China 2098: El sol sale igual (中国2098:太阳照常升起), 2019-2022. Crédito: Fan Wennan.

Socialismo 3.0: La experiencia del socialismo en China y sus perspectivas

Fundación Longway

La Fundación de Investigación Económica y Social Beijing Longway (北京修远经济与社会研究基金会, Běijīng xiū yuǎn jīngjì yǔ shèhuì yánjiū jījīn huì) se fundó en 2009 con el siguiente propósito: estudiar la crisis de continuidad cultural en la China moderna y promover la confianza cultural y la autonomía cultural en la sociedad china. Las investigaciones de la fundación exploran cómo los cambios en la estructura social de China han configurado el desarrollo cultural del país y han propiciado el surgimiento de nuevas clases sociales con orientaciones culturales y políticas diferenciadas.

“Socialismo 3.0: La experiencia del socialismo en China y sus perspectivas” (社会主义3.0——中国社会主义的现实与未来) fue escrito colectivamente por un grupo de investigadores de la Fundación Longway (修远基金), y publicado originalmente en Wenhua Zongheng (文化纵横), número 2 (abril de 2015).

Debemos hablar de socialismo

El concepto de socialismo se encuentra en el centro de hostiles batallas ideológicas, en las que partidarios y detractores discuten con vehemencia. Estos debates suelen quedarse en el plano de las ideas, y los participantes tienden a presentar sus concepciones del socialismo basándose en relatos históricos y doctrinas teóricas selectivas, ignorando por completo la realidad que el socialismo es un proceso histórico que ha evolucionado paralelamente a la industrialización. El socialismo ha surgido a lo largo de varios siglos como una vía alternativa de desarrollo para superar la crisis de la industrialización capitalista, una vía caracterizada por la búsqueda de una mayor igualdad política y económica y la exploración del ideal de comunidad en la ética y la cultura. El socialismo no sólo dio origen a Estados como la Unión Soviética y China, también influyó significativamente en la política socialdemócrata de Europa Occidental. No obstante, con el colapso de la Unión Soviética a finales del siglo XX, el movimiento socialista mundial sufrió un importante revés, y las formas del Estado socialista y del modo de producción socialista requirieron una reflexión y una revitalización sistemática. Al presenciar hoy día cómo los Estados de bienestar capitalistas tradicionales han sido desmantelados o se ven enfrentados a múltiples crisis y las formas de producción material experimentan complejas transformaciones, resulta necesario revisar y reevaluar las ideas y experiencias fundamentales del socialismo para activar su dinamismo político.

En pleno debilitamiento del movimiento socialista mundial, el sistema socialista chino ha experimentado una autotransformación a través de la reforma y la apertura. Si bien los logros han sido notables, no se puede negar que el socialismo con características chinas hoy se enfrenta a serios desafíos[1]. Existen dudas en China sobre el significado del socialismo y si todavía es necesario o incluso posible. Esto representa un dilema: por un lado, como país socialista, no podemos evitar debatir sobre el socialismo; por otro, no podemos estancarnos en disputas conceptuales. En lugar de enfrascarnos en batallas ideológicas, debemos considerar el socialismo como un proceso en curso y un esfuerzo continuo por construir una sociedad más justa y equitativa ante las oportunidades y los retos que plantean los cambios en la producción desde el inicio de la industrialización.

El debate actual sobre el socialismo y las formas que puede adoptar en el futuro debe situarlo en el contexto de los procesos históricos existentes, en el contexto de la producción industrializada en masa tal y como la concibió Karl Marx, y analizar la compleja interacción entre el ideal de igualdad y las realidades materiales de la producción. Para comprender la realidad y la necesidad del socialismo, en el caso de China, la vía socialista del país debe examinarse en el contexto de su desarrollo histórico desde el siglo XX, analizando el complejo proceso a través del cual el socialismo, como concepto político extranjero, se ha integrado en las tradiciones políticas chinas, así como evaluando las lecciones aprendidas de los ensayos chinos de construcción socialista. En este sentido, en medio de los cambios cada vez más complejos en las formas de producción material y en la estructura político-económica internacional. Para determinar la futura dirección del socialismo es necesario explorar los cambios en los patrones de organización social, los factores de producción y la división del trabajo que traen consigo la globalización y el nuevo panorama industrial.

Sólo sobre esta base podremos enfrentar eficazmente las condiciones políticas y económicas en este periodo de grandes cambios, comprender los recursos políticos que ofrece el socialismo y vislumbrar el camino para el futuro desarrollo de China.

Este artículo hace un recorrido por el desarrollo histórico y la futura dirección del socialismo chino. Los autores describen la experiencia socialista durante la era de Mao Zedong (毛泽东), de 1949 a 1976, como el “Socialismo 1.0” de China, y la posterior exploración de la economía de mercado socialista desde el comienzo de la reforma y la apertura en 1978 como el “Socialismo 2.0”. Para concluir, en medio del actual período de agitación política y económica mundial, los autores sostienen que China necesita desarrollar el “Socialismo 3.0” para guiar su curso futuro, aprendiendo y construyendo sobre la base del Socialismo 1.0 y 2.0.

Socialismo 1.0

1. Encuentro histórico entre el socialismo y la creciente conciencia de salvación nacional de China[2]. La opción de China por la vía socialista no fue casual. A finales del siglo XIX, las principales civilizaciones no occidentales se enfrentaron a amplios desafíos procedentes de Occidente. Las modernas fuerzas militares occidentales, favorecidas por el avance de la industrialización, fueron capaces de derrotar por completo la frágil columna vertebral militar necesaria para mantener el orden en estos imperios agrícolas tradicionales. Para las élites de estas civilizaciones, esto provocó ansiedad y frustración al sentir que sus culturas habían sido sustituidas o destruidas; los Estados civilizados como China perdieron su sentido de superioridad cultural sobre los “bárbaros” o Estados vecinos y las minorías étnicas. Políticos e intelectuales chinos se vieron obligados a reaccionar ante los “fuertes buques y agudos cañones” de Occidente (坚船利炮, jiānchuán lìpào) que enfrentaron al mundo con “grandes cambios nunca vistos en tres mil años” (三千年未见之大变局, sānqiānnián wèijiàn zhī dàbiànjú )[3]. Impulsados por la poderosa fuerza material de su industrialización, los países “avanzados”, con el Reino Unido a la cabeza, siguieron expandiéndose hacia el exterior, configurando un nuevo orden internacional con nuevas “reglas del juego”. La transformación del orden mundial hizo insostenibles todas las convenciones anteriores.

Al enfrentarse a potencias occidentales armadas con la industrialización, China debió resolver rápidamente cómo industrializarse para ponerse a la altura de Occidente y protegerse. Mientras los políticos e intelectuales chinos exploraban concienzudamente un camino para la industrialización del país a finales del siglo XIX y principios del XX, la expansión del capitalismo dirigida por Occidente fue pasando gradualmente de la fase del libre comercio a la del imperialismo. La dura lógica del capitalismo, en la que los débiles son explotados por los fuertes, se hizo cada vez más patente. En los países europeos se intensificó el conflicto de clases entre el trabajo y el capital, y crecieron los movimientos de resistencia social, una dinámica que tuvo un profundo impacto en la clase intelectual china de la época. El estallido de la Primera Guerra Mundial llevó a muchos eruditos chinos a reflexionar profundamente sobre los dilemas internos de la civilización occidental. Este compromiso tenía dos direcciones para los revolucionarios y pensadores de la China moderna: por un lado, trataban de aprender de Occidente para alcanzar sus objetivos de modernización y prosperidad nacional; por otro, se mantenían vigilantes ante la pobreza y la desigualdad que traía consigo la industrialización capitalista. Destacados personajes como el intelectual Yan Fu (严复) y el líder de la revolución de 1911, Dr. Sun Yat-sen (孙中山, Sūn Zhōngshān)[4], pudieron tener una visión más amplia del desarrollo de China porque habían “abierto los ojos para ver el mundo” (开眼看世界, kāiyǎn kàn shìjiè) y reconocieron las tendencias históricas de progreso y transformación. Sin embargo, las bases intelectuales e ideológicas que sentaron en su juventud estaban profundamente influenciadas por la cultura tradicional china, incluido el antiguo ideal confuciano de la “Gran Unidad” (大同, dàtóng)[5].

Al mismo tiempo que aprendían de Occidente, los pensadores chinos reconocían las carencias de la civilización industrial occidental y la posibilidad de construir un sistema social que la superara. La industrialización socialista de la Unión Soviética, que en poco tiempo creció rápidamente, fue considerada por China como una forma realista de alcanzar a Occidente. Tras la introducción del concepto de socialismo en China a principios del siglo XX, muchos intelectuales chinos consideraron que su ideal fundamental de igualdad estaba más en consonancia con los ideales tradicionales chinos que con el liberalismo occidental. El socialismo tuvo un gran atractivo en China durante este periodo porque no era simplemente un conjunto de elevados valores comunitarios, sino un ejemplo concreto de un sistema capaz de lograr la industrialización; tanto la socialdemocracia europea occidental como el socialismo de Estado soviético habían demostrado que podían desarrollar un modo de producción moderno y lograr la industrialización.

Después del decepcionante fracaso de la Gran Revolución (1924-1927), en las décadas de 1920 y 1930 los intelectuales chinos discutieron y debatieron fervientemente la teoría socialista[6]. Es importante destacar que en el desarrollo histórico de la civilización china se empezó a aplicar conscientemente la visión evolucionista de la historia importada de la Unión Soviética: que la sociedad humana progresó de una sociedad “primitiva” a una sociedad esclavista, a una sociedad feudal, a una sociedad capitalista y, finalmente, a una sociedad socialista y comunista. Esta revolución en la forma de entender la historia se convirtió en la premisa de la eventual revolución política.

Con el tiempo, la tarea de ponerse a la altura de Occidente les correspondió a los comunistas chinos, fuertemente influenciados por la Revolución de Octubre de 1917, no sólo por el avanzado modelo de organización del partido de vanguardia de Vladimir Lenin, sino también por el ejemplo práctico y los métodos específicos que un país atrasado podía utilizar para lograr la industrialización. Así, se produjo en China una profunda integración entre el deseo de industrialización (impulsado por la creciente conciencia de salvación nacional) y el plan de construir un Estado socialista.

2. Las ideas y las experiencias socialistas de Mao Zedong: el primer intento de sinización (asimilación) del socialismo. A finales de la década de 1930, Mao Zedong comenzó a estudiar cómo integrar los objetivos revolucionarios e industriales de China con la tendencia histórica del socialismo en el mundo. En sus obras La revolución china y el Partido Comunista Chino (中国革命与中国共产党, Zhōngguó gémìng yǔ Zhōngguó Gòngchǎndǎng, 1939)[7] y Sobre la nueva democracia (新民主主义论, Xīn mínzhǔ zhǔyì lùn, 1940)[8], Mao sostenía que China era entonces una sociedad semicolonial y semifeudal, y que el Partido Comunista de China (PCCh) era el partido que debía dirigir la revolución socialista. Para Mao, el plan de desarrollo futuro de China podía dividirse en dos etapas: primero, la etapa de la Nueva Democracia, seguida de la etapa socialista, que sólo se alcanzaría tras el pleno desarrollo de la Nueva Democracia[9]. Basándose en la teoría de las etapas históricas del desarrollo formulada por Joseph Stalin y otros, Mao incorporó los escritos de Lenin sobre el imperialismo y el colonialismo y, en última instancia, construyó una visión histórica del desarrollo de la China moderna: tras pasar por las sociedades “primitivas”, esclavistas y feudales, el país había entrado en una etapa semifeudal y semicolonial, que debía superar a través de una etapa de revolución democrática dividida en las Fases de la Vieja y la Nueva Democracia. Con esta visión de la historia, el PCCh disponía de un punto de referencia para formular y evaluar sus políticas: las políticas que se adelantaban al calendario histórico se consideraban izquierdistas, mientras que las que se rezagaban se consideraban derechistas.

Orientada por esta visión de la historia, la generación de comunistas chinos liderada por Mao se propuso la industrialización y la igualdad socialistas, dos objetivos con una relación compleja e incluso contradictoria.

Tras los esfuerzos fallidos de finales del siglo XIX y principios del XX, como el Movimiento de Autofortalecimiento (1861-1895)[10], el PCCh asumió ahora la responsabilidad del desarrollo industrial del país. La perspectiva histórica y socialista del p artido sobre la cuestión de la industrialización conllevaba un mayor sentido de la igualdad, que en general trascendía la conciencia de la salvación nacional. Tras la fundación de la República Popular China (RPC) en 1949, el modelo de industrialización del PCCh hizo hincapié en el desarrollo de la industria pesada, considerada necesaria en los países rezagados que pretendían alcanzar el nivel de desarrollo y que había sido defendida desde el movimiento de auto fortalecimiento. La línea general y la tarea general del partido para el periodo de transición (过渡时期总路线, Guòdù shíqí zǒnglùxiàn), se expuso en la Directiva de 1953, donde Mao subrayaba la necesidad de centrar los esfuerzos en el desarrollo de la industria pesada como base de la modernización industrial y de defensa de la nación[11].

La estrategia de desarrollo de dar prioridad a la industria pesada y “fortalecerse antes que enriquecerse”, (先强后富, xiānqiáng hòufù) es en cierto modo inevitable tratándose de países de última incorporación. A falta de fuentes externas de inversión y de capacidad para extraer recursos, la inversión en la industria pesada a menudo tiene que proceder del campo nacional. En los primeros años de la RPC, el movimiento de las comunas populares consistente en reconcentrar las tierras dispersas y aumentar la gestión y distribución centralizadas de los excedentes agrícolas era la única forma de avanzar en la industrialización. Además de los impuestos agrícolas, un instrumento llamado “monopolio estatal de compra y comercialización” (统购统销, tǒnggòu tǒngxiāo) desviaba los excedentes agrícolas hacia la industria y las ciudades. La industrialización también requería un gran número de trabajadores altamente calificados, por lo que hubo que dedicar cuantiosos recursos a construir un sistema educativo moderno: popularizar la educación primaria y secundaria, desarrollar instituciones de educación superior y aumentar la población educada de decenas o cientos de miles a decenas de millones. Por lo tanto, ante la imperiosa necesidad de industrialización, China puso fin rápidamente al periodo de la Nueva Democracia y entró en la fase inicial del socialismo. En 1953, el PCCh adoptó la línea general de “una transformación y tres reformas” (一化三改, yīhuà sāngǎi), que estableció gradualmente el Socialismo 1.0 en el país, guiado por los siguientes principios político-económicos: propiedad pública de los medios de producción, economía planificada y distribución en función del trabajo[12]. Al igual que el modelo soviético, éste fue un eficaz sistema de acumulación en las primeras etapas de industrialización de China.

Pero a medida que avanzaba el proceso de industrialización socialista, se hizo cada vez más evidente la contradicción entre la industrialización y el objetivo de igualdad socialista. El modelo de industrialización dirigido por el Estado, que daba prioridad a la industria pesada, requería inevitablemente un gran número de funcionarios, directivos de empresas y profesionales, y el número de personas necesarias crecía a la par que la industrialización. Como consecuencia, los medios de producción se concentraron en manos de los gestores y no de los trabajadores, lo que provocó una tendencia a la burocratización. A finales de los años 50, Mao se dio cuenta que mientras la producción continuara desarrollándose de esta manera, surgiría continuamente una clase gerencial dentro del sistema, gerentes con sus propios intereses que atesorarían el control sobre los asuntos del gobierno y las empresas y utilizarían su poder para socavar la propiedad pública. En otras palabras, esta clase burocrática utilizaría su posición para gestionar la economía, trasladando los costos de la industrialización a la gente corriente, especialmente al campesinado, al mismo tiempo que disfrutaba de los beneficios de la industrialización misma.

Ante este dilema, Mao exploró un nuevo modelo de industrialización que “permitiera al pueblo gestionar directamente los procesos de producción” mediante la campaña “aumentar la producción y practicar la economía” (抓革命促生产, zhuā gémìng cù shēngchǎn), que pretendía hacer complementarios los objetivos de industrialización e igualdad, que de otro modo serían contradictorios. En sus comentarios sobre los Problemas económicos del socialismo en la URSS de Stalin (1951), Mao señaló que la transformación socialista de la propiedad de los medios de producción no tendría por qué dar lugar necesariamente a que el trabajo ocupara una posición de liderazgo en la producción[13]. Para Mao, la propiedad pública de los medios de producción no garantizaría que China se desarrollara en una dirección socialista, con el pueblo trabajador dirigiendo su país, por lo que era necesario realizar ajustes y experimentos a nivel de dirección cultural y política; en otras palabras, era necesario romper con el sistema jurídico burgués. Para ello, Mao promovió una serie de iniciativas en las décadas siguientes, reforzando la dirección y supervisión de los cuadros a nivel político y llevando a cabo diversas medidas experimentales encaminadas a resolver este problema, entre ellas criticar el sistema salarial basado en rangos, enviar a un gran número de cuadros a realizar trabajos manuales en el campo y las fábricas, elogiar las políticas que reorganizaban la división del trabajo, lanzar campañas de educación socialista, etc. Mao también propuso que la economía debía “caminar sobre dos piernas” (两条腿走路, liǎngtiáotuǐ zǒulù), lo que significaba que el desarrollo económico no podía depender únicamente de un modelo dirigido por el Estado y que también eran necesarias las movilizaciones de masas para contrarrestar los inconvenientes de la dependencia de este modelo de los tecnócratas para aplicar las directrices de la economía de planificación centralizada. Esto se ejemplificó con la aparición de políticas que reorganizaban y alteraban la división del trabajo, como la Constitución de Angang (鞍钢宪法, Āngāng xiànfǎ) en 1960 y su implementación avalada por Mao de “dos participaciones y una reforma”[14] (两参一改, liǎngcān yīgǎi). Estos esfuerzos reflejan la continua preocupación de Mao por garantizar que la industrialización del país avanzara en una dirección socialista, sus esfuerzos por corregir los desequilibrios provocados por la industrialización y su compromiso con la idea de igualdad.

Entre la fundación de la RPC en 1949 y el inicio de la reforma y la apertura a finales de la década de 1970, China se transformó gradualmente en un país industrializado. En general, durante este período, la estructura social de China siguió siendo relativamente igualitaria y las divisiones sociales no estaban tan acentuadas. Sin embargo, aunque el modelo de desarrollo de “fortalecerse antes que enriquecerse” ayudó al país a lograr la industrialización, la población por lo general siguió sumida en la pobreza, y las contradicciones entre el modelo de industrialización dirigido por el Estado y el objetivo de igualdad se acentuaron en la era Mao. Además, impulsado por la ola de pensamiento radical del país que duraba ya un siglo, Mao intentó resolver estos problemas con el Gran Salto Adelante (1958-1962) y la Revolución Cultural (1966-1976), pero ambos fracasaron en última instancia. Las generaciones posteriores han seguido enfrentándose a la doble aspiración del socialismo chino, la industrialización y la igualdad.

3. Los dilemas internos del Socialismo 1.0. A partir de Marx, la teoría socialista ha tenido los siguientes objetivos centrales: superar la propiedad privada capitalista y la competencia no regulada mediante la propiedad pública y una economía planificada, y eliminar la explotación e implantar la distribución en función del trabajo. No obstante, tanto la vía socialista dirigida por el Estado iniciada por Lenin como la vía socialdemócrata seguida en Europa Occidental exigieron ajustes sustanciales de la teoría socialista. Se suponía que el socialismo previsto por Marx se lograría en los países capitalistas desarrollados en los que la acumulación de capital social hubiera alcanzado un nivel considerable. Esto crearía las condiciones para una economía planificada y una distribución en función del trabajo. Sin embargo, ni la Unión Soviética ni China eran países capitalistas desarrollados, por lo que el primer paso en estos países fue determinar cómo acumular rápidamente capital para sentar las bases de la propiedad pública. A principios del siglo XX, la estructura centro-periferia del capitalismo mundial había tomado forma, lo que implicó que los países socialistas no podían confiar en el mercado mundial para acumular capital rápidamente. En consecuencia, los países socialistas tuvieron que experimentar y, en ocasiones, revisar rápidamente sus políticas económicas, dinámica que se puso de manifiesto en la Unión Soviética. El “comunismo de guerra” de Lenin, caracterizado por la nacionalización casi total de la economía y la requisición forzosa de alimentos al campesinado, se aplicó durante la guerra civil de 1918 a 1921 en respuesta a la emergencia y a la necesidad de mantener el poder político. Al finalizar la Guerra Civil, ante la urgente necesidad de aumentar la productividad, Lenin tuvo que hacer varios cambios radicales (y hasta cierto punto compromisos), aplicando la Nueva Política Económica (1921-1928) y permitiendo el desarrollo del capitalismo y de una economía de mercado bajo control estatal. Mientras tanto, Stalin adoptó un enfoque diferente y más costoso, sustituyendo el mercado por un sistema burocrático organizado para asumir las pesadas responsabilidades de la planificación y la distribución.

La fase inicial de la industrialización en China se basó en gran medida en la privación rural; una de las funciones del movimiento de comunas rurales era canalizar el excedente agrícola hacia la industrialización. Sin embargo, a diferencia de la Unión Soviética, China no transfirió totalmente los costos de la acumulación de capital industrial a las zonas rurales. Mao y otros dirigentes pidieron que todo el país “se apretara el cinturón”, es decir, que toda la población compartiera los costos de la acumulación de capital. Objetivamente hablando, la economía planificada desempeñó un papel positivo en las primeras fases de la industrialización tanto en la Unión Soviética como en China. En esta fase, el Estado podía formular disposiciones planificadas para la producción, el intercambio, la distribución y el consumo porque las estructuras económicas y sociales eran relativamente sencillas. Sin embargo, una vez que la industrialización superó la fase inicial, la división industrial del trabajo se hizo cada vez más compleja y la cadena de producción se alargó, lo que provocó una rápida disminución de la eficacia de la planificación, un “atasco de las tuberías” en todo el sistema económico y una crisis de información en la que no había suficiente retroalimentación para realizar los ajustes políticos adecuados.

Si bien Mao esperaba que dar prioridad a la participación popular en la gestión de la producción fomentaría la materialización del concepto marxista de control obrero sobre los medios de producción, estos esfuerzos tropezaron con profundas dificultades en el mundo real. A medida que avanza la industrialización, se intensifica la división del trabajo, no sólo en términos de trabajo industrial, sino también en los puestos y funciones de los directivos y los investigadores científicos. A su vez, a medida que la industrialización crea procesos de producción, consumo y distribución cada vez más complejos, la cantidad de información generada aumenta rápidamente en comparación con la sociedad agraria, lo que exige un sistema burocrático organizado para la gestión de la información. Según Max Weber y otros, este sistema burocrático es necesario no sólo dentro de las unidades de producción, sino para la sociedad en su conjunto. En este sentido, uno de los efectos secundarios de la industrialización en periodos de desarrollo pacífico es que un partido político de vanguardia puede dividirse rápidamente en componentes burocráticos cada vez más sofisticados y en distintas facciones políticas. Mao confiaba en que este problema podría resolverse sustituyendo el sistema burocrático por la autoorganización popular. Es posible que su confianza proviniera de la experiencia del PCCh en la Guerra Popular; mediante la práctica de la línea de masas, el partido fue capaz de realizar poderosas movilizaciones sociales y dinámicos procesos políticos que integraron al partido de vanguardia con el pueblo. Mao quería revivir el modelo de organización de la Guerra Popular durante la industrialización para impulsar el desarrollo nacional; sin embargo, este modelo de organización se había aplicado con éxito en un contexto histórico específico en el que existía un fuerte sentimiento popular de urgencia debido a la Guerra Civil China (1927-1937; 1945-1949) y a la Guerra de Resistencia contra la Agresión Japonesa (1937-1945). Este sentimiento de urgencia desapareció gradualmente tras la victoria de la revolución y el inicio de la construcción nacional. Además, las condiciones de la era del Socialismo 1.0 no eran propicias para ayudar al pueblo a hacer frente a las complejidades del desarrollo del país, mientras que los sistemas burocráticos del partido y del gobierno, intencionadamente o no, distorsionaban y desintegraban la autoorganización de las masas. De este modo, los objetivos de Mao eran muy difíciles de alcanzar en la práctica.

Otro problema que no pudo resolverse en aquella época fue el ajuste del sistema de alta acumulación en los primeros tiempos de la RPC. Tras completar la fase inicial de acumulación industrial, el siguiente reto para un Estado socialista es promover un ciclo estable de reproducción ampliada. Esto implica dos tareas: en primer lugar, es necesario ajustar razonablemente la relación entre acumulación y consumo, llevar a cabo reformas fiscales y financieras, y generar energía sostenible para el crecimiento económico. Pero durante el Socialismo 1.0, las políticas fiscales y financieras de China fueron relativamente conservadoras, lo que dio lugar a una insuficiente oferta monetaria, que comprimió la expansión del consumo y, por tanto, provocó una falta de motivación para la modernización industrial. En segundo lugar, era necesario resolver el problema de la integración de la economía nacional en el sistema económico internacional. El sistema moderno de producción industrial masiva depende del uso de recursos y productos que cruzan fronteras y regiones. Es difícil sostener el crecimiento económico basándose únicamente en la inversión y el consumo nacionales; es preciso establecer un ciclo económico eficaz a través del comercio internacional para mantener la vitalidad. Ya en la década de 1930, la Unión Soviética trató de atraer capital y tecnología de Estados Unidos, que se encontraba en plena crisis económica y tenía una demanda objetiva de capital y producción industrial. Estas condiciones eran favorables para promover la cooperación y el rápido desarrollo de la economía soviética. Posteriormente, la Unión Soviética se comprometió a construir el campo socialista, no sólo por razones políticas y de seguridad, sino también para establecer un ciclo económico entre los países socialistas. Tras la revolución de 1949, China se unió al campo socialista y recibió una importante cantidad de capital y asistencia técnica soviéticos, especialmente tras la Guerra de Corea (1950-1953) (conocida en China como la Guerra para Resistir la Agresión Estadounidense y Ayudar a Corea [抗美援朝战争, Kànɡměi yuáncháo zhànzhēnɡ]). Este apoyo permitió que la industrialización básica de China avanzara sin problemas, pero el sistema económico dirigido por los soviéticos también produjo sus desequilibrios entre los países. Con el tiempo, Mao y la dirección del partido decidieron romper con el sistema soviético, al igual que rompieron con el sistema económico capitalista mundial en 1949, lo que provocó que la economía china estuviera relativamente cerrada durante mucho tiempo.

Para resumir, la visión del Socialismo 1.0 planteaba lo siguiente: en régimen de propiedad pública, los trabajadores gestionaban colectivamente los medios de producción y producían para su bienestar material y espiritual y no para obtener beneficios. La economía planificada y el sistema de propiedad pública crearon un sistema de acumulación en el que los costos eran compartidos por el pueblo en su conjunto, y completaron la industrialización básica en un periodo de tiempo relativamente corto. Sin embargo, esta estructura económica también tenía algunas limitaciones inherentes relacionadas con la viabilidad del desarrollo interno y dificultades para vincularse con el ciclo económico externo. En resumen, el modelo de producción y la capacidad organizativa de China durante el Socialismo 1.0 no fueron suficientes para hacer realidad los ideales socialistas de igualdad y cooperación. Este era el reto al que se enfrentaban Deng Xiaoping (邓小平) y otros líderes que conducirían a China a la siguiente fase del socialismo.

Socialismo 2.0

1. La economía política del Socialismo 2.0. Habiendo experimentado y participado en la construcción del Socialismo 1.0, Deng Xiaoping comprendía claramente sus problemas. En contraste con el énfasis de Mao en los objetivos idealistas de “luchar contra el egoísmo y criticar el revisionismo” (斗私批修, dòusī pīxiū), “ser justos y desinteresados” (大公无私, dàgōng wúsī), y “servir al pueblo” (为人民服务, wèi rénmín fúwù), la larga trayectoria de Deng Xiaoping en el trabajo económico de primera línea tendía hacia una postura más realista. Esta orientación fue evidente durante una reunión con invitados extranjeros en 1979, cuando Deng declaró que era erróneo pensar que la economía de mercado sólo podía existir bajo el capitalismo, y afirmó que el socialismo también podía adoptar una economía de mercado y aprender cosas de los países capitalistas, como los métodos de gestión empresarial[15]. La estrategia de Deng consistía en transformar gradualmente la economía planificada en una herramienta de regulación macroeconómica, instaurar el mecanismo de la economía de mercado e intentar que ésta fuera compatible con la propiedad pública y la distribución en función del trabajo. Esta orientación difería significativamente del Socialismo 1.0, en el que la economía planificada era una base institucional vinculada a la propiedad pública y a la distribución en función del trabajo. En 1984, el Comité Central del Partido Comunista de China publicó la Decisión sobre la Reforma de la Estructura Económica que fue adoptada en la Tercera Sesión Plenaria del XII Comité Central del PCCh, marcando el primer avance en el impasse entre la economía planificada y la economía mercantil[16]. Deng elogió esta decisión, afirmando que era un marco político-económico que combinaba los principios básicos del marxismo con la experiencia socialista de China.

Los cambios en el sistema económico básico del país plantearon inevitablemente cuestiones sobre el significado y la interpretación del socialismo, es decir, ¿Cuáles eran sus elementos clave y sus características? Aunque era necesario aclarar a nivel teórico la coherencia de estas reformas con el socialismo, Deng propuso que el partido dejara a un lado los debates teóricos y se centrara en cambio en fijar objetivos concretos y trazar el rumbo de la nueva dirección de desarrollo del país. Por lo tanto, al promover la reforma económica, Deng hizo ajustes a la teoría de las etapas históricas del desarrollo adoptada durante el periodo del Socialismo 1.0. La idea que propuso el XIII Congreso Nacional del PCCh en 1987 fue que China se encontraba en la “etapa primaria del socialismo” (社会主义初级阶段, shèhuì zhǔyì chūjí jiēduàn)[17], en el que la tarea principal era desarrollar las fuerzas productivas y establecer una estrategia de desarrollo económico en tres etapas para lograr un nivel de vida relativamente bueno para el pueblo y realizar la modernización socialista antes del centenario de la revolución. En 1992, el XIV Congreso Nacional del PCCh declaró que la reforma de China se orientaba hacia la construcción de una economía socialista de mercado, lo que suponía un cambio respecto a la concepción clásica del socialismo, al dejar de insistir en que era necesaria una economía totalmente planificada para garantizar la propiedad pública y la distribución en función del trabajo. Se introdujeron los correspondientes ajustes en la teoría de las etapas históricas del desarrollo, que fue aclarando que era necesario construir una economía socialista de mercado durante la etapa primaria del socialismo. En conjunto, estos desarrollos teóricos constituyeron la base del socialismo con características chinas.

2. Desafíos del Socialismo 2.0. Durante el periodo de reforma y apertura, la industria china creció rápidamente gracias a la activación de la demanda interna y al acceso a la inversión extranjera mediante la incorporación al mercado mundial. Apoyada por la circulación económica nacional e internacional, la industrialización se embarcó en un proceso sostenido de desarrollo autónomo y crecimiento a gran velocidad, dejando atrás la etapa de acumulación industrial y entrando en la de modernización industrial.

En la economía socialista de mercado, según Deng, el mercado era sólo un medio para hacer realidad la visión socialista de construir una “sociedad moderadamente próspera” (小康社会, xiǎokāng shèhuì) y alcanzar la “prosperidad común” (共同富裕, gòngtóng fùyù). Sin embargo, el rápido desarrollo de la economía de mercado hizo que esta visión se enfrentara a problemas cada vez mayores.

En primer lugar, el marco teórico de Deng carecía del apoyo de una narrativa histórica convincente, es decir, no ofrecía un camino claro por el que discurriría el desarrollo socialista de China, generando una debilidad en el nuevo paradigma ideológico del partido. La teoría socialista de la era Deng añadió un nuevo segmento a la narrativa histórica esbozada por Mao en Sobre la nueva democracia, insertando la etapa primaria del socialismo en la transición propuesta del socialismo al comunismo. Sin embargo, esta formulación de la etapa primaria del socialismo no dio respuesta a dos preguntas fundamentales: ¿Existe una fase avanzada del socialismo que siga a la fase primaria? y ¿Cómo conduce este camino en última instancia al comunismo? En aquel momento, el partido no tenía ni la capacidad ni los recursos para responder a estas preguntas, y sólo podía posponer la cuestión no discutiéndola.

En segundo lugar, el Socialismo 2.0 también se enfrentaba a serias dificultades en términos del sistema económico básico. La preocupación central de la teoría de la economía socialista de mercado era si la economía de mercado y el socialismo podían ser compatibles entre sí. El socialismo, como forma de propiedad, se caracteriza por la propiedad colectiva y pública, mientras que el mercado teóricamente asigna los recursos, con los tipos de productos y las escalas de producción de las diferentes empresas basadas en señales de precios determinadas por las fuerzas de la oferta y la demanda. Por consiguiente, en teoría, las diferentes formas de propiedad deberían ser compatibles con el mercado. Los partidarios de la economía de mercado socialista afirmaban que el socialismo podía desarrollar una economía de mercado en lugar de la economía planificada, conservando al mismo tiempo los dos elementos básicos del socialismo: la propiedad pública y la distribución en función del trabajo. La economía de mercado, sin embargo, empezó a disolver en la práctica estos dos principios socialistas. A finales de la década de 1980, el sector comercial de China se privatizó gradualmente y, a partir de 1992, una gran cantidad de inversión extranjera se introdujo en el país y la propiedad privada de la producción comenzó a expandirse. En 1997, el PCCh adoptó la política de “agarra los grandes y deja ir a los pequeños” (抓大放小, zhuādà fàngxiǎo), centrada en mantener el control estatal sobre las empresas públicas más grandes y estratégicamente importantes, como la energía y la banca, al tiempo que aflojaba el control sobre las más pequeñas y no estratégicas, como la industria ligera; las reformas llevadas a cabo en el marco de esta política condujeron a la privatización generalizada de las empresas públicas de los diferentes municipios, a una gran pérdida de activos estatales, a la exposición de la clase trabajadora a las fuerzas del mercado y al distanciamiento del partido de su clase de base. Al mismo tiempo, se pasó del principio de distribución en función del trabajo a la distribución en función de otros factores como el capital, la tierra y la tecnología, que, debido a su escasez, a menudo tenían una posición más ventajosa en las transacciones de mercado que el trabajo. La extrema priorización de la eficiencia económica magnificó las ventajas de estos otros factores sobre el trabajo y abusó de ellas. Esto condujo inevitablemente a una compresión de la parte del excedente distribuido a la mano de obra, a una separación cada vez mayor de los trabajadores de los medios de producción y a un deterioro continuo de las condiciones de vida de los trabajadores (tendencia esta última agravada por la falta de servicios públicos adecuados). Si los costos de los primeros treinta años de industrialización se distribuyeron uniformemente entre toda la población gracias a la poderosa voluntad del Estado, los costos de la reforma orientada al mercado de los treinta años siguientes recayeron en mayor medida sobre la gente corriente.

Socialismo 3.0: Hacia el futuro

Tanto la experiencia del Socialismo 1.0 en las tres primeras décadas tras la revolución como la del Socialismo 2.0 en las tres décadas posteriores demuestran cómo se integraron en China, los ideales y creencias socialistas con las realidades del país. Por ello, es irracional que China se aleje radicalmente de la senda socialista. China se enfrenta, sin embargo, al reto de no disponer de un modelo externo que pueda servir de base al Socialismo 2.0. Conforme ha evolucionado el panorama político-económico internacional y han cambiado las formas de producción, tanto la vía europea occidental de la socialdemocracia como la estadounidense del rechazo total del socialismo han entrado en crisis debido a sus contradicciones inherentes. Por lo tanto, la reforma de la vía socialista de China debe basarse en su experiencia.

Basarse en su experiencia no significa aislar al país del mundo exterior. Al contrario, la realidad fundamental de la China contemporánea es su profunda integración con el mundo exterior. Por ello, los debates sobre el socialismo en China deben tener en cuenta el trasfondo de los cambios políticos y económicos mundiales. Al igual que Marx hizo grandes esfuerzos por analizar y comprender la lógica interna y el funcionamiento del capitalismo industrial moderno a mediados y finales del siglo XIX, hoy es necesario analizar y comprender en profundidad la lógica interna y el funcionamiento de la forma de producción contemporánea y su transformación. Sólo se puede actuar racionalmente en la dirección de esta transformación y, en los momentos y coyunturas decisivos, se deben tomar decisiones relativamente razonables basadas en las condiciones históricas dadas. Para China, el socialismo no puede limitarse al manifiesto del partido gobernante, sino que debe ser también un concepto y un recurso práctico para repensar la participación pública y remodelar su comunidad política. En medio del nuevo panorama mundial y del auge de nuevas formas de producción, debe considerarse seriamente la nueva dirección del socialismo.

Los principios básicos del Socialismo 1.0 -la economía planificada, la propiedad pública y la distribución en función del trabajo- se construyeron reflexionando sobre el modelo de producción en masa y mejorándolo. La base de la producción en masa es el trabajo colectivo: los trabajadores se reúnen en un lugar de trabajo común y trabajan juntos para manejar los medios de producción para ensamblar y producir bienes. Los principios del Socialismo 1.0 pretendían permitir a los trabajadores controlar los medios de producción sobre la base del trabajo colectivo para librarse de la explotación de la burguesía y mejorar la estructura del trabajo y las condiciones de vida de los trabajadores. El Socialismo 3.0 debería explorar nuevos enfoques para corregir los abusos causados por la posición dominante del capitalismo en la economía mundial, centrándose en mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y aumentar su control sobre los medios de producción, reconociendo al mismo tiempo la necesidad de una economía de mercado. Es necesario limitar los abusos del capital y mejorar el estatus de la mano de obra en el proceso de producción en China, de acuerdo con la dinámica de la industrialización y, en última instancia, construir un modelo de industrialización más inclusivo y justo. Obviamente, este objetivo no puede alcanzarse mediante el ajuste espontáneo del mercado y requiere que el Estado garantice y mantenga su liderazgo en la esfera económica.

El Estado chino ha mostrado desde el comienzo de la revolución una cierta singularidad, al poseer múltiples poderes ejecutivos que penetran en la economía, la política y la sociedad del país. Incluso después de las reformas administrativas del Socialismo 2.0, el Estado ha conservado cierta iniciativa económica, no sólo en sus políticas públicas, sino especialmente en sus empresas estatales y en el sistema estatal de tierras.

Mientras emprende una tarea de tal envergadura, el país también debe estar alerta contra una mayor burocratización que pueda derivarse de los esfuerzos por regular la producción. Para seguir dirigiendo al pueblo chino, el PCCh debe utilizar eficazmente su poder y sus recursos para reestructurar las relaciones de producción y promover los intereses de la clase obrera, obteniendo así el apoyo del pueblo. En la era del Socialismo 1.0, el PCCh distribuyó los medios críticos de producción -la tierra- entre el campesinado y creó la clase obrera mediante la industrialización. Como resultado, los intereses generales del PCCh y del pueblo estaban alineados, y la base social del partido era sólida. Sin embargo, en la era del Socialismo 2.0, el PCCh introdujo y desarrolló la economía de mercado e hizo de la eficiencia el principio básico para guiar la asignación de recursos, animando a los individuos a enriquecerse. Este enfoque cubrió las “crecientes necesidades materiales y culturales del pueblo” (人民群众日益增长的物质文化需求, rénmín qúnzhòng rìyì zēngzhǎng de wùzhì wénhuà xūqiú), pero también sentó las bases para una grave crisis. Para reconstruir hoy sus cimientos sociales, el PCCh no sólo debe hacer ajustes en sus políticas de bienestar social, sino también regenerar sus cimientos de clase mejorando integralmente las condiciones de vida de la clase obrera, logrando una distribución más equilibrada de la renta en todo el país, mejorando la posición del trabajo en el sistema industrial y limitando los abusos del capital.

Hay que reconocer que, además del ámbito económico y social, los valores e ideales inherentes al socialismo constituyen un importante recurso para China como comunidad política y cultural. La razón de la rápida aceptación y difusión de las ideas socialistas en la China moderna no reside únicamente en su estrecha relación con el ideal tradicional chino de “gran unidad” (incluso hoy, muchos chinos derivan su comprensión del socialismo de este concepto cultural), sino también en que la narrativa socialista de las etapas históricas de desarrollo fue adaptada con éxito al contexto chino por Mao y otros. El socialismo ha alcanzado la unidad de conocimiento y creencia precisamente en esta narrativa.

En un país socialista, la narrativa materialista histórica del desarrollo es informativa y esclarecedora. Puede decirse que esta narrativa histórica desempeña un papel en el mantenimiento de la fe pública en el sistema político y la trayectoria del desarrollo nacional en países no religiosos como China, del mismo modo que la tradición cristiana desempeña un fuerte papel político en las democracias liberales de Estados Unidos, Europa y otros países occidentales. Resulta necesario para un gran país como China desarrollar un conjunto de valores e ideales comunes que se reflejen en procesos políticos y económicos reales y no en mera propaganda ideológica. En un contexto histórico en constante cambio, China debe movilizar sus tradiciones e ideales culturales para remodelar y revitalizar sus valores comunes con el fin de garantizar la supervivencia del país y guiarlo en la dirección correcta.

Bibliografía

Deng Xiaoping. “El socialismo también puede practicar la economía de mercado”. En Textos escogidos de Deng Xiaoping, Vol. 2, 261-266. Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1995.

Deng Xiaoping. “En todo hay que partir de la realidad de la etapa primaria del socialismo”. En Textos escogidos de Deng Xiaoping, Vol. 3, 260-261. Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1994.

Mao Zedong. “La lí nea general del partido para el periodo de transició n”. En Obras escogidas de Mao Tse-tung, Vol. 5. Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1977.

Mao Zedong. “La revolución China y el Partido Comunista de China”. En Obras escogidas de Mao Tse-tung, Vol. 2. Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1968.

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Mao Zedong. Una crítica de la economía soviética. Traducido por Eduardo L. Suárez. México: Fondo de Cultura Económica, 1982.

Twelfth Central Committee of the Communist Party of China [XII Comité Central del Partido Comunista de China]. “Decision of the Central Committee of the Communist Party of China on Reform of the Economic Structure” [Decisión del Comité Central del Partido Comunista de China Sobre la Reforma de la Estructura Económica]. Beijing Review [Revista de Pekín] 27, no. 44 (octubre 1984).

Notas del autor

1. “Socialismo con características chinas” es un término acuñado por Deng Xiaoping (邓小平) en 1982, en las primeras fases de la reforma y la apertura, que recalca que el socialismo en China debe adaptarse a las condiciones del país.

2. Tras la primera Guerra del Opio (1839-1842), China fue cayendo gradualmente en la condición de Estado semicolonial y semifeudal controlado por potencias extranjeras. Este periodo de más de 100 años, desde mediados del siglo XIX hasta el establecimiento de la revolución socialista en 1949, es el denominado “siglo de la humillación” de China (百年国耻, bǎinián guóchǐ). Se hace referencia colectivamente a la serie de movimientos revolucionarios de este periodo que lucharon contra la invasión imperialista y en pos de la liberación e independencia nacional china como el Movimiento de Salvación Nacional (救国运动, jiùguó yùndòng) debido a su trascendencia para “salvar” a la nación china cuando estaba al borde de la desaparición.

3. Lin Hongzhang (李鸿章), fue un político, general y diplomático de finales de la dinastía Qing (清朝, 1644-1912) que abogó por la modernización industrial y militar de China, utilizó la expresión “grandes cambios nunca vistos en tres mil años” para describir los cambios geopolíticos mundiales que se estaban produciendo en el siglo XIX.

4. Nota del traductor: aquí se ha incluido la traducción pinyin del nombre del Dr. Sun Yat-sen, ya que su nombre en inglés no se corresponde con su nombre chino, a diferencia, por ejemplo, de Yan Fu.

5. La “Gran Unidad” es un concepto utópico de la filosofía tradicional china que consiste en que toda la humanidad viva en una comunidad armoniosa. Este término que sigue siendo un influyente ideal político, se remonta a varios miles de años, apareciendo por primera vez en el antiguo texto confuciano Libro de los Ritos (礼记, Lǐjì).

6. China seguía sumida en el caudillismo y la fragmentación a principios de la década de 1920, bajo la manipulación de las potencias imperialistas. Los caudillos de todos los tamaños saqueaban y oprimían al pueblo en sus zonas de dominio, lo que provocó una depresión económica y un sufrimiento generalizado. El Partido Comunista de China, en respuesta a la aspiración común del pueblo chino de derrocar al imperialismo y poner fin al dominio de los caudillos, promovió activamente la cooperación con el Partido Nacionalista de China, o Kuomintang, para establecer un frente unido revolucionario. Tras la formación del primer frente unido entre ambos partidos, el ritmo de la revolución china se aceleró, y de 1924 a 1927 estalló un movimiento revolucionario contra el imperialismo y los caudillos feudales, conocido comúnmente como la “Gran Revolución” o la “Revolución Nacional”.

7. Mao Zedong, “La revolución China y el Partido Comunista de China”, en Obras escogidas de Mao Tse-tung, Vol. 2 (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1968).

8. Mao Zedong, “Sobre la nueva democracia”, en Obras escogidas de Mao Tse-tung, Vol. 2 (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1968).

9. Nueva Democracia, o Nueva Revolución Democrática, es un concepto desarrollado por Mao Zedong que se refería a una fase de la transformación revolucionaria de China. Durante esta etapa, el Partido Comunista dirigiría un frente unido de la clase obrera, el campesinado, la pequeña burguesía y la burguesía nacional, lo que permitiría un desarrollo limitado del capitalismo nacional para derrocar el feudalismo y asegurar la independencia nacional.

10. El Movimiento de Autofortalecimiento (1861-1895) fue una serie de reformas institucionales emprendidas a finales de la dinastía Qing con el fin de modernizar la economía y el ejército chinos.

11. Mao Zedong, “La línea general del partido para el periodo de transición”, en Obras escogidas de Mao Tse-tung, Vol. 5 (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1977).

12. “Una transformación y tres reformas” fue la línea general adoptada por el PCCh durante la transición al socialismo; “una transformación” se refiere a la industrialización socialista del país, mientras que “tres reformas” se refiere a la transformación socialista de la agricultura, la industria artesanal y la industria y el comercio capitalistas.

13. Mao Zedong, Una crítica de la economía soviética, trad. Eduardo L. Suárez (México: Fondo de Cultura Económica, 1982).

14. “Dos participaciones y una reforma” se refiere a las prácticas de Angang, o Anshan, Steel (ahora conocido como Ansteel Group) en 1960; “dos participaciones” significaba que los cuadros debían participar en el trabajo mientras que los trabajadores debían participar en la gestión, mientras que “una reforma” significaba que debían reformarse las normas y reglamentos poco razonables.

15. Deng Xiaoping, “El socialismo también puede practicar la economía de mercado”, en Textos escogidos de Deng Xiaoping, Vol. 2 (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1995), 261-266.

16. XII Comité Central del Partido Comunista de China, “Decisión del Comité Central del Partido Comunista de China sobre la Reforma de la Estructura Económica” [Decisión del Comité Central del Partido Comunista de China sobre la reforma de la estructura económica], Beijing Review [Revista de Pekín] 27, nro. 44 (octubre de 1984).

17. Deng Xiaoping, “En todo hay que partir de la realidad de la etapa primaria del socialismo”, en Textos escogidos de Deng Xiaoping, Vol. 3 (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1994), 260-261.