos marxistas posteriores cuando las luchas de liberación nacional de las colonias y semicolonias contra la agresión capitalista e imperialista recibieron una mayor atención. Reflejando este mayor énfasis, la clásica consigna “¡obreros del mundo, únanse!” se amplió a “¡obreros del mundo y pueblos oprimidos, únanse!”. Aunque en aquel momento la teoría y la práctica socialistas seguían enfocadas en los países capitalistas centrales, la influencia del movimiento socialista europeo en las vastas colonias y semicolonias continuó creciendo. Las críticas socialistas al capitalismo, el ideal y la búsqueda de una sociedad futura mejor, así como el valor y la determinación de la clase obrera y sus partidos para derrocar al viejo mundo, fueron fuentes significativas de inspiración en el mundo colonizado.
El socialismo demostró que era posible para los oprimidos tomar nuevas decisiones y construir nuevas sociedades, convirtiéndose en un recurso intelectual fundamental para estos países en su resistencia contra la agresión y la conquista capitalistas.
En las colonias y semicolonias, se gestó una nueva forma transformadora de socialismo. El desarrollo del socialismo en China ejemplifica numerosos cambios significativos entre las formas clásica y transformadora. Esta innovadora modalidad emergió de la intersección e integración entre la lógica del desarrollo socialista y la lógica propia del progreso en China.
China había permanecido aislada en Oriente durante milenios. La apertura del país fue forzada mediante la guerra de potencias occidentales superiores en términos económicos, militares, tecnológicos y de gobernanza. Este conflicto no solo representó una expedición occidental contra una antigua nación oriental, sino también un impacto destructivo del sistema capitalista emergente contra un orden feudal decadente. La humillación de China, el sufrimiento de su población y el desprestigio de la civilización china impulsaron la resistencia nacional. Aquellos que buscaban la liberación y el renacimiento nacional anhelaban con urgencia nuevas fuentes de inspiración intelectual. Ante el estancamiento intelectual interno, muchos intelectuales chinos volvieron sus ojos hacia el exterior, especialmente hacia los países occidentales altamente desarrollados. En China, se introdujeron diversas ideas occidentales, entre ellas el socialismo y el marxismo. Sin embargo, el socialismo resonó de manera particular entre el pueblo chino.
El encuentro y la integración del socialismo en China fueron resultado de condiciones políticas, temporales y espaciales específicas. Concretamente, tres factores llevaron al pueblo chino a abrazar el socialismo.
1. Las regiones periféricas del mundo, incluida China, se resistían intrínsecamente a la agresión de los países capitalistas occidentales. Como una civilización antigua con una historia rica y propia, China rechazaba la noción de que necesitaba ser descubierta, iluminada o civilizada por las potencias occidentales. Después de sufrir invasiones y saqueos por parte de los países capitalistas occidentales en los siglos XIX y XX, China se inclinó más hacia el socialismo.
2. El socialismo se asociaba con los intereses de los oprimidos, específicamente la clase obrera de los países capitalistas que resistía la dominación burguesa, así como las colonias y semicolonias que se oponían a ser conquistadas por los países capitalistas. Al ser una nación oprimida, el pueblo chino se inclinaba naturalmente a identificarse con otros pueblos oprimidos, lo que lo llevó a sentir atracción por el socialismo.
3. El socialismo evidenciaba los pecados inherentes y la decadencia del capitalismo. A medida que el pueblo chino profundizaba en su comprensión del capitalismo occidental, se volvía cada vez más evidente el lado oscuro oculto tras su fachada glamorosa. Ésta incluía los males de la trata de esclavos, la competencia mundial por las colonias, la difícil situación de los grupos empobrecidos dentro de los países capitalistas y, especialmente, la sangrienta matanza entre los países imperialistas durante la Primera Guerra Mundial. El socialismo representaba la posibilidad de construir una sociedad ideal.
No obstante, en muchas colonias y semicolonias de todo el mundo, más allá de China, las ideas socialistas fueron conocidas pero no integradas de manera similar. Entonces, ¿cómo se explica que el socialismo arraigara en China? La entrada del socialismo en China y la elección de esta ideología por parte del pueblo chino no hicieron más que demostrar la potencialidad del movimiento histórico. Sin duda, para que este potencial se transformara en realidad y arrojara resultados fructíferos, se necesitaron otras condiciones cruciales. Estas condiciones incluían la presencia de una organización de vanguardia ejemplar, una generación de jóvenes dispuestos a sacrificarlo todo, intelectuales empáticos con las masas trabajadoras y líderes que poseían un profundo conocimiento tanto de las condiciones nacionales de China como de la esencia del marxismo. En el siglo XX, todas estas condiciones se cumplieron en China. Por lo tanto, el socialismo pudo enraizar y florecer en suelo chino.
La introducción del socialismo en China cambió la naturaleza de la transformación social en el país. En el esquema del capitalismo mundial, China estaba situada en la periferia, subordinada al núcleo capitalista y sometida a la dominación extranjera. El desarrollo de China y la superación de su estatus semifeudal y semicolonial no eran relevantes para los países capitalistas centrales. Por eso, intentaron definir cualquier transformación social dentro de China y asegurarse de que fuera llevada a cabo por agentes políticos que la dirigieran hacia la homogeneización capitalista y los intereses del núcleo. Este proyecto llegó a su fin con la llegada del socialismo a China, cuando surgió una visión diferente de la transformación social. El Partido Comunista de China (PCCh) reemplazó a los partidos políticos burgueses del país y se convirtió en el líder de la transformación social del país. En este proceso, la clase obrera, junto con el campesinado y otras clases, derrocó a la burguesía y se convirtió en la fuerza motriz de la transformación social de China. El proyecto de transformación social fue rediseñado radicalmente y ahora buscaba los siguientes objetivos: oposición a la agresión, opresión y explotación del capitalismo extranjero en China; oposición al respaldo del capitalismo extranjero a las fuerzas reaccionarias del país; fin del dominio del feudalismo, el capitalismo burocrático y el imperialismo en China; y logro de la liberación e independencia nacionales. El socialismo presentó una visión revolucionaria para China que anulaba por completo el contenido y los métodos propuestos por la burguesía.
La visión socialista de la transformación social también influyó en la forma en que China abordó la construcción de un Estado moderno. Después de la fundación de la República Popular China en 1949, el nuevo Estado no optó por seguir una vía de desarrollo capitalista, sino que persiguió una transición directa hacia el socialismo. En consecuencia, todo el proceso de construcción del Estado siguió este principio, dando forma a la creación de los sistemas políticos, económicos y sociales fundamentales de China. Además, el Estado y sus instituciones se diseñaron teniendo en cuenta las condiciones específicas de China y con el objetivo de asegurar que el pueblo chino fuera el dueño del país. Entre sus características principales se encontraban el liderazgo del PCCh, el sistema de congresos populares que abarcaba desde el nivel local y de aldea hasta el nivel nacional, el sistema de cooperación multipartidista y consulta política, el sistema de autonomía regional étnica y el sistema de gobernanza participativa a nivel comunitario. De este modo, China pudo construir un Estado moderno y lograr la estabilidad política a largo plazo.
Por último, el socialismo reajustó el enfoque chino de la modernización. A medida que la humanidad transitó de sociedades agrícolas a industriales, los países europeos lideraron el proceso inicial de modernización gracias a la ventaja de la revolución industrial. Durante su expansión, impusieron formas incompletas y subordinadas de modernización capitalista a muchos países en desarrollo, incluida China. Este proceso no fue fluido. Se caracterizó por retrocesos, estancamientos y fracasos. Tras la revolución, la República Popular China siguió una vía soberana y no capitalista hacia la modernización. El Partido Comunista de China movilizó y organizó eficazmente a cientos de millones de chinos para promover enérgicamente la industrialización del país, esforzándose por crear los cimientos materiales del socialismo. Este proceso tuvo lugar en un entorno internacional hostil y experimentó una serie de giros durante las primeras décadas tras la revolución. A finales de los años setenta, se abrió un nuevo camino para la modernización de China: la economía socialista de mercado, la participación activa en la economía mundial y la búsqueda de la prosperidad común. Tras el inicio de la reforma y la apertura, China logró un milagro de rápido desarrollo económico a largo plazo, dando grandes pasos en la industrialización, urbanización, avance tecnológico, desarrollo de la economía de mercado y búsqueda de intercambios internacionales. Estos esfuerzos han situado a China en la vanguardia de la modernización mundial.
Los párrafos anteriores proporcionan un resumen general de cómo han surgido nuevas formas de socialismo y desarrollo socialista, haciendo especial referencia al caso de China. La aparición de una forma transformadora de socialismo en China no constituye un proceso común en el desarrollo socialista, aunque pueda tener implicaciones significativas para otros países. En cambio, el surgimiento y expansión de esta nueva modalidad ilustra de manera vívida la diversidad inherente al desarrollo del socialismo.
Construyendo un nuevo modelo de socialismo que pueda superar al capitalismo a través del desarrollo personal
En la segunda mitad del siglo XIX, el socialismo se originó en Europa, adoptando una forma inicial anclada en el desarrollo avanzado del capitalismo. Esta forma original persiste y evoluciona gradualmente. Se manifiesta principalmente en críticas ideológicas y culturales al capitalismo, así como en movimientos sociales y políticos que buscan defender los intereses de las clases oprimidas. Sin embargo, esta variante de socialismo aún enfrenta un camino considerable antes de consolidarse como una fuerza dominante capaz de reemplazar al capitalismo. Este desafío se atribuye, entre otras razones, a las divisiones y variaciones internas en el propio movimiento socialista, así como a la resistencia y adaptabilidad extraordinarias del capitalismo. Fundamentalmente, el socialismo no ha florecido en los países capitalistas desarrollados como lo ha hecho en los países en desarrollo, principalmente debido a la falta de partidos de vanguardia en los primeros, lo que ha permitido que el capitalismo opere con normalidad.
En el siglo XX, el movimiento socialista encontró nuevas oportunidades de desarrollo en regiones no capitalistas del mundo. Países en desarrollo, como China, optaron por no seguir el camino trazado por las naciones capitalistas centrales, rompiendo sus lazos con el capitalismo y convirtiéndose en nuevas áreas de crecimiento para el socialismo. Estos países, enfrentados a sociedades precapitalistas o semicapitalistas y ubicados en posiciones históricas de atraso relativo en términos de desarrollo económico, político, cultural y social, se encontraron ante desafíos a los que las teorías clásicas sobre la transición directa del capitalismo al socialismo no podían ofrecer respuestas adecuadas. Afortunadamente, demostraron una iniciativa y creatividad históricas sin precedentes al llevar a cabo revoluciones de orientación socialista, construcciones nacionales de orientación socialista y modernizaciones de orientación socialista. Como resultado, en los países en desarrollo surgieron teorías y prácticas completamente diferentes de construcción socialista, junto con nuevas formas de desarrollo socialista.
¿Cómo evolucionará y avanzará el socialismo en el siglo XXI? Esta es una pregunta que inquieta a pensadores y profesionales del socialismo por igual. Sin duda, las formas mencionadas de desarrollo socialista y modernización tardía siguen siendo cruciales en los países en desarrollo y en las regiones no capitalistas. Al mismo tiempo, a medida que el socialismo continúa su desarrollo en China, está emergiendo otra forma novedosa. Una vez lograda la modernización socialista, las fuerzas productivas sociales de China, su potencia tecnológica, su fuerza nacional y sus logros en otros aspectos del desarrollo están demostrando la viabilidad de que el socialismo supere al capitalismo, así como la superioridad y el potencial inherentes al socialismo. Para consolidar esta nueva modalidad de socialismo, China debe avanzar más allá de su actual nivel de desarrollo hacia una etapa superior.
Esta nueva forma no puede limitarse a ser una mera extensión de la forma transformadora actual del socialismo. Debe ser significativamente más avanzada. En cierto sentido, esta nueva modalidad supone un retorno al marxismo clásico, ya que debe abordar la cuestión de cómo superar el capitalismo en los países centrales (aunque desde una perspectiva externa). La nueva modalidad aspira a vencer al capitalismo mediante la superación del propio socialismo.
Desde una perspectiva objetiva, esta nueva modalidad está en sus primeras etapas de surgimiento. Actualmente, no tenemos la capacidad de comprender completamente su dirección general y las leyes inherentes que la rigen. Por el momento, solo podemos ofrecer un bosquejo de sus contornos fundamentales. Para fortalecer esta nueva modalidad de socialismo en China, resultan fundamentales las siguientes áreas de desarrollo.
1. Profundizar en una comprensión teórica integral del socialismo y fomentar las capacidades correspondientes para alcanzar un nivel más avanzado de desarrollo. El Partido Comunista de China, liderando el progreso del socialismo en el país, debe comprometerse en una reflexión profunda, una planificación exhaustiva y la formulación de estrategias a largo plazo, adaptándose al mismo tiempo a las circunstancias cambiantes. Resulta crucial que el Partido establezca esta base y la utilice como plataforma para continuar aprendiendo, unificar su pensamiento y establecer un proceso de crecimiento constante. En particular, es esencial que el Partido desarrolle una comprensión integral del estado de desarrollo del país, identifique los obstáculos, evalúe las condiciones propicias y adversas, así como los mecanismos operativos, y adquiera un entendimiento de las experiencias prácticas del capitalismo en Estados Unidos y Europa.
2. Consolidar el desarrollo integral. El progreso de China no se presenta uniforme en todos los sectores, ya que el desarrollo económico, político, cultural, social y ecológico muestra disparidades en términos de avances, prioridades y desequilibrios. Se requiere fomentar un desarrollo armonioso e integrado en estos cinco ámbitos.
3. Impulsar el desarrollo de alta calidad de la productividad y fortalecer la base material. A pesar de los notables avances que ha experimentado China para alcanzar y, en algunos aspectos, superar el desarrollo económico de las principales naciones capitalistas, el país aún enfrenta desafíos considerables en términos de desarrollo adicional de la productividad, eficiencia productiva, tecnología avanzada y riqueza material. Sin lograr estos objetivos, las ventajas inherentes al socialismo no podrán manifestarse plenamente.
4. Fortalecer la madurez institucional y las ventajas distintivas en la gobernanza. Sobre la base de la consolidación de las ventajas institucionales y de gobernanza ya existentes, es imperativo emprender acciones concretas para acelerar este proceso. Solo así China podrá desarrollar una fortaleza institucional equiparable a la de las instituciones del capitalismo occidental, que han estado arraigadas durante siglos.
5. Reforzar las ventajas inherentes al socialismo. En comparación con el capitalismo, el socialismo presenta numerosas ventajas únicas, tales como otorgar al pueblo la propiedad del país; el enfoque centrado en la población del partido gobernante, que se abstiene de guiarse por privilegios personales o intereses particulares; la búsqueda decidida de la prosperidad común para evitar la desigualdad extrema de la riqueza; los esfuerzos concertados para preservar la naturaleza progresista, la integridad y el sólido liderazgo del Partido; y la importancia dada a la armonía social y la prevención de conflictos o enfrentamientos fundamentales entre la población. Estas ventajas deben ser valoradas y cultivadas de manera cuidadosa, al mismo tiempo que se establece un nuevo sistema para unir y movilizar recursos en todo el país ante desafíos significativos.
6. Fortalecer el poder cultural e intelectual. La civilización china, con sus características distintivas en lengua, cultura y pensamiento, desempeña un papel crucial en la construcción de una nación y un Estado civilizados en China. La integración del marxismo y el surgimiento de una nueva forma de socialismo en China se deben en gran parte a su armonía con la rica cultura arraigada en la sociedad y la vida cotidiana. Es imperativo canalizar creativamente los valiosos recursos culturales de China hacia una fuerza cultural e intelectual más proactiva. Asimismo, China debería fomentar la colaboración con otras culturas para destacar el valor de la diversidad humana.
7. Resaltar las ventajas comparativas del desarrollo socialista a nivel mundial. El desarrollo de China ha generado ventajas comparativas globales en diversos campos, incluso en comparación con los países capitalistas desarrollados. La modernización de un país con 1.400 millones de habitantes ha superado en escala y alcance a la de los países capitalistas desarrollados juntos. La velocidad, los costos sociales más bajos, la mayor inclusión y un enfoque más pacífico han caracterizado la modernización china, convirtiéndola en el mayor experimento de su tipo en la historia. China lidera áreas cruciales como las energías renovables, la protección ecológica, el alivio de la pobreza y el desarrollo tecnológico, con logros notables equiparables a los de las naciones capitalistas desarrolladas. A través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, China ha emprendido un ambicioso proyecto de desarrollo cooperativo con los países del Sur Global, fomentando sus propias aspiraciones de modernización. Para abordar los desafíos globales, China ha propuesto construir una “comunidad con un futuro compartido para la humanidad” y ha presentado diversas iniciativas para impulsar la paz y el desarrollo mundiales. China acoge con satisfacción la cooperación, la competencia y diversas formas de modernización y desarrollo en todo el mundo. Ante los intentos hostiles de ciertos países de contener su desarrollo, China responderá con astucia y capacidad suficientes.
A medida que avanzamos en la tercera década del siglo XXI, las ruedas del progreso giran a toda velocidad, y la aparición de nuevas formas de socialismo entusiasma a todos los pensadores y profesionales del socialismo. Con más de un siglo de desarrollo socialista, parece que hemos regresado, en cierta medida, a la época de Marx y Engels, quienes reflexionaban sobre cómo el socialismo podría superar al capitalismo y convertirse en su sepulturero. Hoy, presenciamos que el socialismo no solo puede hacer lo que se atribuye al capitalismo, sino que también logra éxitos que el capitalismo no puede alcanzar. El socialismo en China se fortalece continuamente, esforzándose por superar ampliamente incluso las formas más avanzadas del capitalismo contemporáneo, según la visión de Marx y Engels, para construir una sociedad mejor para la humanidad. En este contexto, ante la emergencia de una nueva forma de socialismo, es imperativo que desarrollemos un nuevo sentido de conciencia.