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Construyendo los nuevos “Tres Anillos”: la configuración de las relaciones exteriores de China ante el desacoplamiento

Cheng Yawen

Cheng Yawen(程亚文)es decano del Departamento de Ciencias Políticas de la Escuela de Relaciones Internacionales y Políticas Públicas de la Universidad de Estudios Internacionales de Shanghái. Con anterioridad ejerció como docente en el Departamento de Teoría de la Guerra e Investigación Estratégica de la Academia de Ciencias Militares del Ejército Popular de Liberación. Sus áreas de investigación incluyen política comparada y estrategias de desarrollo nacional. Se ha interesado durante mucho tiempo en temas como el impacto de la globalización en los países subdesarrollados, las estrategias de desarrollo elegidas por los países subdesarrollados en medio de la globalización y las relaciones entre China y los países subdesarrollados.

La “operación militar especial” lanzada por Rusia contra Ucrania, y el consiguiente estancamiento de las relaciones entre Occidente y Rusia, son acontecimientos históricos que señalan el inminente final de la ola de globalización iniciada en la década de 1980. Los esfuerzos irracionales de Estados Unidos para amedrentar a sus aliados con el fin de que apliquen sanciones criminales contra Rusia y de intimidar a otros países para que tomen partido en este conflicto, han llevado al mundo a un estado que recuerda a las mortíferas luchas globales del siglo XX. Estos acontecimientos constituyen un gran desafío para China. El fin de esta tendencia de globalización significa que el país ya no dispondrá del mismo contexto de desarrollo que ha gozado en los últimos cuarenta años, y que Estados Unidos probablemente intensificará su presión para restablecer su dominio sobre el sistema internacional y desvincularse de China y Rusia. El mundo ha experimentado un cambio de paradigma[1]. Ante una posible desvinculación forzosa y completa de Estados Unidos y los países occidentales, China debe tomar la iniciativa y ajustar su orientación exterior estratégica, redefiniendo las prioridades de los países con los que se relaciona para desarrollar un nuevo orden internacional que lo salvaguarde contra las repercusiones de este desacoplamiento.

La regla tácita del orden internacional: la estructura de poder centro-periferia

Transcurridas tres décadas desde el colapso de la Unión Soviética, las relaciones entre Rusia y Occidente han sido vacilantes. Al comienzo, Rusia mantuvo lazos amistosos con Estados Unidos y los países occidentales, luego se fue distanciando de ellos y ahora ha entrado en una feroz confrontación. La evolución de esta relación refleja los límites políticos de la globalización. A diferencia de las nociones románticas de este proceso impuestas tras el final de la Guerra Fría, lo cierto es que esta época fue testigo del establecimiento de la hegemonía estadounidense y del desmembramiento de la Unión Soviética y del campo socialista. Este proceso de globalización y la búsqueda estadounidense de la supremacía mundial son dos caras de la misma moneda; se condicionan y promueven mutuamente. Esta situación no puede continuar indefinidamente debido a la incapacidad del sistema de fomentar la igualdad internacional, con los países desarrollados y en desarrollo, atrapados en una relación de Estados dominadores y dominados. Por un lado, la globalización se abandona, se invierte o se rediseña cuando se vuelve en contra de sus creadores, amenazando su superioridad. Por otro lado, los países seguirán resistiendo cuando los Estados poderosos persigan implacablemente la dominación[2]. La operación militar especial de Rusia contra Ucrania fue el resultado de la naturaleza dominadora de esta fase de globalización, y ha llevado al sistema dominado por Estados Unidos a un punto muerto.

La expansión hacia el Este de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que se ha prolongado durante décadas, es el principal motivo del ataque preventivo de Rusia. La expansión militar no era sólo una cuestión de seguridad, sino también económica, como parte de los esfuerzos de Estados Unidos por marginar a Rusia. Los esfuerzos de Rusia por aprovechar la globalización para alcanzar el desarrollo nacional y convertirse en un país central en el orden mundial, iban en contra de la lógica de la globalización liderada por Estados Unidos. Los principales intereses del capital mundial, y en particular del capital financiero, se han centrado en la energía, los cereales y los minerales de Rusia, sectores que pueden explotar para obtener beneficios desmesurados. Sin embargo, durante el mandato del presidente ruso Vladimir Putin, el Estado ha reforzado su control sobre sectores clave relacionados con la seguridad nacional y los medios de subsistencia de la población, y ha tratado de construir una unión económica euroasiática con el objetivo de crear espacio para su propio crecimiento económico. Ésto ha molestado al capital extranjero. La expansión de la OTAN hacia el Este es una manifestación del control que ejerce el capital sobre la política para lograr la expansión del mercado. Si Rusia no puede responder eficazmente a los esfuerzos por reducir su espacio de desarrollo y exacerbar su marginación, se verá aún más confinada a ser productora de bienes primarios y perderá el acceso a la política de las grandes potencias, lo que aumentará la probabilidad de una crisis política interna, que las élites rusas desean evitar.

La estructura de poder del orden mundial contemporáneo ha quedado al descubierto con la expansión oriental de la OTAN y el amplio régimen de sanciones impuesto por los países occidentales a Rusia. Tras la Segunda Guerra Mundial, el sistema colonial europeo comenzó a desvanecerse y, durante la última mitad del siglo XX, el orden mundial se centró en las Naciones Unidas y en el derecho internacional, concretamente en el principio de la igualdad soberana de los Estados. Sin embargo, el orden jerárquico centro-periferia del sistema colonial europeo no ha desaparecido realmente, sigue existiendo de forma implícita y oculta. Las jerarquías absolutas de poder que imponía el régimen colonial han sido sustituidas por un orden internacional basado en responsabilidades “comunes pero diferenciadas”, en el que los Estados son soberanos iguales en apariencia, pero desiguales en su ejercicio real del poder[3]. Aunque Estados Unidos y sus aliados se refieren a este sistema internacional como un orden “basado en reglas”, en el cual todas las naciones están obligadas a observar las mismas normas, en realidad gira en torno a Occidente y no a la ONU y al derecho internacional.

La hegemonía estadounidense de posguerra es la encarnación moderna del orden mundial centro-periferia. El Grupo Internacional de los Siete (G7), creado en la década de 1970, celebra reuniones anuales en las que Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, el Reino Unido y Estados Unidos debaten no sólo los asuntos de estos siete países, sino también cuestiones globales para las que negocian y determinan las normas internacionales. El llamado orden basado en reglas es, de hecho, un orden basado en las normas elaboradas por los países occidentales y sus aliados. Lo que importa aquí es quién hace las reglas. En este sistema global, la división del trabajo, la oferta monetaria, la producción industrial y la elaboración de normas son competencia exclusiva de unos pocos países selectos. La posición privilegiada de estos países se rompería si otras naciones intentaran unirse a su club y pertubaran la autoridad normativa, el dominio monetario y la superioridad tecnológica mantenidos a través del régimen de derechos de propiedad intelectual. El inesperado ascenso económico de China en las últimas décadas ha roto precisamente este orden mundial centro-periferia de posguerra, amenazando los privilegios estructurales de los países occidentales, que nunca habían imaginado que China pudiera entrar en el centro de la escena mundial (aunque China sólo se está acercando a esta posición y aún no ha llegado). Por ello, en los últimos años, Estados Unidos ha calificado a China de “competidor estratégico” y se ha mostrado dispuesto a utilizar cualquier medio para frenar su desarrollo.

La expansión de la OTAN hacia el este y el intento de Washington de contener a China sugieren que Estados Unidos y los países occidentales sólo buscan mantener y reforzar sus propias posiciones de poder en el orden mundial. El conflicto entre Rusia y Ucrania y las exhaustivas sanciones occidentales contra Rusia han puesto aún más de manifiesto la verdad sobre el sistema global: la mayor parte del mundo se encuentra en el “sector rural” de la periferia global, mientras que sólo unos pocos países selectos se sientan en las “ciudades” del centro global, en cuyo núcleo se encuentra Estados Unidos. Estos países no desean que el “mundo rural” se convierta en “urbano”, como es su caso. China y Rusia obstaculizan el “centro de la ciudad” global en dos aspectos claves: por su fuerte capacidad para controlar el capital, puesto que ambos países son los territorios más grandes que quedan en el mundo sin ser sometidos a la dominación arbitraria de la globalización capitalista; y por su fuerza nacional que es mucho mayor a la de la mayoría de los países y contiene los esfuerzos del “centro de la ciudad” por controlar aún más el “campo” de la periferia global. Durante esta oleada de globalización, China ha abandonado el “campo” por la “ciudad” con su fuerte crecimiento económico y el aumento general de su poderío nacional. Los países del centro, a pesar de sus anteriores elogios entusiastas a la globalización, lideran ahora los esfuerzos de “desglobalización”, poniendo de manifiesto los límites de la universalidad del orden internacional de posguerra. China y las demás naciones del “campo” que se unen a las “ciudades” constituyen un proceso sencillamente intolerable para los países centrales.

La base de apoyo al multilateralismo está en el Sur Global

Desde los años 80, China ha impulsado la reforma y la apertura y ha promovido la cooperación internacional, incluyendo, en la última década, una propuesta para la construcción de “una comunidad con un futuro compartido para la humanidad” (人类命运共同体, rénlèi mìngyùn gòngtóngtǐ). Estos esfuerzos se remontan a la antigua idea china de “la gran unidad bajo el cielo” (天下大同, tiānxià dàtóng). No obstante, esta “gran unidad” no puede lograrse sólo con el deseo de China. En el contexto actual de hostilidad total de Occidente, liderado por Estados Unidos, hacia Rusia y China, el mundo no puede contemplarse ya de forma mecánica y suponer simplemente que está unido en torno a la paz y el desarrollo. Por el contrario, es necesario considerar seriamente las amenazas de la competencia, el conflicto y la guerra; incluso si se excluye la guerra de los resultados probables, está claro que ya no es posible para China seguir su camino de desarrollo en el sistema de globalización dominado por Occidente. Por ello, China debe reconsiderar su respuesta a la pregunta primordial en materia de relaciones exteriores: ¿qué países son socios potenciales para China, ahora y en el futuro, y con qué países tendrá China dificultades para establecer o mantener asociaciones?

Como bien dice un conocido refrán chino, las cosas similares se agrupan y las personas similares encajan (o, los pájaros del mismo plumaje vuelan juntos). Lo mismo ocurre con las naciones: aquellas que comparten experiencias, contextos y retos similares tienen más probabilidades de establecer una relación de cooperación duradera. Desde el siglo XIX, el mundo ha experimentado una transformación global impulsada por tres componentes claves: la industrialización, la construcción racional del Estado y las ideologías de progreso, pasando de un mundo policéntrico sin un centro dominante a un orden centro-periferia altamente interrelacionado y jerárquico, en el que el centro de gravedad residía en Occidente[4]. Entre mediados y finales del siglo XIX y principios del XX, el imperialismo y la globalización eran dos caras de la misma moneda: el imperialismo ha impulsado la globalización, mientras que la globalización ha reforzado el imperialismo. Juntos, estos procesos relacionados han atrapado a las naciones periféricas del mundo en una prisión de subdesarrollo, de la que es extremadamente difícil liberarse. Occidente, como antiguo centro del sistema internacional y cuna del imperialismo, produjo tanto el orden colonial moderno como el sistema de hegemonía estadounidense que ha dominado el mundo desde mediados y finales del siglo XX. Mientras tanto, muchos movimientos revolucionarios, en concreto las luchas anticoloniales del siglo pasado, han combatido para superar la desigualdad y la injusticia de esta estructura de poder global centro-periferia.

En este orden mundial desigual, los países centrales no acogen de forma justa a los países periféricos en el centro y se oponen a las revoluciones en la periferia. En consecuencia, para liberarse de la subordinación y la explotación, los países periféricos tienen que trabajar juntos y, en ocasiones, explotar las fisuras entre los Estados del centro, cooperando tácticamente con los Estados centrales cuando ello puede hacer avanzar la lucha. A lo largo del siglo pasado, durante la Revolución China y la consolidación del poder estatal, las principales fuerzas externas de las que China dependía para obtener apoyo, procedían de la periferia mundial. En la primera mitad del siglo XX, el Partido Comunista de China (PCCh) era miembro de la Internacional Comunista, una alianza de actores estatales y no estatales entre los pueblos colonizados y oprimidos del mundo. Durante la Guerra de Resistencia contra la Agresión Japonesa (1931-45), China se unió a la Guerra Antifascista Mundial, defendió la bandera antiimperialista e impulsó la lucha por desmantelar las desiguales estructuras globales creadas por los Estados imperialistas. Tras la fundación de la República Popular China (RPC) en 1949, China puso mucho énfasis en la cooperación con los países del Tercer Mundo y apoyó los movimientos anticoloniales y el desarrollo posterior a la independencia en Asia, África y América Latina. Especial importancia tuvo la participación activa de China en la Conferencia de Bandung de 1955 -un paso fundamental para la posterior creación del Movimiento de Países No Alineados en 1961-, donde fue bien recibida su propuesta de los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica (和平共处五项原则, hépíng gòngchǔ wǔ xiàng yuánzé) para las relaciones internacionales. La conferencia se convirtió en un hito en las relaciones de China con el Sur Global, donde la cooperación y la solidaridad cobraron un impulso positivo[5]. Con el apoyo de los países periféricos, la RPC recuperó su legítimo lugar en las Naciones Unidas en 1971, convirtiéndose en miembro permanente del Consejo de Seguridad.

La solidaridad y el apoyo mutuos entre China y los países de Asia, África y América Latina han seguido siendo una característica clave del enfoque chino de las relaciones internacionales, que hace hincapié en la cooperación multilateral con los países en desarrollo del Sur Global para defender la soberanía nacional y el desarrollo en una lucha conjunta contra el orden internacional desigual e injusto estructurado por los países centrales. A pesar de centrarse en las relaciones con los países periféricos, en el marco de la “diplomacia omnidireccional” (全方位外交, quán fāngwèi wàijiāo), China sigue abierta a entablar y desarrollar una cooperación amistosa con los países desarrollados occidentales y otras grandes potencias. Sin embargo, cabe señalar que, en el pasado, la interacción y cooperación entre China y los países centrales siempre conllevaba dos condiciones previas: por un lado, China insistía en desarrollar sus relaciones exteriores basadas en la independencia, la igualdad y el beneficio mutuo, oponiéndose a las jerarquías de poder existentes en las relaciones internacionales. Por otro lado, los países centrales ponían un techo a su colaboración con China: no se podía alterar la posición de los países occidentales en el centro de la estructura de poder mundial. Cuando no se cumplía alguna de estas dos condiciones previas, China, como miembro del mundo en desarrollo, se enfrentaba a serias dificultades para profundizar en su cooperación con los países occidentales, especialmente en cuestiones políticas.

Ajustando las prioridades geográficas de las relaciones exteriores de China

En los últimos cuarenta años, China ha intentado colaborar con todas las demás naciones, dejando a un lado las diferencias ideológicas y las disparidades institucionales entre países. Poco a poco, las relaciones internacionales de China llegaron a guiarse por la siguiente lógica: las grandes potencias son la clave; las zonas circundantes son la primera prioridad; los países en desarrollo son los cimientos; y los foros multilaterales son el escenario importante. Sin embargo, este modelo ha ido encontrando cada vez más obstáculos a medida que la actual era de la globalización llega a su fin. El proceso iniciado por Estados Unidos de desacoplamiento de China en términos de intercambios económicos, tecnológicos, de conocimiento y entre personas -un proceso en el que Washington ha coaccionado a otros países occidentales para que se sumen a él- no tiene visos de revertirse, por el contrario, podría intensificarse aún más como consecuencia de la guerra entre Rusia y Ucrania.

Desde su fundación en 1949, la RPC ha experimentado varios cambios significativos en la dirección de su política exterior. Todos ellos en respuesta a situaciones históricas específicas, desde la defensa de los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica en los primeros años de la RPC, pasando por la Teoría de los Tres Mundos propuesta en el contexto de la normalización de las relaciones entre China y Estados Unidos en la década de 1970, hasta el énfasis en el desarrollo de asociaciones con países occidentales como parte de la transición hacia la reforma y la apertura después de 1978. La situación actual se caracteriza por lo que el presidente chino Xi Jinping ha denominado “grandes cambios nunca vistos en un siglo” (百年未有之大变局, bǎinián wèi yǒu zhī dà biànjú) y por la creciente tendencia de los Estados occidentales a suprimir los desafíos a su autoridad. Especialmente en el periodo transcurrido desde que estalló la guerra entre Rusia y Ucrania, los Estados occidentales han revelado su voluntad de confabularse, presionar y contener a los países en desarrollo, una característica del actual orden dominado por Occidente que socavará las relaciones internacionales durante algún tiempo. China no puede evitar sentirse altamente alarmada por las medidas punitivas que Occidente ha impuesto a Rusia, ya que también podrían imponerse a China de manera similar en el futuro. Por esta razón, es urgentemente necesario que China reevalúe su tradición multilateralista y reoriente la configuración geográfica de sus relaciones exteriores, reforzando sus asociaciones con los países en desarrollo del Sur Global para fomentar un nuevo entorno internacional que favorezca la seguridad nacional y el desarrollo a largo plazo de China.

En 1974, Mao Zedong expuso su Teoría de los Tres Mundos, que clasificaba a los países del mundo en tres grandes grupos, requiriendo cada uno de ellos un planteamiento distinto de compromiso por parte de China. El tercer grupo, integrado por los países en desarrollo del Tercer Mundo, era el principal objetivo de China, que también formaba parte del Tercer Mundo. El gobierno y el pueblo chino apoyaban firmemente las justas luchas de todos los pueblos y naciones oprimidos. Basándose en las prácticas y experiencias previas de China en materia de relaciones exteriores, la teoría esbozaba prioridades espaciales para los vínculos de China con otros países y proporcionaba una importante guía ideológica para el planteamiento del país respecto a la cooperación Sur-Sur. Actualmente, esta teoría sigue siendo de gran relevancia y debería guiar la reconfiguración de las prioridades espaciales de las relaciones exteriores de China. Contrariamente al énfasis puesto en la colaboración con los países occidentales desde que se iniciaron la reforma y la apertura hace cuatro décadas, China necesita ahora poner en primer plano el avance del proyecto Sur-Sur.

Trátese de asuntos diplomáticos, de desarrollo a largo plazo o de rejuvenecimiento nacional, los acuerdos estratégicos exteriores de China tendrán que dar prioridad durante un período de tiempo considerable a la relación con los países del Sur Global. China debería definir sus relaciones exteriores y promover la construcción de un nuevo orden global bajo el marco de los “tres anillos” (三环, sān huán). El primer anillo se refiere a las regiones vecinas de China de Asia Oriental, Asia Central y Oriente Medio, que presentan importantes consideraciones en materia de recursos, energía y seguridad. El segundo anillo lo constituyen los países en desarrollo de Asia, África y América Latina, con los cuales China participa en proyectos de comercio, inversión e infraestructuras, a los que China entrega principalmente su ayuda exterior. Por último, el tercer anillo lo conforman Estados Unidos, los países europeos y otras naciones industrializadas con las que China intercambia productos industriales, tecnologías y conocimiento.

En el nuevo marco de los “tres anillos”, la primera y principal prioridad de China para ayudar a construir un nuevo sistema internacional debe ser el primer anillo, es decir, Asia Oriental, Asia Central y Oriente Medio. Es necesario reforzar el compromiso y la cooperación entre los países asiáticos para seguir promoviendo la integración económica de Asia Oriental y los vínculos con Asia Central y Oriente Medio. En los últimos años, mediante la promoción de la diplomacia económica, China ha hecho considerables progresos en el avance de la integración económica de Asia Oriental y la cooperación económica con muchos países asiáticos. El último gran avance en la integración económica de Asia Oriental se hizo realidad el 1 de enero de 2022, cuando, tras años de negociación, entró finalmente en vigor la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés). Sin embargo, los intercambios económicos entre los países de Asia Oriental en los últimos años se han visto cada vez más afectados por fuerzas extrarregionales y cuestiones de seguridad, con disputas sobre los derechos marítimos en el Mar de China Meridional y la estrategia “Indo-Pacífica” de Washington alimentando la incertidumbre en la región. Para evitar que fuerzas externas exploten los problemas internos de Asia, China debería alejarse de la “supremacía del PIB”, o de un enfoque estrecho en asuntos económicos, que priorizaba anteriormente en sus relaciones exteriores, prestar más atención a las agendas políticas y de seguridad de la región y promover una mayor cooperación en materia de seguridad entre los países asiáticos.

La cooperación Sur-Sur es la base material de los nuevos “tres anillos”

La base material del nuevo marco de los “tres anillos” es la cooperación Sur-Sur, un concepto que surgió a finales del siglo XX en relación con los intereses mutuos, el apoyo y la solidaridad entre los países del Tercer Mundo[6]. A partir del siglo XXI, se sientan nuevas bases para la cooperación Sur-Sur, lo que hace que el concepto sea más realizable en la realidad. La principal razón de ello es que, en las últimas décadas, varios países en desarrollo de Asia, África y América Latina han podido industrializarse o casi industrializarse “subiendo por la escalera prestada”, aprovechando las oportunidades que ofrece la ola de la globalización. Un nuevo sistema mundial de producción y circulación de materiales ha tomado forma en estos países y va camino de eclipsar la “escalera” original de la globalización construida por los países occidentales. Este nuevo sistema global se ha manifestado en dos aspectos importantes.

En primer lugar, la participación de los países en desarrollo en la economía mundial ha cambiado significativamente. En 1980, los países desarrollados representaban el 75,4% del PIB mundial, mientras que los países en desarrollo representaban menos del 25%. Sin embargo, en 2021, la participación del primer grupo en el PIB mundial había caído a un 57,8%, mientras que la del segundo había aumentado hasta el 42,2%[7]. El PIB combinado de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) más Turquía, Corea del Sur e Indonesia, en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA), pasó del 21% de la economía mundial en 1992 al 37,7% en 2021, mientras que la participación combinada de los países del G7 se redujo del 45,8% al 30,7% en el mismo periodo[8].

En segundo lugar, el comercio y la inversión recíproca entre países en desarrollo también han pasado a ser fundamentales. De 1997 a 2010, el comercio entre China y los Estados africanos se multiplicó por un 22,4 y el comercio con los Estados latinoamericanos se multiplicó aproximadamente por 22; y de 2010 a 2021, el comercio entre China y África y entre China y América Latina se multiplicará por 2 y por 2,5, respectivamente[9]. De 2000 a 2018, el comercio entre China y los Estados árabes pasó de 15.200 millones de dólares a 244.300 millones de dólares, lo que supone multiplicarse por 16 en menos de veinte años[10]. Otras economías emergentes, como Brasil e India, han incrementado considerablemente su comercio con los países en desarrollo. De 2003 a 2010, el comercio de Brasil con los Estados árabes se multiplicó por cuatro, mientras que su comercio con los Estados africanos se multiplicó por cinco, alcanzando un total de 26.000 millones de dólares, una cifra superior al comercio de Brasil con socios comerciales tradicionales como Alemania y Japón; y de 2010 a 2019, el comercio de Brasil con los Estados árabes y africanos aumentó un 98% y un 68%, respectivamente[11]. Del mismo modo, desde 2001, el comercio de la India con los Estados africanos ha crecido a una tasa media anual de 17,2% y, de 2011 a 2021, se multiplicó por 2,26[12]. El comercio de la India con los Estados latinoamericanos, así como con la región de Oriente Medio y el Norte de África, ha experimentado un crecimiento similar. Los volúmenes comerciales entre los países en desarrollo crecen a un ritmo más rápido que la media mundial, mientras que el comercio con los países desarrollados sigue disminuyendo.

Dentro del mundo en desarrollo, en Asia ha surgido una red de cooperación económica especialmente importante, centrada en torno a China. Así lo demuestran las siguientes cuatro tendencias:

  1. Asia vuelve a ser el centro de gravedad de la economía mundial. En 1980, los países en desarrollo de Asia sólo representaban el 13,7% del PIB mundial; sin embargo, su participación aumentaría hasta el 24,7% en 2010 y alcanzaría el 35,8% en 2021[13]. En el caso de los países de Asia Oriental (incluidos China, Japón, Corea del Sur y diez países del Sudeste Asiático), en 1980 su participación en el PIB mundial solo rondaba el 16,2%, pero en 2020 se había más que duplicado, alcanzando el 30%[14]. Mientras tanto, entre los quince países miembros del RCEP, en 2020, el conjunto de su población alcanzaba los 2.270 millones de habitantes, el PIB acumulado ascendía a 26 billones de dólares, y el total de importaciones y exportaciones superaba los 10 billones de dólares, lo que suponía alrededor del 30% del total mundial[15]. Según HSBC, se estima que el tamaño acumulado de las economías del RCEP se ampliará hasta alcanzar el 50% de la economía mundial en 2030[16].
  2. El comercio y la inversión mundial también se están desplazando hacia Asia, cuya participación en el comercio mundial ha aumentado de forma constante, pasando del 15,7% en 1980 a 22,2% en 1990, a 27,3% en 1995, a 26,7% en 2000, a 25,6% en 2001 y a 36% en 2020. En la actualidad, Asia es la principal región comercial del mundo[17].
  3. El nivel del comercio intrarregional empequeñece el del comercio extrarregional en Asia. Entre 2001 y 2020, el comercio interior total de Asia pasó de 3,2 billones de dólares a 12,7 billones, con una tasa media de crecimiento nominal anual de 7,5%. Durante el mismo periodo, la participación de Asia en el comercio mundial total aumentó de 25,6% a 36,0%[18]. En 2020, el comercio intrarregional de Asia representó casi al 58,5% de todo su comercio exterior[19].
  4. Asia Oriental y Occidental se están acercando económicamente. Los principales destinos de la energía de Oriente Medio han pasado de Estados Unidos y Europa a Asia Oriental y Meridional.

En la actualidad, los países en desarrollo han conformado la estructura preliminar de un nuevo sistema económico mundial, pero es necesaria una mayor sinergia entre ellos para alcanzar un mayor grado de conectividad económica, así como una mayor influencia política en el ámbito internacional y liberarse del control y la coerción de Occidente. En la última década, China se ha convertido en la mayor economía real del mundo (en lo que respecta a la producción e intercambio de bienes y servicios) y en la segunda economía global, así como en el mayor socio comercial de la mayoría de los países del mundo. En 2021, la participación mundial del sector manufacturero chino era de casi el 30%. Como país que produce la mayor cantidad de bienes materiales del mundo, China se encuentra en una posición similar a la de Estados Unidos en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial (en su punto álgido, en 1953, Estados Unidos representaba aproximadamente el 28% de la producción industrial mundial). Lo que China puede y debe hacer es tomar la iniciativa para impulsar una estrategia global que mejore el sistema de intercambio mundial de materiales entre los países en desarrollo, es decir, que haga efectivamente realidad la cooperación Sur-Sur.

Sin embargo, persisten las deficiencias. El comercio y las inversiones actuales entre países en desarrollo siguen dependiendo en gran medida de las redes financieras y monetarias dirigidas por Occidente. Para que los países en desarrollo sigan aumentando su autonomía económica y política, y para que las economías emergentes adquieran niveles de influencia política en el sistema mundial en proporción a sus escalas económicas, deben superar su dependencia financiera y monetaria de Occidente. Por lo tanto, para construir un “nuevo sistema internacional de tres anillos”, los países en desarrollo deben tener en cuenta no sólo los factores geopolíticos tradicionales, sino también los sistemas mundiales de finanzas e información. En los últimos años, China ha explorado esta posibilidad desarrollando swaps de divisas con varias economías de mercado emergentes. Es preciso crear un mecanismo de cooperación financiera y monetaria más amplio y de mayor nivel entre los países en desarrollo. Para ello, es importante aprovechar las plataformas y mecanismos existentes que pueden potenciar la cooperación Sur-Sur, entre ellos, actualizar y transformar el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII) y el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), creados por los países BRICS para avanzar en un sistema de pagos internacional autónomo; reforzar la cooperación financiera y en materia de seguridad en el marco de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), en particular entre China, Rusia, India e Irán cooperación (cabe señalar que Rusia también es un país en desarrollo y que las economías china y rusa son muy complementarias); seguir promoviendo la integración económica de Asia Oriental en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), con un esfuerzo especial para consolidar los logros del RCEP; construir un mercado común de la energía en Asia, de modo que los compradores de Asia Oriental y Meridional y los vendedores de Oriente Medio, Asia Central y Rusia puedan compartir la misma red de comercio y pago de energía; hacer un uso adecuado del mecanismo de la Cumbre de los BRICS, profundizando así en la cooperación Sur-Sur; y promover la diversificación del sistema monetario internacional y la internacionalización del RMB en el contexto de la cooperación Sur-Sur, así como apoyar el estatus internacional del euro al tiempo de protegerse contra la hegemonía del dólar estadounidense.

Hace cien años, los dirigentes del PCCh propusieron la estrategia revolucionaria de “rodear las ciudades desde las zonas rurales” (农村包围城市, nóngcūn bāoweí chéngshì). En la actual era de “grandes cambios nunca vistos en un siglo”, China y los países en desarrollo necesitan desmantelar el orden mundial centro-periferia, superar la hostilidad de los países occidentales y mejorar la solidaridad y la cooperación dentro del “sector rural” global. El fortalecimiento de la cooperación Sur-Sur creará condiciones favorables y movilizará recursos para la construcción de un nuevo sistema mundial de “tres anillos”, que puede aliviar las tensiones internacionales y permitir a los países en desarrollo, incluida China, ocupar el lugar que les corresponde en el centro del orden económico y político mundial. Tras más de cuarenta años de reforma y apertura, China debe ajustar su concepción de la “apertura” y transformar su forma de entender las relaciones exteriores. Por supuesto, debe seguir intentando mantener su cooperación con Occidente mientras sea posible y mientras éstos no tomen la decisión de enfrentarse completamente a China.

Nota: Este artículo fue editado por Guo Jinze.

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Notas del autor

1. Cheng Yawen, “Understanding the Paradigm Shift in the Characteristics of the Times” [理解时代特征的范式性变革], Academic Frontiers [学术前沿], no. 15 (2022): 42-53.

2. Cheng Yawen, “Political Limits of Globalisation” [全球化的政治限度], Dushu [读书], no. 11 (2020).

3. Cheng, “Understanding the Paradigm Shift”.

4. Barry Buzan y George Lawson, The Global Transformation: History, Modernity, and the Making of International Relations [全球转型:历史、现代性与国际关系的形成], trad. Sui Shunji (Shanghai People’s Publishing House, 2020).

5. Hong Liu, “China Engages the Global South: From Bandung to the Belt and Road Initiative”, Global Policy 13, no. S1 (2022): 11-22.

6. Para la edición internacional de este artículo, las estadísticas se han actualizado para reflejar los datos más recientes.

7. Calculado a partir de la base de datos de “Perspectivas de la economía mundial del FMI (octubre de 2022)”, https://www.imf.org/external/datamapper/NGDPD@WEO/OEMDC/ADVEC/WEOWORLD.

8. Calculado a partir de la base de datos de “Perspectivas de la economía mundial del FMI (octubre de 2022)”, https://www.imf.org/external/datamapper/PPPSH@WEO/OEMDC/ADVEC/WEOWORLD/BRA/RUS/IND/CHN/ZAF/TUR/IDN/KOR/MAE.

9. En 1997, el valor del comercio entre China y África fue de 5.673 millones de dólares y el de China y América Latina de 8.376 millones, según el Anuario Estadístico de China de 1999. En 2010, el valor comercial entre China y África era de 127.000 millones de dólares y el de China y América Latina de 183.600 millones, según el Anuario Estadístico de China 2021. Por último, en 2021, el valor comercial entre China y África fue de 254.300 millones de dólares y el de China y América Latina fue de 451.591 millones de dólares, según la Administración General de Aduanas de China.

10. Jing Kai, “New chapter opens for China-Arab economic and trade cooperation” [中阿经贸合作奏响新乐章], Guangming Daily [光明日报], 5 de septiembre de 2019.

11. Calculado según los datos de la Solución Comercial Integrada Mundial (WITS), programa informático desarrollado por el Banco Mundial, en colaboración con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), que proporciona acceso a información estadística sobre comercio internacional, aranceles y medidas no arancelarias; “Brazil to play an ambitious global role” [巴西要在全球扮演雄心勃勃角色], Reference News [参考消息], 2 de septiembre de 2010.

12. Sun Xiaohan, “Analysis of the Current Situation and Prospects of India’s Investment and Trade with Africa” [印度对非投资贸易现状分析与前景展望], China Investment [中国投资], septiembre de 2021.

13. Calculado a partir de la base de datos de “Perspectivas de la economía mundial del FMI (octubre de 2022)”, https://www.imf.org/external/datamapper/NGDPD@WEO/WEOWORLD/APQ/CAQ/MEQ/JPN/AZQ. Se entiende por países en desarrollo de Asia las regiones designadas por el FMI de Asia y el Pacífico, Asia Central y el Cáucaso, y Oriente Medio, excepto Japón, Australia y Nueva Zelanda.

14. Calculado a partir de la base de datos de “Perspectivas de la economía mundial del FMI (octubre de 2022)”, https://www.imf.org/external/datamapper/NGDPD@WEO/OEMDC/ADVEC/WEOWORLD/EAQ/SEQ.  Se entiende por Asia Oriental las regiones de Asia Oriental y Asia Sudoriental designadas por el FMI.

15. Zhu Xiaoxiong y Li Pan, “How Effectiveness of RCEP Will Benefit World Economy” [RCEP生效,世界经济受益几何], Guangming Daily [光明日报], 4 de enero de 2022.

16. Li Ning, “RCEP Becomes Official! World’s Largest FTZ Starts” [RCEP正式生效!世界最大自贸区启航], International Business Daily [国际商报], 3 de enero de 2022.

 17. Wing Chu y Yuki Qian, Tapping the RCEP Opportunities: Hong Kong to Maximise GBA’s Unique Edge as a Business Platform, Hong Kong Trade Development Council (HKTDC) y ACCA, 18 de noviembre de 2021, https://portal.hktdc.com/resources/RMIP/20211112/67htt6r-QUNDQSZIS1REQyBSZXBvcnRfR0JBX1JDRVBfRU4=.pdf.

18. Chu y Qian, Tapping the RCEP Opportunities.

19. Foro de Boao para Asia, Annual Report 2022: Asian Economic Outlook and Integration Process, abril de 2022.