Las nuevas formas de socialismo en el siglo XXI | 20.12.2023

Las nuevas formas de socialismo en el siglo XXI

Pan Shiwei

Pan Shiwei (潘世伟) es presidente honorario del Instituto de Marxismo Chino de la Academia de Ciencias Sociales de Shanghái. Su investigación se centra en el socialismo chino, la construcción del partido y el desarrollo político. Algunas de sus obras destacadas incluyen Un Estudio del Modelo Chino y Anuario de Investigación Socialista Mundial.

Las nuevas formas de socialismo en el siglo XXI” (新时代,新自觉——如何在当下重新思考社会主义) fue publicado originalmente en la edición N°3 de Wenhua Zongheng (文化纵横), en junio de 2023.

Después de tres décadas de expansión desde el final de la Guerra Fría, el capitalismo liberal se encuentra actualmente en medio de una crisis. El mundo está inmerso en una nebulosa de incertidumbre debido a los considerables desafíos que plantean la recesión económica, los conflictos geopolíticos, las fracturas sociales y las nuevas tecnologías disruptivas. En este contexto histórico crucial, es imperativo revitalizar el socialismo y continuar desarrollando teorías socialistas adaptadas a las nuevas condiciones del siglo XXI, abriendo camino hacia un futuro renovado para la humanidad.

La humanidad ha recorrido un extenso trayecto desde mediados del siglo XIX, cuando Marx y Engels llevaron a cabo la transformación fundamental del socialismo. De utopía pasó a convertirse en una ciencia, como lo sintetizaron de manera célebre en El Manifiesto Comunista. A lo largo de los últimos 175 años, generación tras generación de socialistas ha seguido los pasos de Marx y Engels. Se han dedicado de forma incansable a elevar el socialismo de un mero concepto ideológico a una lucha de clases, manifestada en organizaciones políticas, revoluciones sociales, gobiernos y diversas formas de civilización. El desarrollo histórico del socialismo puede ser categorizado en tres formas principales.

El socialismo clásico en los centros del capitalismo europeo

El surgimiento del movimiento socialista tuvo su origen en Europa, y no fue coincidencia que su transición de utopía a ciencia se llevara a cabo en esta región. Europa se benefició significativamente del desarrollo del capitalismo, consolidándose como la región más avanzada del mundo. Los países europeos lideraron este proceso, porque al ser pioneros en la Revolución Industrial, generaron una nueva y potente fuerza productiva.

A nivel interno, emergió una nueva clase dominante: la burguesía. Mediante diversas formas de revolución burguesa, esta clase tomó sucesivamente el control en varios países europeos, dando origen a estructuras sociales, políticas, de mercado y culturales, que incluyeron la formación del Estado-nación moderno. Los avances y transformaciones de la modernización capitalista temprana, finalmente marcaron el fin de la era medieval en Europa, que hasta entonces había sido un período algo oscuro.

Externamente, los países europeos que lideraron la modernización, marcaron el preludio de la posterior globalización secular centrada en Europa. Lo hicieron a través de la expansión colonial continua y de medios globales como guerras militares, la propagación religiosa y la agresión cultural. Es importante destacar que, durante este periodo, tanto el desarrollo interno como el desarrollo externo del capitalismo europeo estuvieron intrínsecamente entrelazados, condicionándose mutuamente. El desarrollo interno de la política, la economía, la cultura y la sociedad impulsó y dirigió la expansión externa, y, a su vez, la expansión externa apoyó y reforzó en gran medida el desarrollo interno.

Sin embargo, tras los deslumbrantes logros del capitalismo europeo, una nueva ideología socialista estaba gestándose silenciosamente y abriéndose camino. El desarrollo económico y político del capitalismo europeo creó las condiciones sociales para la aparición del marxismo. Por una parte, el crecimiento de la clase obrera y el auge del movimiento obrero en defensa de sus propios intereses, proporcionaron la base de clase, y por otra, el florecimiento de las ciencias sociales, la filosofía y la economía ofrecieron el entorno intelectual necesario. La conjunción de estos elementos culminó con la publicación del Manifiesto Comunista y el nacimiento del socialismo científico.

Los precursores del socialismo científico, como Marx, Engels y sus contemporáneos, no escatimaron reconocimientos ni elogios por los logros del desarrollo capitalista. Sin embargo, lo que los distinguía de la mayoría de sus coetáneos era su implacable crítica al capitalismo europeo y su firme convicción que el aparentemente próspero sistema capitalista estaba destinado a sucumbir ante su propio canto del cisne. Estos visionarios socialistas señalaron audazmente que, a pesar del desarrollo de las fuerzas productivas y la riqueza material asociada al capitalismo, así como los avances en política, sociedad y cultura, el sistema albergaba profundas contradicciones y deficiencias inherentes que el capitalismo podía aliviar, pero no eliminar. Por ende, el capitalismo no podía ser considerado como la forma definitiva de desarrollo social humano. Surgió en la historia y sería negado por la historia.

Durante este período, los socialistas creían que la capacidad de generar cambios y superar el capitalismo residía en la clase obrera y otras fuerzas sociales que enfrentaban la opresión. Desde su perspectiva, la clase obrera tenía un interés vital de llevar a cabo una revolución para desmantelar el antiguo orden y el sistema capitalista en decadencia, en lugar de someterse a una explotación y opresión continuas por parte de la burguesía. A través de luchas políticas y revoluciones sociales, las clases oprimidas derrocarían a la burguesía, se convertirían en la clase dominante y construirían un sistema más racional y humano en lugar del capitalismo. El paradigma ideal era el socialismo, que con el tiempo evolucionaría hacia una forma más avanzada de desarrollo: el comunismo. Aunque no podían delinearse los detalles precisos de esta futura sociedad ideal, estos pensadores sostenían que inevitablemente la clase obrera y sus partidos políticos progresarían hacia ella.

Y, lo que es aún más crucial, en el proceso de criticar el capitalismo y abogar por el socialismo, esta generación de pensadores socialistas condensó las leyes generales del desarrollo social humano y formuló una visión del mundo y una metodología cuyo núcleo era el materialismo histórico. Esto ha permitido a las generaciones posteriores desarrollar una comprensión más precisa del mundo y del movimiento de la historia humana.

La forma clásica de pensamiento socialista que se gestó en Europa durante este periodo estaba compuesta por tres elementos clave:

1. El socialismo emerge exclusivamente en aquellas sociedades donde el capitalismo ha alcanzado un desarrollo más avanzado. Las fuerzas productivas, las formas políticas y los recursos ideológicos necesarios para erigir el socialismo se generan dentro de las estructuras avanzadas del capitalismo.

2. El capitalismo, tarde o temprano, será inevitablemente superado y trascendido. Por prolongado que sea su dominio, el capitalismo eventualmente se convertirá en un capítulo transitorio en la historia de la humanidad. A pesar de que pueda introducir mejoras internas conforme evolucionan las circunstancias, no logrará la eternidad debido a sus inherentes contradicciones. Una vez cumplida su misión histórica, el capitalismo no podrá evitar ser relegado al pasado.

3. El final del capitalismo marca el comienzo del socialismo. Este último se edificará sobre las fuerzas productivas, la riqueza material, el desarrollo intelectual y la modernización ya creados por la humanidad. Es precisamente sobre esta base, acumulada bajo el sistema capitalista, que el socialismo busca resolver las tensiones y conflictos entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, superar las limitaciones de la propiedad privada de los medios de producción y abordar todas las contradicciones que emanan de este orden. Si bien es cierto que el socialismo es una crítica y una negación del capitalismo, más allá de esto aspira a alcanzar una nueva trascendencia y sublimación. Cuanto más se desarrolla el capitalismo, más prepara las condiciones materiales y de otro tipo para el socialismo. Del mismo modo, a medida que las fuerzas productivas del capitalismo se hacen más avanzadas, las relaciones de producción se hacen más complejas y la gobernanza estatal se hace más sofisticada, también se vuelve más desafiante lograr una mayor productividad, desarrollar fuerzas productivas más avanzadas, garantizar una auténtica equidad y construir una sociedad armoniosa. En otras palabras, la necesidad de construir una nueva sociedad socialista crece en paralelo al avance del capitalismo. La humanidad es capaz de construir esta sociedad mejor.

Los clásicos socialistas ofrecen una narrativa poderosa y llena de vitalidad. Iluminan el camino que la humanidad debe recorrer a través del laberinto del capitalismo e inspirando a las personas a comprometerse en la lucha histórica hacia el socialismo.

Formas transformadoras del socialismo en las colonias y semicolonias

A lo largo del siglo XX, el desarrollo del socialismo tomó un curso notablemente diferente a las expectativas del socialismo clásico. En lugar de seguir una progresión lineal, experimentó fluctuaciones, incluyendo la reversión de revoluciones exitosas y desarrollos socialistas en la Unión Soviética y Europa del Este.

El socialismo no surgió, como se esperaba, en los países capitalistas desarrollados de Europa. En cambio, nuevas áreas de crecimiento emergieron más allá de la visión de los escritores marxistas clásicos. El socialismo surgió fuera del ámbito del capitalismo global, en regiones económicamente subdesarrolladas, y no en los países con las fuerzas productivas más avanzadas. Se desarrolló en naciones no occidentales, y no fue a través de las luchas de clases urbanas tradicionales, sino de los movimientos de liberación nacional en colonias y semicolonias sometidas al imperialismo. Se redefinieron fundamentalmente el significado y la lógica esencial del socialismo. Los notables avances del socialismo en Rusia, China y otros lugares trascendieron el marxismo clásico, generando una forma distintiva de socialismo transformador.

Desde la perspectiva del pensamiento socialista, una característica esencial del capitalismo radica en su expansión global. La invasión y el saqueo de extensas regiones no occidentales resultan imperativos para sostener la prosperidad y el bienestar de los centros capitalistas en Europa. El desarrollo de las naciones ricas se erige sobre el subdesarrollo de las naciones empobrecidas. Así, el capitalismo no solo genera desigualdades internas, sino también externas. Aunque los escritores marxistas clásicos reconocieron el impacto destructivo de la expansión colonial capitalista en el vasto mundo no occidental, diversas condiciones históricas objetivas limitaron el desarrollo de una comprensión sistemática y detallada de este fenómeno.

Fue en la época de Lenin y de otros teóricos marxistas posteriores cuando las luchas de liberación nacional de las colonias y semicolonias contra la agresión capitalista e imperialista recibieron una mayor atención. Reflejando este mayor énfasis, la clásica consigna “¡obreros del mundo, únanse!” se amplió a “¡obreros del mundo y pueblos oprimidos, únanse!”. Aunque en aquel momento la teoría y la práctica socialistas seguían enfocadas en los países capitalistas centrales, la influencia del movimiento socialista europeo en las vastas colonias y semicolonias continuó creciendo. Las críticas socialistas al capitalismo, el ideal y la búsqueda de una sociedad futura mejor, así como el valor y la determinación de la clase obrera y sus partidos para derrocar al viejo mundo, fueron fuentes significativas de inspiración en el mundo colonizado.

El socialismo demostró que era posible para los oprimidos tomar nuevas decisiones y construir nuevas sociedades, convirtiéndose en un recurso intelectual fundamental para estos países en su resistencia contra la agresión y la conquista capitalistas.

En las colonias y semicolonias, se gestó una nueva forma transformadora de socialismo. El desarrollo del socialismo en China ejemplifica numerosos cambios significativos entre las formas clásica y transformadora. Esta innovadora modalidad emergió de la intersección e integración entre la lógica del desarrollo socialista y la lógica propia del progreso en China.

China había permanecido aislada en Oriente durante milenios. La apertura del país fue forzada mediante la guerra de potencias occidentales superiores en términos económicos, militares, tecnológicos y de gobernanza. Este conflicto no solo representó una expedición occidental contra una antigua nación oriental, sino también un impacto destructivo del sistema capitalista emergente contra un orden feudal decadente. La humillación de China, el sufrimiento de su población y el desprestigio de la civilización china impulsaron la resistencia nacional. Aquellos que buscaban la liberación y el renacimiento nacional anhelaban con urgencia nuevas fuentes de inspiración intelectual. Ante el estancamiento intelectual interno, muchos intelectuales chinos volvieron sus ojos hacia el exterior, especialmente hacia los países occidentales altamente desarrollados. En China, se introdujeron diversas ideas occidentales, entre ellas el socialismo y el marxismo. Sin embargo, el socialismo resonó de manera particular entre el pueblo chino.

El encuentro y la integración del socialismo en China fueron resultado de condiciones políticas, temporales y espaciales específicas. Concretamente, tres factores llevaron al pueblo chino a abrazar el socialismo.

1. Las regiones periféricas del mundo, incluida China, se resistían intrínsecamente a la agresión de los países capitalistas occidentales. Como una civilización antigua con una historia rica y propia, China rechazaba la noción de que necesitaba ser descubierta, iluminada o civilizada por las potencias occidentales. Después de sufrir invasiones y saqueos por parte de los países capitalistas occidentales en los siglos XIX y XX, China se inclinó más hacia el socialismo.

2. El socialismo se asociaba con los intereses de los oprimidos, específicamente la clase obrera de los países capitalistas que resistía la dominación burguesa, así como las colonias y semicolonias que se oponían a ser conquistadas por los países capitalistas. Al ser una nación oprimida, el pueblo chino se inclinaba naturalmente a identificarse con otros pueblos oprimidos, lo que lo llevó a sentir atracción por el socialismo.

3. El socialismo evidenciaba los pecados inherentes y la decadencia del capitalismo. A medida que el pueblo chino profundizaba en su comprensión del capitalismo occidental, se volvía cada vez más evidente el lado oscuro oculto tras su fachada glamorosa. Ésta incluía los males de la trata de esclavos, la competencia mundial por las colonias, la difícil situación de los grupos empobrecidos dentro de los países capitalistas y, especialmente, la sangrienta matanza entre los países imperialistas durante la Primera Guerra Mundial. El socialismo representaba la posibilidad de construir una sociedad ideal.

No obstante, en muchas colonias y semicolonias de todo el mundo, más allá de China, las ideas socialistas fueron conocidas pero no integradas de manera similar. Entonces, ¿cómo se explica que el socialismo arraigara en China? La entrada del socialismo en China y la elección de esta ideología por parte del pueblo chino no hicieron más que demostrar la potencialidad del movimiento histórico. Sin duda, para que este potencial se transformara en realidad y arrojara resultados fructíferos, se necesitaron otras condiciones cruciales. Estas condiciones incluían la presencia de una organización de vanguardia ejemplar, una generación de jóvenes dispuestos a sacrificarlo todo, intelectuales empáticos con las masas trabajadoras y líderes que poseían un profundo conocimiento tanto de las condiciones nacionales de China como de la esencia del marxismo. En el siglo XX, todas estas condiciones se cumplieron en China. Por lo tanto, el socialismo pudo enraizar y florecer en suelo chino.

La introducción del socialismo en China cambió la naturaleza de la transformación social en el país. En el esquema del capitalismo mundial, China estaba situada en la periferia, subordinada al núcleo capitalista y sometida a la dominación extranjera. El desarrollo de China y la superación de su estatus semifeudal y semicolonial no eran relevantes para los países capitalistas centrales. Por eso, intentaron definir cualquier transformación social dentro de China y asegurarse de que fuera llevada a cabo por agentes políticos que la dirigieran hacia la homogeneización capitalista y los intereses del núcleo. Este proyecto llegó a su fin con la llegada del socialismo a China, cuando surgió una visión diferente de la transformación social. El Partido Comunista de China (PCCh) reemplazó a los partidos políticos burgueses del país y se convirtió en el líder de la transformación social del país. En este proceso, la clase obrera, junto con el campesinado y otras clases, derrocó a la burguesía y se convirtió en la fuerza motriz de la transformación social de China. El proyecto de transformación social fue rediseñado radicalmente y ahora buscaba los siguientes objetivos: oposición a la agresión, opresión y explotación del capitalismo extranjero en China; oposición al respaldo del capitalismo extranjero a las fuerzas reaccionarias del país; fin del dominio del feudalismo, el capitalismo burocrático y el imperialismo en China; y logro de la liberación e independencia nacionales. El socialismo presentó una visión revolucionaria para China que anulaba por completo el contenido y los métodos propuestos por la burguesía.

La visión socialista de la transformación social también influyó en la forma en que China abordó la construcción de un Estado moderno. Después de la fundación de la República Popular China en 1949, el nuevo Estado no optó por seguir una vía de desarrollo capitalista, sino que persiguió una transición directa hacia el socialismo. En consecuencia, todo el proceso de construcción del Estado siguió este principio, dando forma a la creación de los sistemas políticos, económicos y sociales fundamentales de China. Además, el Estado y sus instituciones se diseñaron teniendo en cuenta las condiciones específicas de China y con el objetivo de asegurar que el pueblo chino fuera el dueño del país. Entre sus características principales se encontraban el liderazgo del PCCh, el sistema de congresos populares que abarcaba desde el nivel local y de aldea hasta el nivel nacional, el sistema de cooperación multipartidista y consulta política, el sistema de autonomía regional étnica y el sistema de gobernanza participativa a nivel comunitario. De este modo, China pudo construir un Estado moderno y lograr la estabilidad política a largo plazo.

Por último, el socialismo reajustó el enfoque chino de la modernización. A medida que la humanidad transitó de sociedades agrícolas a industriales, los países europeos lideraron el proceso inicial de modernización gracias a la ventaja de la revolución industrial. Durante su expansión, impusieron formas incompletas y subordinadas de modernización capitalista a muchos países en desarrollo, incluida China. Este proceso no fue fluido. Se caracterizó por retrocesos, estancamientos y fracasos. Tras la revolución, la República Popular China siguió una vía soberana y no capitalista hacia la modernización. El Partido Comunista de China movilizó y organizó eficazmente a cientos de millones de chinos para promover enérgicamente la industrialización del país, esforzándose por crear los cimientos materiales del socialismo. Este proceso tuvo lugar en un entorno internacional hostil y experimentó una serie de giros durante las primeras décadas tras la revolución. A finales de los años setenta, se abrió un nuevo camino para la modernización de China: la economía socialista de mercado, la participación activa en la economía mundial y la búsqueda de la prosperidad común. Tras el inicio de la reforma y la apertura, China logró un milagro de rápido desarrollo económico a largo plazo, dando grandes pasos en la industrialización, urbanización, avance tecnológico, desarrollo de la economía de mercado y búsqueda de intercambios internacionales. Estos esfuerzos han situado a China en la vanguardia de la modernización mundial.

Los párrafos anteriores proporcionan un resumen general de cómo han surgido nuevas formas de socialismo y desarrollo socialista, haciendo especial referencia al caso de China. La aparición de una forma transformadora de socialismo en China no constituye un proceso común en el desarrollo socialista, aunque pueda tener implicaciones significativas para otros países. En cambio, el surgimiento y expansión de esta nueva modalidad ilustra de manera vívida la diversidad inherente al desarrollo del socialismo.

Construyendo un nuevo modelo de socialismo que pueda superar al capitalismo a través del desarrollo personal

En la segunda mitad del siglo XIX, el socialismo se originó en Europa, adoptando una forma inicial anclada en el desarrollo avanzado del capitalismo. Esta forma original persiste y evoluciona gradualmente. Se manifiesta principalmente en críticas ideológicas y culturales al capitalismo, así como en movimientos sociales y políticos que buscan defender los intereses de las clases oprimidas. Sin embargo, esta variante de socialismo aún enfrenta un camino considerable antes de consolidarse como una fuerza dominante capaz de reemplazar al capitalismo. Este desafío se atribuye, entre otras razones, a las divisiones y variaciones internas en el propio movimiento socialista, así como a la resistencia y adaptabilidad extraordinarias del capitalismo. Fundamentalmente, el socialismo no ha florecido en los países capitalistas desarrollados como lo ha hecho en los países en desarrollo, principalmente debido a la falta de partidos de vanguardia en los primeros, lo que ha permitido que el capitalismo opere con normalidad.

En el siglo XX, el movimiento socialista encontró nuevas oportunidades de desarrollo en regiones no capitalistas del mundo. Países en desarrollo, como China, optaron por no seguir el camino trazado por las naciones capitalistas centrales, rompiendo sus lazos con el capitalismo y convirtiéndose en nuevas áreas de crecimiento para el socialismo. Estos países, enfrentados a sociedades precapitalistas o semicapitalistas y ubicados en posiciones históricas de atraso relativo en términos de desarrollo económico, político, cultural y social, se encontraron ante desafíos a los que las teorías clásicas sobre la transición directa del capitalismo al socialismo no podían ofrecer respuestas adecuadas. Afortunadamente, demostraron una iniciativa y creatividad históricas sin precedentes al llevar a cabo revoluciones de orientación socialista, construcciones nacionales de orientación socialista y modernizaciones de orientación socialista. Como resultado, en los países en desarrollo surgieron teorías y prácticas completamente diferentes de construcción socialista, junto con nuevas formas de desarrollo socialista.

¿Cómo evolucionará y avanzará el socialismo en el siglo XXI? Esta es una pregunta que inquieta a pensadores y profesionales del socialismo por igual. Sin duda, las formas mencionadas de desarrollo socialista y modernización tardía siguen siendo cruciales en los países en desarrollo y en las regiones no capitalistas. Al mismo tiempo, a medida que el socialismo continúa su desarrollo en China, está emergiendo otra forma novedosa. Una vez lograda la modernización socialista, las fuerzas productivas sociales de China, su potencia tecnológica, su fuerza nacional y sus logros en otros aspectos del desarrollo están demostrando la viabilidad de que el socialismo supere al capitalismo, así como la superioridad y el potencial inherentes al socialismo. Para consolidar esta nueva modalidad de socialismo, China debe avanzar más allá de su actual nivel de desarrollo hacia una etapa superior.

Esta nueva forma no puede limitarse a ser una mera extensión de la forma transformadora actual del socialismo. Debe ser significativamente más avanzada. En cierto sentido, esta nueva modalidad supone un retorno al marxismo clásico, ya que debe abordar la cuestión de cómo superar el capitalismo en los países centrales (aunque desde una perspectiva externa). La nueva modalidad aspira a vencer al capitalismo mediante la superación del propio socialismo.

Desde una perspectiva objetiva, esta nueva modalidad está en sus primeras etapas de surgimiento. Actualmente, no tenemos la capacidad de comprender completamente su dirección general y las leyes inherentes que la rigen. Por el momento, solo podemos ofrecer un bosquejo de sus contornos fundamentales. Para fortalecer esta nueva modalidad de socialismo en China, resultan fundamentales las siguientes áreas de desarrollo.

1. Profundizar en una comprensión teórica integral del socialismo y fomentar las capacidades correspondientes para alcanzar un nivel más avanzado de desarrollo. El Partido Comunista de China, liderando el progreso del socialismo en el país, debe comprometerse en una reflexión profunda, una planificación exhaustiva y la formulación de estrategias a largo plazo, adaptándose al mismo tiempo a las circunstancias cambiantes. Resulta crucial que el Partido establezca esta base y la utilice como plataforma para continuar aprendiendo, unificar su pensamiento y establecer un proceso de crecimiento constante. En particular, es esencial que el Partido desarrolle una comprensión integral del estado de desarrollo del país, identifique los obstáculos, evalúe las condiciones propicias y adversas, así como los mecanismos operativos, y adquiera un entendimiento de las experiencias prácticas del capitalismo en Estados Unidos y Europa.

2. Consolidar el desarrollo integral. El progreso de China no se presenta uniforme en todos los sectores, ya que el desarrollo económico, político, cultural, social y ecológico muestra disparidades en términos de avances, prioridades y desequilibrios. Se requiere fomentar un desarrollo armonioso e integrado en estos cinco ámbitos.

3. Impulsar el desarrollo de alta calidad de la productividad y fortalecer la base material. A pesar de los notables avances que ha experimentado China para alcanzar y, en algunos aspectos, superar el desarrollo económico de las principales naciones capitalistas, el país aún enfrenta desafíos considerables en términos de desarrollo adicional de la productividad, eficiencia productiva, tecnología avanzada y riqueza material. Sin lograr estos objetivos, las ventajas inherentes al socialismo no podrán manifestarse plenamente.

4. Fortalecer la madurez institucional y las ventajas distintivas en la gobernanza. Sobre la base de la consolidación de las ventajas institucionales y de gobernanza ya existentes, es imperativo emprender acciones concretas para acelerar este proceso. Solo así China podrá desarrollar una fortaleza institucional equiparable a la de las instituciones del capitalismo occidental, que han estado arraigadas durante siglos.

5. Reforzar las ventajas inherentes al socialismo. En comparación con el capitalismo, el socialismo presenta numerosas ventajas únicas, tales como otorgar al pueblo la propiedad del país; el enfoque centrado en la población del partido gobernante, que se abstiene de guiarse por privilegios personales o intereses particulares; la búsqueda decidida de la prosperidad común para evitar la desigualdad extrema de la riqueza; los esfuerzos concertados para preservar la naturaleza progresista, la integridad y el sólido liderazgo del Partido; y la importancia dada a la armonía social y la prevención de conflictos o enfrentamientos fundamentales entre la población. Estas ventajas deben ser valoradas y cultivadas de manera cuidadosa, al mismo tiempo que se establece un nuevo sistema para unir y movilizar recursos en todo el país ante desafíos significativos.

6. Fortalecer el poder cultural e intelectual. La civilización china, con sus características distintivas en lengua, cultura y pensamiento, desempeña un papel crucial en la construcción de una nación y un Estado civilizados en China. La integración del marxismo y el surgimiento de una nueva forma de socialismo en China se deben en gran parte a su armonía con la rica cultura arraigada en la sociedad y la vida cotidiana. Es imperativo canalizar creativamente los valiosos recursos culturales de China hacia una fuerza cultural e intelectual más proactiva. Asimismo, China debería fomentar la colaboración con otras culturas para destacar el valor de la diversidad humana.

7. Resaltar las ventajas comparativas del desarrollo socialista a nivel mundial. El desarrollo de China ha generado ventajas comparativas globales en diversos campos, incluso en comparación con los países capitalistas desarrollados. La modernización de un país con 1.400 millones de habitantes ha superado en escala y alcance a la de los países capitalistas desarrollados juntos. La velocidad, los costos sociales más bajos, la mayor inclusión y un enfoque más pacífico han caracterizado la modernización china, convirtiéndola en el mayor experimento de su tipo en la historia. China lidera áreas cruciales como las energías renovables, la protección ecológica, el alivio de la pobreza y el desarrollo tecnológico, con logros notables equiparables a los de las naciones capitalistas desarrolladas. A través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, China ha emprendido un ambicioso proyecto de desarrollo cooperativo con los países del Sur Global, fomentando sus propias aspiraciones de modernización. Para abordar los desafíos globales, China ha propuesto construir una “comunidad con un futuro compartido para la humanidad” y ha presentado diversas iniciativas para impulsar la paz y el desarrollo mundiales. China acoge con satisfacción la cooperación, la competencia y diversas formas de modernización y desarrollo en todo el mundo. Ante los intentos hostiles de ciertos países de contener su desarrollo, China responderá con astucia y capacidad suficientes.

A medida que avanzamos en la tercera década del siglo XXI, las ruedas del progreso giran a toda velocidad, y la aparición de nuevas formas de socialismo entusiasma a todos los pensadores y profesionales del socialismo. Con más de un siglo de desarrollo socialista, parece que hemos regresado, en cierta medida, a la época de Marx y Engels, quienes reflexionaban sobre cómo el socialismo podría superar al capitalismo y convertirse en su sepulturero. Hoy, presenciamos que el socialismo no solo puede hacer lo que se atribuye al capitalismo, sino que también logra éxitos que el capitalismo no puede alcanzar. El socialismo en China se fortalece continuamente, esforzándose por superar ampliamente incluso las formas más avanzadas del capitalismo contemporáneo, según la visión de Marx y Engels, para construir una sociedad mejor para la humanidad. En este contexto, ante la emergencia de una nueva forma de socialismo, es imperativo que desarrollemos un nuevo sentido de conciencia.

La tercera ola del socialismo | 20.12.2023


La tercera ola del socialismo

Yang Ping

Yang Ping (杨平) es un destacado académico y editor de la comunidad ideológica y cultural contemporánea de China. En 1993 fundó Estrategia y Gestión (战略与管理), una importante revista que buscaba contrarrestar la influencia del liberalismo en la ideología y la cultura chinas. En 2008, fundó Wenhua Zongheng (文化纵横), una revista que se centra en la construcción del sistema de valores fundamentales de la sociedad china al tiempo que defiende consistentemente la bandera del socialismo. En los últimos quince años, la revista se ha convertido en una de las plataformas de pensamiento más importantes de China.

La tercera ola del socialismo” (社会主义的第三次浪潮) fue publicado originalmente en la edición N°3 de Wenhua Zongheng (文化纵横), en junio de 2021.

El capitalismo enfrenta una profunda crisis

La crisis financiera del 2008 y la pandemia mundial del COVID-19 han evidenciado una profunda crisis en el sistema capitalista. La economía global ha experimentado un prolongado proceso de estancamiento y declive, acompañado de un desempleo generalizado, marcadas disparidades de riqueza, excesivo endeudamiento y burbujas de activos. Esto agravado por una significativa pérdida de vidas humanas. La actual crisis del capitalismo mundial se configura como la más extensa y grave desde la Gran Depresión (1929-1933).

En este contexto, los límites del capitalismo, ya sean de mercado, tecnológicos o ecológicos, se han vuelto cada vez más evidentes. En primer lugar, la escasez de nuevos mercados y fuentes de beneficios han debilitado la fuerza impulsora de la acumulación de capital. En segundo lugar, a pesar de la continua innovación tecnológica, sus beneficios se concentran en manos de unos pocos, dejando a la mayoría marginada en el actual sistema capitalista. En tercer lugar, la capacidad ambiental de los ecosistemas de la Tierra ha alcanzado sus límites, siendo incapaces de soportar las presiones impuestas por los modos de producción y el estilo de vida capitalista.

Los métodos tradicionales para abordar las crisis capitalistas han demostrado ser ineficaces en la presente situación. Tras casi cuatro décadas de neoliberalismo, los gobiernos capitalistas enfrentan una crisis del gasto público. La búsqueda de reformas económicas estructurales para estimular el capital privado choca con la necesidad de mantener niveles mínimos de bienestar social. Las políticas de flexibilización cuantitativa han generado burbujas de activos y espirales de deuda, exacerbando las graves disparidades de riqueza ya existentes.

En este escenario de crisis, resurgen elementos característicos del panorama capitalista previo a las guerras mundiales: el crecimiento del populismo, el militarismo y el fascismo; la intensificación de divisiones sociales internas; el aumento de hostilidad y competencia de suma-cero entre naciones; y tendencias hacia la desglobalización y la formación de bloques políticos. Con el aumento de las tensiones internacionales, también se incrementa la posibilidad de una nueva guerra mundial.

Históricamente, las crisis han desencadenado guerras y las guerras han provocado revoluciones. Este tema recurrente en la historia del sistema capitalista plantea la pregunta: ¿en la tercera década del siglo XXI, en medio de esta crisis, el capitalismo llevará a cabo reformas profundas y superará la crisis, o estamos ante el “momento Chernóbil” del capitalismo, que señala su desaparición definitiva?

Una vez más, la historia se encuentra en un momento crítico.

Las 3 olas del socialismo

Tanto como crítica y como movimiento contra el capitalismo, el socialismo ha coexistido de manera constante con este sistema, siendo un poderoso contrapeso y buscando continuamente vías alternativas para superar y reemplazar al capitalismo. Desde el surgimiento de la Primera Internacional (1864-1876), el movimiento socialista mundial ha experimentado tres grandes olas.

La primera tuvo lugar en la Europa del siglo XIX, cuando el movimiento obrero europeo evolucionó gradualmente de un estado de existencia a un estado de autoconciencia. Durante este período, surgieron características fundamentales como el nacimiento del marxismo, la creación de organizaciones internacionales de trabajadores y los primeros intentos de llevar a cabo una revolución socialista, como la Comuna de París en 1871. Esta primera ola de socialismo impulsó el despertar político de la toma de conciencia de la clase obrera, dando origen a partidos políticos obreros en diversos países. Sin embargo, en esta fase no se materializó una forma de Estado socialista.

La segunda ola se inició al concluir la Primera Guerra Mundial, marcada por la Revolución de Octubre de 1917, y que perduró hasta la disolución de la Unión Soviética y los Estados comunistas de Europa del Este entre 1989 y 1991. Durante este período surgieron numerosos Estados socialistas en todo el mundo. Primero en la Unión Soviética y Europa del Este, y después, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, en lugares como China, Cuba, Corea, Vietnam, entre otros. Estos países conformaron un sistema o bloque socialista global. Además del sistema estatal, durante la Guerra Fría, una parte considerable del movimiento socialista internacional se centró en los movimientos de liberación nacional en Asia, África y América Latina, muchos de los cuales adoptaron la ideología socialista o fueron significativamente influenciados por el socialismo. Las dos características principales de esta segunda ola del socialismo fueron el surgimiento de la forma de Estado socialista con propiedad pública y planificación económica generalizada, y los movimientos de liberación nacional.

Después del final de la Guerra Fría, el socialismo enfrentó contratiempos significativos a nivel mundial. No obstante, a pesar de estos desafíos, surgió una tercera ola. Esta empezó a tomar forma después que China inició su reforma y apertura a finales de los años 70. Logró resistir las difíciles pruebas que siguieron a la disolución de la Unión Soviética y de los Estados comunistas de Europa del Este. Mientras el socialismo experimentaba retrocesos en todo el mundo, China mantuvo su compromiso con el socialismo, continuando con su proceso de reforma y apertura y explorando gradualmente una vía conocida como “socialismo con características chinas”. La principal particularidad de este modelo ha sido la integración de una economía de mercado en el sistema socialista, dando forma progresivamente a una economía socialista de mercado. Apenas tres décadas después del fin de la Guerra Fría, el socialismo con características chinas ha experimentado un rápido ascenso, convirtiéndose en una fuerza crucial que está reconfigurando el orden mundial y el futuro de la humanidad. Aunque esta ola de socialismo aún está en su primera fase, ya ha causado un impacto significativo y captado la atención mundial al ofrecer nuevas opciones a los países que buscan un desarrollo independiente. Esto plantea un fuerte desafío a aquellos que afirmaban que el capitalismo marcaba el “fin de la historia”.

Limitaciones de la segunda ola del socialismo

Antes de adentrarnos en la evaluación de la realidad actual y las perspectivas futuras de la tercera ola del socialismo, es imperativo revisar la segunda ola del socialismo y comprender las razones que provocaron su retroceso.

Con la Revolución de Octubre en 1917 y la Revolución China en 1949, el socialismo dejó una profunda huella en todo el mundo. No sólo formó un bloque de Estados que representaban una amenaza significativa para el capitalismo. También inspiró una oleada de movimientos de liberación nacional en el extenso Tercer Mundo de Asia, África y América Latina. En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el sistema capitalista mundial se encontraba en una situación precaria mientrasque el socialismo se expandía globalmente. Los países socialistas implementaron extensas economías planificadas al estilo soviético y sistemas de propiedad pública, alcanzando las primeras etapas de industrialización y construyendo sistemas económicos nacionales y socialistas.

No obstante, la economía planificada al estilo soviético y el modelo de propiedad pública pura presentaban diversas limitaciones fundamentales. En primer lugar, el sistema económico planificado era incapaz de asignar eficaz y flexiblemente los recursos sociales y económicos, dando lugar a un sistema económico nacional rígido y distorsionado que no respondía adecuadamente a los indicadores de la economía real. En segundo lugar, el modelo de propiedad pública pura y distribución igualitaria carecía de mecanismos suficientes para incentivar el trabajo a nivel micro e intermedio, generando una falta de competencia constructiva y presión entre empresas y trabajadores, lo que se traducía generalmente en una baja eficiencia económica. En tercer lugar, las restricciones y la eliminación de las economías privadas y mercantil violaron la ley del valor y sobrepasaron la fase de desarrollo de las fuerzas productivas sociales. Esto condujo a un fracaso sistémico de largo plazo para satisfacer las complejas necesidades económicas y sociales y lograr mejoras significativas en la calidad de vida de la población. Por último, con el tiempo, la planificación y gestión económica de estilo soviético propiciaron el desarrollo de un sistema cada vez más cerrado y encapsulado, caracterizado por el burocratismo y el dogmatismo, y una falta de sensibilidad y capacidad de respuesta al progreso tecnológico y a la innovación organizativa.

Aunque los significativos retrocesos experimentados por la segunda ola del socialismo en las décadas de 1980 y 1990 pueden atribuirse en gran parte a factores externos como la fortaleza del sistema mundial capitalista y la fragmentación del campo socialista, los determinantes fundamentales fueron los inadecuados sistemas de funcionamiento económico y social y los mecanismos institucionales internos de los países socialistas. La insostenibilidad de estos sistemas internos impulsó los drásticos cambios en la Unión Soviética, así como el giro de China hacia la reforma y la apertura.

El socialismo con características chinas y la tercera ola del socialismo

Con el continuo avance de la reforma y apertura, el socialismo con características chinas ha evolucionado como una vía de desarrollo que se distingue tanto del socialismo tradicional de estilo soviético como del capitalismo clásico de libre mercado. Las teorías y prácticas de desarrollo de China están emergiendo con confianza en la escena mundial. Aunque el socialismo con características chinas no es un modelo estático, y sus prácticas son sometidas a una continua experimentación, tras más de cuatro décadas de exploración se pueden identificar seis características principales.

En primer lugar, se ha dado prioridad al desarrollo de las fuerzas productivas. El socialismo con características chinas se atreve a aprender de las formas económicas razonables del capitalismo, permitiendo el desarrollo de la economía privada para impulsar el rápido progreso de las fuerzas productivas avanzadas. Al mismo tiempo, el desarrollo de la economía estatal se ha planificado estratégicamente en sectores clave, estableciendo una relación complementaria con la economía privada y creando una estructura de propiedad mixta.

En segundo lugar, China ha fomentado la estrecha integración de su base económica socialista y sus relaciones de producción con la economía de mercado, estableciendo gradualmente un sistema económico de mercado socialista.

En tercer lugar, al abrirse e integrarse en el sistema capitalista mundial, China ha mantenido un enfoque constante en la soberanía nacional, asegurando la continuidad de la naturaleza socialista del Partido Comunista de China (PCCh) y manteniéndose alerta ante el riesgo de desviarse hacia el capitalismo por las exigencias del desarrollo de una economía de mercado.

En cuarto lugar, China ha abordado las problemáticas relacionadas con la justicia social y la desigualdad a través de su enfoque hacia el desarrollo. Aunque el progreso económico puede generar un aumento de la riqueza, también podría intensificar las disparidades sociales por diversas razones. El socialismo con características chinas sostiene que sólo mediante un desarrollo más amplio se puede generar riqueza social y proporcionar la base material necesaria para superar estas divisiones y desigualdades. En este contexto, el desarrollo se ha consolidado como el medio principal para enfrentar los desafíos de la justicia social, mientras que otras estrategias han desempeñado roles secundarios. Este enfoque ha exigido medidas dinámicas y proactivas, en contraste con planteamientos rígidos y unidimensionales.

En quinto lugar, el Estado ha implementado diversas medidas para contrarrestar la desigualdad de la riqueza dentro del marco de la economía socialista de mercado. Se han llevado a cabo extensas campañas de reducción de la pobreza, con el objetivo de integrar a los grupos marginados en la economía de mercado y facilitar su salida de la pobreza, a través de iniciativas específicas. Asimismo, la estrategia de “ayuda mutua” establece conexiones entre áreas desarrolladas, entidades públicas, empresas y otros actores con regiones menos favorecidas, con el propósito de transferir recursos y proporcionar asistencia a las zonas subdesarrolladas. Por otro lado, para abordar las disparidades regionales, los pagos de transferencia desde las regiones orientales más avanzadas hacia las áreas centrales y occidentales menos desarrolladas han contribuido a compensar las deficiencias en los ingresos fiscales y la capacidad de gasto. Estas medidas resultan difíciles de concebir y mucho menos de aplicar en naciones capitalistas, donde la propiedad privada es considerada sagrada y los procesos electorales tienden a defender únicamente los intereses arraigados de la clase dominante.

En sexto lugar, el Partido Comunista de China se mantiene independiente de los estrechos intereses de ciertos sectores de la sociedad. Para preservar esta posición, el PCCh debe permanecer libre de la infiltración y el control del capital, superando las influencias del populismo y el igualitarismo rígido, y manteniendo un equilibrio dinámico entre la vitalidad económica y la equidad social.

La relación entre el socialismo y la economía de mercado

La historia ha demostrado que es imposible eliminar artificialmente la economía de mercado bajo el socialismo, como evidencian las limitaciones y el fracaso final del socialismo tradicional de estilo soviético.

La economía de mercado es una forma económica antigua y su ley de oferta y demanda regula espontáneamente el comportamiento económico humano. Puede combinarse con el feudalismo, el capitalismo y el socialismo. El grado de combinación depende del excedente de productos sociales. Como afirmó Deng Xiaoping (邓小平): “No hay contradicción fundamental entre el socialismo y la economía de mercado. La cuestión es cómo desarrollar más eficazmente las fuerzas productivas”.[1] Asimismo, afirmó: “Una economía planificada no es equivalente al socialismo porque también hay planificación en el capitalismo; una economía de mercado no es capitalismo porque también hay mercados en el socialismo. Tanto la planificación como las fuerzas del mercado son medios de control de la actividad económica”.[2]

En el desarrollo de una economía de mercado moderna, el capital emerge como el actor principal al poseer una naturaleza dual. Por un lado, actúa como la fuerza más eficiente para la asignación de recursos en la economía de mercado y por otro, puede manipular y monopolizar el mercado. Fernand Braudel, un destacado historiador francés y principal estudioso de la Escuela Historiográfica de los Annales, afirmaba que la economía de mercado no puede ser equiparada directamente al capitalismo. Según Braudel, la economía de mercado “es más bien un fragmento dentro de un vasto conjunto, desempeñando el papel de vínculo entre la producción y el consumo. Hasta el siglo XIX, era simplemente una capa, a veces gruesa y resistente, pero otras veces muy fina, que se situaba entre el océano de la vida cotidiana y el mecanismo capitalista, que en ocasiones la manipulaba desde arriba”.[3]

Contrariamente a la economía de mercado, Braudel señaló que el término perfecto para describir las actividades económicas que se desarrollan en la cumbre es el capitalismo. En consecuencia, el capitalismo a gran escala descansa sobre la doble capa subyacente compuesta por la vida material y la economía de mercado coherente, representando la zona de alta rentabilidad.[4]

En la actual economía de mercado global, dominada por el capitalismo moderno, persisten fuerzas internas que resisten a este sistema, generando demandas y movimientos en busca de igualdad económica y social. Estas fuerzas gravitan hacia el socialismo y abogan por él como respuesta a las desigualdades inherentes al capitalismo. Por ende, el socialismo se posiciona como una fuerza interna de la economía de mercado, un componente orgánico que se opone de manera natural al capitalismo.

En una economía de mercado moderna, además del capital, el gobierno se posiciona como un actor crucial, siendo un producto de la demanda de orden y normas en la sociedad de mercado. Su existencia no se percibe como una fuerza externa impuesta al mercado, sino como un requisito intrínseco para el funcionamiento eficiente de la economía de mercado. Incluso en una sociedad de mercado sin un gobierno central suelen surgir entidades cuasi gubernamentales como gremios y cámaras de comercio.

Además de su rol regulatorio y de gestión en la economía de mercado, el gobierno, especialmente en las fases iniciales de las economías de mercado en países en desarrollo, tiende a promover y desarrollar el mercado. Frecuentemente el gobierno se convierte en la fuerza impulsora detrás de la economía de mercado. Por lo tanto, es fundamentalmente incorrecto situar al gobierno y al mercado como entidades completamente opuestas y dicotómicas, mientras el liberalismo tiende a considerar al gobierno como un mal absoluto, el socialismo de estilo soviético equipara directamente a la economía de mercado con el capitalismo, ambos cometiendo errores de forma.

Una economía de mercado socialista se define porque su desarrollo está guiado por valores socialistas. Por un lado, este sistema económico emplea la regulación estratégica nacional, aprovechando plenamente el papel fundamental de la economía de mercado en la organización de la producción, el intercambio, la orientación del consumo y la distribución. También capitaliza de manera efectiva el papel rector del capital en el desarrollo de las fuerzas productivas avanzadas. Por otro lado, utiliza el sólido respaldo del capital estatal y la superestructura socialista para frenar y equilibrar la influencia del capital privado, contrarrestando la tendencia inherente de la economía de mercado a generar divisiones sociales y prevenir el control del capital sobre la vida económica y social.

La economía de mercado socialista representa la combinación inteligente de la economía de mercado moderna y el modo de producción socialista, optimizando el papel del gobierno y asegurando una armoniosa coexistencia de ambos elementos.

Mantener el carácter socialista de una economía de mercado socialista

El capitalismo construye una superestructura y una ideología compatibles con su modo de producción y su lógica de funcionamiento. En una economía socialista de mercado, esta lógica no cambia. El movimiento espontáneo de la economía de mercado y la búsqueda de beneficios por parte de las entidades de capital erosionan continuamente la superestructura y la ideología del socialismo. Pueden llevar al desequilibrio o incluso a la desintegración de la economía de mercado socialista, conduciendo a la sociedad hacia el capitalismo. En la era del capitalismo global, este desafío se intensifica para las economías de mercado socialistas dentro de las naciones soberanas. Entonces, ¿cómo ha logrado China mantener el carácter socialista y la dirección de su economía socialista de mercado?

En primer lugar, la clave radica en mantener el liderazgo del Partido Comunista de China (PCCh) y asegurar la permanencia de su naturaleza socialista. En este contexto, el PCCh ha maximizado el papel del capital en el desarrollo de las fuerzas productivas avanzadas y en el fomento del crecimiento sostenido de la riqueza social, mientras garantiza que el partido no sea influenciado ni manipulado por el capital. Actuando activamente para controlar el capital, el partido lo coloca al servicio de la mayoría de la población. El secretario general, Xi Jinping, ha enfatizado la relación esencial entre el liderazgo del partido y el socialismo, afirmando que “el liderazgo del Partido Comunista de China es el rasgo definitorio del socialismo con características chinas y la mayor fortaleza del sistema del socialismo con características chinas”.[5]

En segundo lugar, el funcionamiento estable de la economía de mercado socialista se atribuye al hecho de que China ha acumulado una cantidad significativa de activos estatales durante sus últimos setenta años de desarrollo, incluyendo empresas, instituciones financieras y tierras estatales. El control estatal de estos vastos activos estratégicos sirve como base para la gobernabilidad del PCCh y garantiza la independencia del Partido de las fuerzas capitalistas, permitiéndole gobernar en función de los intereses fundamentales del país y su población.

En las condiciones de una economía socialista de mercado, tanto las empresas estatales como el capital estatal deben operar y competir según las leyes de la economía de mercado. La lógica del mercado y del capital penetran profundamente en el comportamiento cotidiano no sólo de las empresas privadas, sino también de las empresas estatales. Por lo tanto, es crucial garantizar que los gestores de estos enormes activos estatales no se conviertan en agentes de la burguesía, evitando que transformen los activos estatales en activos privados o establezcan un control interno que favorezcan los intereses burgueses. Para mantener el carácter socialista de la economía de mercado, el PCCh debe asegurar tanto la eficacia operativa como la continuidad de la propiedad estatal de estos activos.

En tercer lugar, la superestructura y la ideología socialistas deben permanecer bajo el firme control del Partido. Sectores como la educación, la industria editorial y los medios de comunicación, donde la búsqueda de beneficios debe estar subordinada a los beneficios sociales, son cruciales. La lógica de la economía de mercado no debe dominar estos sectores y la dirección del Partido debe integrarse en sus operaciones diarias. Si el socialismo no proporciona el liderazgo ideológico y cultural, el capitalismo inevitablemente lo hará.

En cuarto lugar, en las condiciones de la economía de mercado, el PCCh ha dirigido el desarrollo de la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales. El crecimiento de estas fuerzas sociales es inevitable en una economía de mercado. Dado el efecto de diferenciación de la economía de mercado, surgen demandas de diferentes grupos de interés para abordar cuestiones como la desigualdad de la riqueza, la degradación medioambiental y otros problemas generados por el capital privado. Considerando la fuerte tradición histórica de China de “feudalismo burocrático”, el desarrollo y la construcción de estas fuerzas sociales pueden ayudar a superar el exceso de burocracia y el formalismo en los departamentos gubernamentales. Por lo tanto, el partido ha dirigido el desarrollo de estas fuerzas sociales y las ha alentado a organizarse, promoviendo así el desarrollo estable y a largo plazo de la economía socialista de mercado.

Promover la tercera ola del socialismo

En un momento en que el sistema mundial capitalista contemporáneo afronta crisis monumentales, se vislumbra la oportunidad de una nueva ola global de socialismo. El socialismo con características chinas emerge como un elemento crucial para iniciar esta ola. Con el ascenso continuo de China hacia el estatus de potencia mundial líder, su modelo de desarrollo se presenta como una alternativa viable en términos de producción y estilo de vida, lo que fomenta la gestación de un sistema socialista global y un conjunto de valores cada vez más aceptados por los pueblos del mundo.

Durante este período de transición histórica, el socialismo con características chinas también se enfrenta a desafíos y peligros. Tras la crisis financiera de 2008, y especialmente tras la irrupción de la pandemia de COVID-19, los puntos fuertes del modelo socialista chino se han vuelto cada vez más evidentes. En la escena internacional, China ha convertido estas crisis en oportunidades, elevando su desarrollo en niveles más altos y mejorando su sistema y capacidad de gobernanza. Este marcado contraste con los países occidentales ha alertado fundamentalmente la narrativa del capitalismo occidental, teniendo un impacto significativo más allá de las consideraciones militares y las tasas de crecimiento económico.

En respuesta a estos éxitos, diversas fuerzas dentro del capitalismo internacional están movilizándose contra China. Las fuerzas políticas, liberales, nacionalistas y populistas lanzan continuos ataques y difamaciones. Incluso sectores internacionales de la izquierda critican enérgicamente a China en temas relacionados con la democracia, los derechos humanos y la protección del medio ambiente, llegando a cuestionar su autenticidad como país socialista. Desde la llegada de la administración de Joe Biden al poder en Estados Unidos, se ha intensificado la formación de una “santa alianza” burguesa dirigida por Estados Unidos bajo el pretexto de contener a China.

La emergente tercera ola del socialismo, sin duda enfrentará una noche oscura y experimentará una agitación y caos aún más intensos dentro del sistema mundial capitalista. Ante estos desafíos, los socialistas chinos deben estar preparados para hacer frente a los embates y preservar su visión a largo plazo.

Bibliografía

Braudel, Fernand. Afterthoughts on Material Civilisation and Capitalism [Reflexiones sobre la civilización material y el capitalismo]. Traducción de Patricia N. Ranum. Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1977.

Deng Xiaoping. “Excerpts from Talks Given in Wuchang, Shenzhen, Zhuhai, and Shanghai” [Extractos de las conferencias pronunciadas en Wuchang, Shenzhen, Zhuhai y Shanghai], 18 de enero-21 de febrero de 1992. En Selected Works of Deng Xiaoping,vol. 5, 1982–1992 [Obras Escogidas de Deng Xiaoping, vol. 5, 1982-1992], 358-370. Pekín: Foreign Languages Press, 1994. https://en.theorychina.org.cn/llzgyw/WorksofLeaders_984/deng-xiaoping-/.

Deng Xiaoping. “There Is No Fundamental Contradiction between Socialism and a Market Economy” [No existe una contradicción fundamental entre el socialismo y la economía de mercado], 23 de octubre de 1985. En Selected Works of Deng Xiaoping,vol. 5, 1982–1992 [Obras Escogidas de Deng Xiaoping, vol. 5, 1982-1992], 151-153. Pekín: Foreign Languages Press, 1994. https://en.theorychina.org.cn/llzgyw/WorksofLeaders_984/deng-xiaoping-/.

“Texto íntegro: Resolución del Comité Central del PCCh sobre los importantes éxitos y las experiencias históricas del Partido en su centenaria lucha”. Xinhua Español, 16 de noviembre de 2021. http://spanish.news.cn/2021-11/16/c_1310314755.htm.

Notas del autor

1. Deng Xiaoping, “There Is No Fundamental Contradiction between Socialism and a Market Economy” [No existe una contradicción fundamental entre el socialismo y la economía de mercado], 23 de octubre de 1985, en Selected Works of Deng Xiaoping,vol. 5, 1982–1992 [Obras Escogidas de Deng Xiaoping, vol. 5, 1982-1992] (Pekín: Foreign Languages Press, 1994), 150, https://en.theorychina.org.cn/llzgyw/WorksofLeaders_984/deng-xiaoping-/.

2. Deng Xiaoping, “Excerpts from Talks Given in Wuchang, Shenzhen, Zhuhai, and Shanghai” [Extractos de las conferencias pronunciadas en Wuchang, Shenzhen, Zhuhai y Shanghai], 18 de enero-21 de febrero de 1992, en Selected Works of Deng Xiaoping,vol. 5, 1982–1992 [Obras escogidas de Deng Xiaoping, vol. 5, 1982-1992] (Pekín: Foreign Languages Press, 1994), 361, https://en.theorychina.org.cn/llzgyw/WorksofLeaders_984/deng-xiaoping-/.

3. Fernand Braudel, Afterthoughts on Material Civilisation and Capitalism [Reflexiones sobre la civilización material y el capitalismo], trad. Patricia N. Ranum (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1977), 41.

4. Braudel, Afterthoughts on Material Civilisation and Capitalism [Reflexiones sobre la civilización material y el capitalismo], 112-113.

5. Véase “Texto íntegro: Resolución del Comité Central del PCCh sobre los importantes éxitos y las experiencias históricas del Partido en su centenaria lucha”, Xinhua Español, 16 de noviembre de 2021, http://spanish.news.cn/2021-11/16/c_1310314755.htm.

Vol.1 N° 4 | 20.12.2023

Wenhua Zongheng: Revista trimestral de pensamiento chino | VOL.1 N° 4

Perspectivas chinas sobre el socialismo del siglo XXI


Lü Yanchun (吕延春), Hogares del noreste de China (关东人家), 2005.

Cómo romper el círculo vicioso del subdesarrollo en el Sur Global

Marco Fernandes

Marco Fernandes es investigador del Instituto Tricontinental de Investigación Social, cofundador del Colectivo Dongsheng y miembro de la campaña Basta de Guerra Fría (No Cold War). Colabora con artículos y entrevistas en diversos medios de comunicación, especialmente en Brasil, China y Rusia. Es licenciado y tiene un máster en Historia, y un doctorado en Psicología Social (ambos de la Universidad de São Paulo, Brasil). Colabora con organizaciones del Sur Global. Actualmente vive en Beijing.

En la actualidad, circula un dicho en China que afirma: “En 1949, el socialismo salvó a China. En el siglo XXI, China salvará al socialismo”. En un discurso pronunciado en 2018 ante los miembros recién incorporados al Comité Central, el presidente chino, Xi Jinping (习近平), recordó que, tras el colapso de la Unión Soviética, “si el socialismo hubiera fracasado en China, entonces el socialismo mundial [habría] caído en una larga edad oscura. Y el comunismo, como dijo una vez Karl Marx, sería un espectro inquietante que permanecería en el limbo”.

No obstante, ¿cuáles son las principales características del socialismo con características chinas? ¿Cómo se integran de manera conjunta el mercado y la planificación en una estrategia socialista sin antagonizar entre sí? ¿En qué se diferencia el socialismo chino del modelo soviético? ¿Cuáles son los mayores desafíos que enfrenta China al afrontar las contradicciones impuestas por el mercado al socialismo? ¿Puede la experiencia china inspirar a otros países en el camino hacia el socialismo? Estas cuestiones fundamentales son examinadas en detalle en el cuarto número de la edición internacional de Wenhua Zongheng (文化纵横) a través de dos ensayos redactados por Yang Ping (杨平), redactor en jefe de la edición china de Wenhua Zongheng, y Pan Shiwei (潘世伟), presidente honorario del Instituto de Marxismo Chino de la Academia de Ciencias Sociales de Shanghái.

En “La tercera ola del socialismo”, Yang Ping argumenta que a lo largo del último siglo y medio han habido tres oleadas de socialismo científico: la aparición del marxismo y los movimientos revolucionarios en Europa en el siglo XIX (primera oleada); el surgimiento de numerosos Estados socialistas y movimientos de liberación nacional durante el siglo XX (segunda oleada); y con el colapso de la Unión Soviética y el agotamiento del socialismo durante la era de Mao Zedong, la aparición de una economía socialista de mercado a partir de la reforma y apertura de China en la década de 1970 (tercera oleada). De manera similar, en “Las nuevas formas de socialismo en el siglo XXI”, Pan Shiwei sostiene que han surgido tres tipos principales de socialismo: el socialismo clásico en los centros del capitalismo europeo; las formas transformadoras de socialismo en las colonias y semicolonias; y una nueva forma de socialismo que está desarrollándose en China que aspira a superar al capitalismo. Ambos autores consideran que esta nueva oleada o forma de socialismo se encuentra en sus primeras etapas y exploran cómo puede fortalecerse aún más el socialismo en China y servir de inspiración a otras naciones en todo el mundo.

En la actualidad, las potencias imperialistas experimentan un declive económico marcado y se ven envueltas en un frenesí bélico tanto en Ucrania como en Palestina. Existe el riesgo de que este conflicto se extienda hacia el este y el sudeste asiático, sumiendo a la humanidad en una posible tercera guerra mundial. En este contexto, surge la interrogante: ¿cuáles son las oportunidades que el ascenso de China socialista ofrece al Sur Global? Este editorial aborda las perspectivas de los autores al examinar detenidamente esta cuestión.

Conquistas y desafíos para el socialismo chino

Después de 45 años de reforma y apertura, China, como potencia socialista, ha emergido como una fuerza destacada en los ámbitos industrial, tecnológico, financiero, comercial y militar. Al considerar el Producto Interno Bruto (PIB) en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA), una medida más precisa para comparar las economías, China ha superado con creces a Estados Unidos. En 2022, el PIB de China (PPA) ascendió a 30,32 billones de dólares, en comparación con los 25,46 billones de dólares de Estados Unidos. En otras palabras, el PIB (PPA) de China es un 119%, o aproximadamente 1,2 veces mayor que el de Estados Unidos. Para contextualizar este logro en la historia del desarrollo socialista, durante el apogeo de la fortaleza económica de la Unión Soviética en 1975, su PIB (PPA) apenas alcanzó el 58%, poco más de la mitad del de Estados Unidos.

Desde finales de la década de 2000, China ha consolidado su posición como la principal potencia industrial a nivel mundial. El año pasado, la nación asiática contribuyó con un impresionante 26,7% a la producción manufacturera global, superando significativamente a Estados Unidos (15,4%), Japón (5,3%) y Alemania (4%). Esta estadística revela que la producción industrial china excede la combinación de las tres principales naciones industriales del Norte Global. China también ha experimentado notables avances tecnológicos en las últimas décadas, liderando sectores como las telecomunicaciones (5G), el ferrocarril de alta velocidad, las energías renovables, el refinado de minerales y los vehículos eléctricos, alcanzando fases avanzadas en áreas como inteligencia artificial, computación cuántica, biotecnología y construcción, entre otras.

Además, China se erige como la mayor potencia comercial del mundo, manteniendo el estatus de principal socio comercial para más de 120 países. En 2022, las exportaciones chinas alcanzaron los 6,28 billones de dólares, generando un superávit de 860.000 millones, y cerraron el año con unas reservas internacionales de 3,13 billones de dólares. En el ámbito financiero, el Estado chino ejerce control sobre los cuatro principales bancos a nivel mundial en términos de activos totales: el Banco Industrial y Comercial de China (ICBC); Banco de Construcción de China (CCB); Banco Agrícola de China (ABC) y el Banco de China (BOC), los cuales poseen en conjunto alrededor de 20 billones de dólares en activos. A escala global, China se ha convertido en la principal fuente de financiamiento para el desarrollo, superando a todos los demás países e instituciones multilaterales, incluido el Banco Mundial.

Finalmente, China ha logrado una de las mayores hazañas en la historia: sacar a 850 millones de personas de la pobreza extrema entre 1978 y 2021. Según el Banco Mundial, China fue responsable del 76% de la reducción total de la pobreza durante ese periodo.

A pesar de sus logros notables, China continúa siendo un país en desarrollo y se enfrenta a considerables desafíos económicos, sociales y políticos en su empeño por superar la “fase primaria” del socialismo. Estos desafíos abarcan la necesidad de reducir la desigualdad, tanto entre áreas urbanas y rurales como entre distintas regiones del país (el este tiene un desarrollo mucho mayor que el oeste). Otros desafíos cruciales incluyen el aumento de los ingresos y el bienestar social para más de 300 millones de trabajadores migrantes internos; la disminución de los elevados niveles de desempleo juvenil; la reducción de la marcada dependencia económica de un sector inmobiliario financiarizado; abordar las repercusiones medioambientales derivadas de una industrialización acelerada; la adaptación al envejecimiento de la población y la disminución de la tasa de natalidad; la revitalización de la educación política marxista, tanto dentro del Partido Comunista de China (PCCh), como entre las masas (una prioridad subrayada por Xi Jinping). A lo anterior, se suma la superación de las tácticas de guerra híbrida utilizadas por las potencias occidentales para tratar de contener el progreso de China.

¿Una ola socialista o desarrollista en el Sur Global?

China ha logrado liberarse del círculo vicioso del “desarrollo del subdesarrollo” que ha atrapado al Tercer Mundo. Décadas después de independizarse del colonialismo occidental, este ciclo sigue definiendo la experiencia de los países periféricos dentro del sistema capitalista. Debido a su enorme éxito económico, un número cada vez mayor de países del Sur Global ven en China tanto un ejemplo de éxito a seguir (teniendo en cuenta sus especificidades locales) y como un socio potencial en su búsqueda de estrategias orientadas al desarrollo. A su vez, China está desarrollando cada vez más este tipo de asociaciones.

En octubre de 2022, el informe del XX Congreso Nacional del PCCh incluía una rotunda crítica marxista del modelo occidental de modernización, por estar basado en la colonización, el saqueo, la esclavitud y la explotación depredadora de los recursos naturales de los pueblos del Sur Global. Este modelo no solo sirvió de base para los procesos de industrialización en Europa y Estados Unidos, sino también para la dominación económica, política y militar sobre el resto del mundo, produciendo un sistema de imperialismo. En respuesta, China formuló su propia vía de modernización, caracterizada por principios de prosperidad compartida entre una población masiva, progreso material y ético-cultural, armonía entre el ser humano y la naturaleza además de un desarrollo pacífico.

Esta conciencia histórica da forma a la política estatal china, especialmente a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), lanzada en 2013 con el propósito de fomentar el desarrollo del oeste de China mediante su conexión con Asia Central. Siguiendo la filosofía de Deng Xiaoping de “cruzar el río tocando las piedras”, el gobierno chino se percató de que esto podría ser fundamental para su relación con el Sur Global, afectado por el neoliberalismo durante más de tres décadas. Después de una década y la inversión de cientos de miles de millones de dólares, esta dirección se reafirmó en el XX Congreso Nacional del PCCh, que ratificó el compromiso de China de reducir la brecha entre el Norte y el Sur Global, así como respaldar el acelerado desarrollo de las naciones del Sur Global.

Los recientes acontecimientos señalan un aumento en el nivel de cooperación entre China y los países en desarrollo. Por ejemplo, durante el Diálogo de Líderes China-África celebrado en agosto (realizado poco después de la decimoquinta cumbre de los BRICS), los líderes africanos expresaron su gratitud por los esfuerzos que China ha llevado a cabo en las últimas dos décadas para impulsar el desarrollo de infraestructuras en el continente. No obstante, también hicieron un llamado a China para que reoriente su enfoque de inversión desde las infraestructuras hacia la industrialización.[1] Xi Jinping estuvo de acuerdo con la propuesta. Un debate similar tuvo lugar durante la cumbre Rusia-África de julio, corroborando la estrategia actual en África.

En el Sur Global, la necesidad de industrialización vuelve a ocupar un lugar destacado en el debate público. Desde países como Brasil y Sudáfrica, que en el pasado contaban con sectores industriales robustos y diversificados, pero fueron desindustrializados en las últimas décadas, hasta países como Bolivia y Zimbabue que, a pesar de sus abundantes recursos naturales, nunca lograron acumular capital suficiente para iniciar un proceso de industrialización consistente debido a la explotación occidental.

En tiempos recientes, se establecieron numerosas asociaciones entre empresas estatales y privadas chinas con países del Sur Global, muchas de ellas relacionadas con el procesamiento local de minerales de gran demanda o la producción de vehículos eléctricos. Por ejemplo, China está invirtiendo miles de millones de dólares en plantas de procesamiento de litio en Bolivia; otra planta de litio y una megaplanta siderúrgica en Zimbabue; plantas de procesamiento de níquel en Indonesia y un centro de fábricas de vehículos eléctricos en Marruecos. Hay grandes expectativas de que iniciativas regionales como la Franja y la Ruta, los BRICS-11 ampliados y la Organización de Cooperación de Shanghái puedan servir de palanca para reforzar este proceso, aunque se enfrenten a la oposición de las potencias occidentales.

Sin desarrollo industrial, los pueblos del Sur Global no podrán superar sus profundos problemas, como el hambre, el desempleo y el acceso insuficiente a una educación, vivienda y salud de calidad. Sin embargo, esto no se conseguirá únicamente a través de las relaciones con China (o Rusia). Es necesario fortalecer los proyectos populares nacionales con una amplia participación de los sectores sociales progresistas, especialmente las clases trabajadoras. De lo contrario, es poco probable que los frutos de cualquier desarrollo sean recogidos por quienes más los necesitan. Dado que pocos países del Sur Global están experimentando actualmente un auge de los movimientos de masas, las perspectivas de una “tercera ola socialista” global siguen siendo muy difíciles. Más bien, parece más factible una nueva ola de desarrollo con potencial para adquirir un carácter progresista. La principal contradicción de nuestro tiempo es el imperialismo, y cualquier esfuerzo para enfrentarse a él será estratégico.

Indudablemente, China y Rusia han estado en el punto de mira de las potencias imperialistas precisamente porque han construido naciones soberanas fuertes en las últimas décadas. No obstante, más allá de esto, China, y en menor medida Rusia, ofrecen un amplio espectro de capacidades industriales, tecnológicas, financieras, de comunicación y militares a los países del Sur Global, ampliando sus opciones y debilitando potencialmente la hegemonía de las potencias occidentales de forma más general. ¿No era esto precisamente lo que faltaba para el éxito del “Proyecto del Tercer Mundo”, la gran oleada de liberación nacional y desarrollo entre los años cincuenta y setenta, cuyos sueños se vieron frustrados en última instancia por el neoliberalismo y la maquinaria bélica del imperio?

Notas del autor

1. Véase“Las relaciones entre China y África en la era de la Franja y la Ruta”, Wenhua Zongheng (文化纵横), int’l. ed. 1, no. 3 (octubre de 2023), https://dongshengnews.org/es/whzh-vol1-no3-es/

La tercera ola del socialismo

Yang Ping

Las nuevas formas de socialismo en el siglo XXI

Pan Shiwei

Iniciativa de la Franja y la Ruta de China y la industrialización africana | 03.10.2023
Zhao Jianqiu (赵溅球), Anhelo del hogar (回望故乡), s.f.. Pintura a tinta china, 60 x 90 cm. Crédito: Fondo Nacional de las Artes de China.

Iniciativa de la Franja y la Ruta de China y la industrialización africana

Tang Xiaoyang

Tang Xiaoyang (唐晓阳) es el director y profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Tsinghua. Sus intereses de investigación incluyen la filosofía política, el proceso de modernización global y el compromiso de China con los países en desarrollo. Es autor de Coevolutionary Pragmatism: Approaches and Impacts of China-Africa Economic Cooperation [Pragmatismo coevolutivo: enfoques e impactos de la cooperación económica China-África] (Cambridge University Press, 2020) y ha publicado extensamente sobre la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Anteriormente, ha trabajado como consultor para el Banco Mundial, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.

El artículo “La Iniciativa de la Franja y la Ruta de China y la Industrialización Africana” (激活非洲工业化:“一带一路”能带来什么) fue publicado originalmente en Wenhua Zongheng (文化纵横), no. 4 (agosto de 2022).

Los gobiernos de toda África desde hace tiempo han alcanzado un consenso: “la industrialización es la esencia del desarrollo”.[1] Durante el último medio siglo, las naciones africanas han procurado continuamente alcanzar la industrialización, adoptando diversas vías para desarrollar sus propios sectores industriales. Sin embargo, ni las políticas industriales de los años sesenta y setenta, que enfatizaban la autosuficiencia y la sustitución de importaciones, ni los programas de ajuste estructural promovidos en décadas posteriores, caracterizados por la liberalización del mercado e impulsados por los países occidentales, han podido ayudar a África a lograr un crecimiento industrial y una transformación sostenibles. Durante el siglo XXI, los países africanos han rediseñado sus vías hacia la industrialización y el desarrollo. En todo el continente, los gobiernos han unificado más sus ideas, formulando la ambiciosa Nueva Alianza para el Desarrollo de África (NEPAD por sus siglas en inglés) (2001) y el Plan de Acción para el Desarrollo Industrial Acelerado de África (2007). Sin embargo, los objetivos de estas iniciativas aún no se han hecho realidad. Aunque el valor absoluto de la producción de la industria manufacturera en el África subsahariana ha crecido en general cada año durante las dos últimas décadas, el ritmo del incremento ha sido lento. Como consecuencia, la cuota de la industria manufacturera en el producto interno bruto (PIB) ha disminuido (Figura 1).

Figura 1: Proporción del valor agregado manufacturero como porcentaje del PIB del África subsahariana de 1971 a 2018. Fuente: Banco Mundial.

El mayor desafío de la industrialización en África reside en la dificultad de integrar diversos elementos en un mismo sistema. A principios de la revolución industrial del siglo XVIII, el economista Adam Smith observó que la alta productividad de la industrialización derivaba principalmente de la división del trabajo y la colaboración, y del uso de maquinaria en procesos de producción de varios pasos para realizar acciones extremadamente simples de forma muy eficiente.[2] Este patrón básico sigue siendo aplicable a la fabricación actual, salvo que la profundidad y amplitud de la división del trabajo y la colaboración superan con creces las del pasado. Hoy en día, la fabricación de cualquier producto -ya sean alfileres, zapatos, sombreros, computadoras o automóviles- requiere que una serie de empresas y fábricas cooperen entre sí. La cadena industrial contiene muchos eslabones relacionados con las materias primas, las herramientas y la maquinaria, el diseño, las piezas y los accesorios, la homologación de los productos acabados, el envasado y las ventas. Una empresa individual puede encargarse sólo de uno o unos pocos de estos eslabones, especializándose para conquistar la competencia del mercado en un área restringida. Dentro de cada empresa, el proceso de producción también está muy segmentado: una línea de producción suele tener cientos de procesos que la componen, en los que operan simultáneamente cientos o miles de trabajadores, utilizando un gran número de máquinas y equipos. El sistema estrechamente interconectado de la industria moderna exige que cada parte relacionada complete sus respectivas tareas de forma precisa y puntual. Cualquier ausencia o retraso causado por cualquier entidad, individuo o incluso pieza de una máquina de la cadena de producción puede perturbar el buen funcionamiento de todo el sistema de fabricación. Además, el intercambio y el flujo masivos de materiales requieren grandes cantidades de infraestructuras y capacidades de gestión integradas. Por lo tanto, el desarrollo de la industria moderna no puede basarse únicamente en empresas o sectores individuales. Depende de las capacidades globales de producción y circulación de un país.

Históricamente, los países africanos han estado marginados durante mucho tiempo de la economía mundial, actuando como fuente de materias primas para Europa y Norteamérica. La mayoría de los países del continente carecen de un sector industrial completo y, a menudo, las fábricas existentes tienen que importar una gran cantidad de maquinaria y piezas del extranjero. Las infraestructuras y los suministros locales de electricidad y agua suelen ser limitados, lo que determina una incapacidad para satisfacer las necesidades de la producción a gran escala. Al mismo tiempo, las deficientes y deterioradas instalaciones de transporte, las ineficiencias administrativas y las complejidades políticas y geográficas suelen generar un intercambio y una circulación de materiales deficientes tanto dentro de África como entre el continente y otras regiones. Por último, debido a la falta de experiencia práctica y de formación sistemática, existen deficiencias en las competencias profesionales y técnicas de los trabajadores, así como en las capacidades de coordinación y organización de los directivos. Estos factores han limitado la profundización de la división interconectada del trabajo en el continente a múltiples niveles y, con el tiempo, la brecha entre el desarrollo industrial africano y el de otras regiones del mundo se ha hecho cada vez mayor.

¿Cómo la Iniciativa de la Franja y la Ruta promovió la industrialización en África?

La mayoría de las economías africanas siguen dependiendo principalmente de la agricultura tradicional de pequeña escala, basada en la producción de subsistencia. Sólo mediante el avance de una producción industrial altamente especializada y profesionalizada, unida a reformas de mercado adecuadas, puede mejorarse la productividad de forma significativa y sostenible. Durante mucho tiempo, la economía china también fue mayoritariamente agrícola y pasó por muchas dificultades en el camino hacia el desarrollo industrial nacional. Desde el lanzamiento de la reforma y la apertura a finales de la década de 1970, China ha logrado un crecimiento industrial explosivo, convirtiéndose en la “fábrica del mundo”. La exitosa experiencia china de industrialización ha despertado gran interés en todo el mundo, incluidos los países africanos. Para China, este continuo crecimiento industrial ha impulsado aún más su demanda de recursos, mano de obra y mercados. En un contexto de saturación de los mercados europeo y norteamericano, así como de intensa competencia interna, es urgente que China encuentre nuevos socios para la cooperación y nuevas oportunidades de crecimiento. Teniendo en cuenta los intereses y aspiraciones comunes de China y otros países en desarrollo en la búsqueda del progreso industrial, la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI – por sus siglas en inglés, también conocida como la Nueva Ruta de la Seda) identifica la capacidad industrial como un área importante para la cooperación mutuamente beneficiosa. En esta línea, el Foro de Cooperación China-África (FOCAC – por sus siglas en inglés) siempre ha hecho hincapié en la industrialización y la cooperación industrial en sus planes de acción. La cooperación en materia de capacidad industrial de China con los países africanos se ha centrado en tres aspectos principales.

1. La construcción de parques industriales. Teniendo en cuenta el bajo desarrollo industrial general de los países africanos, existe una escasez general de factores de producción. Para garantizar que la producción industrial a gran escala funcione de forma rápida y fluida, las empresas chinas han invertido en algunos países en la construcción de parques industriales locales, incorporando empresas tanto en las fases anteriores como posteriores de la cadena industrial para la colaboración vertical, construyendo infraestructuras básicas y proporcionando servicios básicos con el fin de promover la formación de agrupaciones industriales regionales de empresas, proveedores e instituciones interconectados. En 2007, por ejemplo, China Nonferrous Metal Mining Group (CNMC), una empresa estatal, estableció la Zona de Cooperación Económica y Comercial Zambia-China (ZCCZ) en Chambishi, Zambia, para el procesamiento a fondo de los recursos naturales extraídos localmente. Las empresas que operan en la zona económica son, en su mayoría, filiales de la CNMC, y cubren varias etapas de la cadena industrial de los recursos de cobre y cobalto, como la extracción, la fundición y el procesamiento. También hay varias empresas privadas chinas y locales zambianas que han prestado servicios de apoyo, como reparación de maquinaria y logística.[3] Este proyecto de parque industrial ha contribuido a los esfuerzos de Zambia por superar la simple extracción de recursos y ascender gradualmente a actividades de procesamiento de mayor valor agregado. En 2009, la ZCCZ puso en marcha una subzona en las afueras de la capital de Zambia, Lusaka, que agrupa empresas de industria ligera en los sectores de procesamiento de alimentos, elaboración de cerveza y productos plásticos, entre otros, basándose en el carácter de la economía urbana. Aunque no existe una conexión comercial directa entre las empresas de la subzona, los servicios prestados por ésta (como agua, electricidad, transporte y seguridad) han reducido el costo de construcción de una fábrica y acortado enormemente el ciclo de inversión (por ejemplo, sin los servicios prestados por la subzona, el proceso de solicitud del uso industrial de la electricidad por sí solo podría llevar varios años). Las pequeñas y medianas empresas que carecen de experiencia internacional y de grandes capitales también pueden intercambiar información, ahorrando muchos costos en los que habrían incurrido debido a su inexperiencia, beneficiándose así de una lógica en la que la unión hace la fuerza.

2. La sinergia de la construcción de infraestructuras y la inversión industrial. China es líder mundial tanto en la industria manufacturera como en la de la construcción. Las empresas chinas representaron el 61,9% de todo el mercado africano de la construcción en 2019.[4] La construcción de infraestructuras chinas proporciona las instalaciones necesarias en diversos sectores de África, como la energía y el transporte, contribuyendo al desarrollo industrial. Para que desempeñen un papel sostenible en el continente, estos proyectos de infraestructuras deben combinarse con la industrialización. Los principales retos para la construcción de infraestructuras en África son las inversiones a gran escala necesarias y los horizontes de reembolso a largo plazo. En los países en desarrollo, a veces los ingresos generados por los proyectos de infraestructuras son insuficientes para mantener el funcionamiento de las instalaciones. En vista de ello, China y los países africanos han planificado conjuntamente proyectos industriales interconectados con proyectos de infraestructuras para mejorar la utilidad y el rendimiento de estos esfuerzos. En 2016, tomando como ejemplo el ferrocarril Adís Abeba-Yibuti, el Gobierno chino orientó a sus empresas a “combinar la construcción de infraestructuras a gran escala con el desarrollo de parques industriales y zonas económicas especiales, esforzándose por construir un cordón industrial a lo largo del ferrocarril para lograr una interacción armoniosa entre las infraestructuras a gran escala y el desarrollo industrial”.[5] Las empresas privadas chinas ya habían construido dos parques industriales cerca de Adís Abeba, la capital etíope, pero en los últimos años las empresas estatales han desempeñado un papel importante. China Civil Engineering Construction Corporation ha firmado acuerdos con Etiopía para construir una serie de parques industriales a lo largo del ferrocarril Adís Abeba-Djibouti en Hawassa, Dire Dawa, Kombolcha y Adama para aprovechar al máximo la capacidad del ferrocarril. Además, el grupo estatal China Merchants Group ha participado en la construcción del puerto de Doraleh, con el objetivo de aumentar significativamente la capacidad del puerto para hacer frente al mayor volumen de carga del nuevo ferrocarril. Del mismo modo, para apoyar el desarrollo a largo plazo del ferrocarril Mombasa-Nairobi, China y Kenia han firmado un acuerdo para modernizar el puerto de Mombasa y establecer una zona económica especial cerca del puerto.

3. La inversión industrial de China en África se centra en una producción adaptada a los mercados locales, más sinérgica con el desarrollo local y generadora de un impulso sostenido para la industrialización. Algunos economistas han pronosticado que África, al igual que los países asiáticos, atraerá la industria manufacturera mundial intensiva en mano de obra, debido a sus menores costos laborales, y emprenderá un camino hacia el desarrollo industrial impulsado por las exportaciones.[6] Sin embargo, en la práctica, las industrias africanas dependen de las importaciones para muchos insumos, como materias primas, componentes y piezas de repuesto. Sin un desarrollado ecosistema de proveedores y prestadores de servicios, las fábricas africanas se enfrentan a problemas crónicos, como retrasos administrativos, embotellamientos, logística deficiente y tipos de cambio inestables, lo que hace difícil garantizar la calidad y puntualidad de los pedidos.[7] En cambio, en Asia existe una red industrial completa y madura centrada en Japón y China. El resto de países de la región pueden encontrar sus propias ventajas comparativas en este sistema y aprovechar el bajo costo de su mano de obra para realizar transferencia industrial. Debido a la distancia geográfica, a los países africanos les resulta difícil integrarse en la red industrial de Asia. La mera reducción de los costos de producción no puede compensar la falta de apoyo en otros aspectos. Las empresas extranjeras que pretenden transferir la producción al continente sólo han podido mantener operaciones de menor escala en África Oriental y Meridional, enfrentando dificultades para ampliar.[8]

En lugar de perseguir modelos orientados a la exportación, las empresas industriales que han establecido un punto de apoyo para operaciones a largo plazo en África, que están impulsando el crecimiento conjunto de las compañías locales, se centran principalmente en los mercados nacionales de los países africanos. Su producción, abastecimiento, comercialización y ventas están arraigadas en el continente africano. Por ejemplo, Sun Jian (孙坚), un empresario de Wenzhou (China), recorrió Nigeria en 2010 y descubrió que gran parte de los productos cerámicos del país se importaban del extranjero. Sun vio una oportunidad comercial. Como la cerámica es pesada y frágil, no es apta para el transporte. Si se pudiera producir localmente, el fabricante tendría una gran ventaja en el mercado. Sun creó rápidamente la fábrica de cerámica de Wangkang en Nigeria con 40 millones de dólares. Las baldosas producidas se hicieron populares de inmediato entre los consumidores locales y pronto empezaron a escasear.[9] Durante la última década, la empresa ha montado cinco grandes fábricas de baldosas en Nigeria, Ghana, Tanzania y Uganda, que representan el 25% de la capacidad de producción de baldosas cerámicas de África. Este ejemplo muestra cómo el desarrollo industrial puede tener lugar examinando de cerca el mercado africano e identificando nichos de mercado. Las empresas multinacionales suelen pasar por alto el mercado africano y rara vez prestan atención a las necesidades e intereses específicos de los consumidores locales. Por ello, los productos exportados a África suelen tener precios excesivos y estar pasados de moda. Al estrechar sus relaciones económicas y comerciales con los países africanos, las empresas chinas han desarrollado un mayor conocimiento del mercado africano y han detectado nuevas tendencias. Las empresas chinas se han instalado localmente para fabricar productos de uso cotidiano como materiales de construcción, muebles, plásticos, alimentos, medicinas, ropa y calzado. La producción local no sólo reduce significativamente los costos de transporte. También garantiza que los productos estén orientados y respondan a las cambiantes preferencias de los consumidores y a las tendencias del mercado. Estos productos de fabricación local no han sustituido a las importaciones existentes, han ocupado espacios en el mercado.

Las empresas chinas están en mejores condiciones de entender los mercados africanos y aprovechar las oportunidades industriales por dos razones: en primer lugar, la larga trayectoria de cooperación económica entre China y África y, en segundo lugar, el sólido sistema industrial chino. El fundador de Wangkang no se dedicaba originalmente a la industria cerámica. Sin embargo, cuando vio la oportunidad de negocio se puso rápidamente en contacto con proveedores de equipos de producción de cerámica en China y pudo montar líneas de producción en África en pocos meses. Wangkang confió en las empresas chinas para los servicios de instalación, depuración, formación y mantenimiento. China es el único país del mundo que alberga todas las categorías enumeradas en la Clasificación Industrial Internacional Uniforme de todas las Actividades Económicas de las Naciones Unidas (CIIU – ONU y UNSD – ISIC por su sigla en inglés), que abarca tanto las tecnologías de alta precisión como las industrias tradicionales de gama baja.[10] La inestabilidad del suministro eléctrico y las dificultades de mantenimiento en el continente africano hacen que muchos de los nuevos tipos de maquinaria de precisión procedentes de Europa y Estados Unidos no sean los más adecuados para su uso en la fabricación africana. En contraste, algunos equipos básicos fabricados en China funcionan bien en este entorno, además de ser económicos y duraderos. Las inversiones industriales en el mercado africano pueden utilizar el amplio sistema industrial chino para proporcionar sólidos servicios de apoyo a las actividades de producción en África. Estas fábricas obtienen localmente las principales materias primas y venden sus productos en el mercado local, conformando gradualmente un sistema inicial de producción y circulación industrial. Si bien estas industrias se inician a pequeña escala, pueden impulsar el desarrollo cíclico global y constituyen una vía más sostenible hacia la industrialización.

Un ejemplo de ello es el auge de la industria local de reciclaje de plásticos en Ghana. Inicialmente, una empresa de la provincia china de Fujian comenzó a recolectar los envases para beber agua envasada desechados por la población local, que podían procesarse y venderse como bolsas de plástico destinadas al comercio. Aunque el trabajo era difícil y agotador, la empresa era bastante rentable porque casi no había competencia. Esta noticia pronto atrajo a muchos seguidores. Al principio, más de diez empresas chinas siguieron su ejemplo, además de empresas locales. A través de sus socios chinos, encontraron proveedores de maquinaria y equipos, introduciéndose también en este campo. En los primeros seis o siete años, los nuevos participantes no entablaron una competencia feroz. Trabajaron juntos para aumentar el tamaño de la “torta” de la industria (把行业蛋糕做大, bǎ hángyè dàngāo zuòdà). El alcance geográfico del reciclaje se amplió gradualmente de la capital de Accra a todo el país y se desarrollaron divisiones en la cadena industrial. Las empresas locales que están más familiarizadas con el entorno social pueden localizar mejor los lugares de vertido de los envases desechados. Por esto, se han centrado más en el reciclado ascendente y el tratamiento primario, empleando a cientos de recolectores de residuos. Las empresas chinas conocen mejor la maquinaria y la producción, y han invertido cada vez más en el procesamiento posterior de alta tecnología. Además, muchas empresas chinas y ghanesas han centrado su atención en otro tipo de reciclado y procesamiento de plásticos. Al identificar las oportunidades de mercado, las empresas chinas y ghanesas han impulsado el desarrollo de toda una cadena de reciclado y transformación de plásticos y de un sector industrial en Ghana.[11]

Desafíos y soluciones en la cooperación industrial sino-africana

Basándose en un modelo único de colaboración y en estructuras económicas complementarias, la cooperación industrial sino-africana ha alcanzado importantes logros en las dos primeras décadas del siglo XXI. En todo el continente africano, miles de empresas chinas han invertido o cofundado decenas de parques industriales, empleando a un gran número de trabajadores locales e impulsando el crecimiento de proveedores, prestadores de servicios y empresas derivadas.[12] China ha establecido seis zonas de cooperación económica y comercial a nivel nacional en países como Egipto, Zambia, Nigeria, Mauricio y Etiopía, que han atraído a más de 300 empresas, generando empleo para más de 30.000 trabajadores locales.[13] Sin embargo, persisten los desafíos a largo plazo en el camino de África hacia la industrialización, lo que supone un serio reto para el crecimiento sostenible de la cooperación industrial sino-africana.

Como ya se ha dicho, el principal reto de la industrialización africana es la falta de cooperación sistemática. La cooperación sino-africana ha avanzado en la resolución de algunos problemas de coordinación mediante la construcción de infraestructuras y parques industriales, el establecimiento de cadenas de suministro y la conexión de mercados. Sin embargo, un mayor desarrollo industrial requerirá mucho más que el suministro de equipos o la construcción de fábricas. Para industrializarse, los países en desarrollo deben experimentar un cambio radical de sus estructuras sociales y su ideología. En cada país o región, este proceso será diferente, dependiendo de las historias, culturas y costumbres locales. Por su parte, a la hora de asociarse con países africanos, China debe proceder comprendiendo las condiciones y complejidades locales. Las empresas chinas deben resolver adecuadamente las contradicciones y conflictos que surjan con los trabajadores locales, las comunidades indígenas, los socios comerciales y los organismos gubernamentales. Esto será especialmente importante a medida que aumenten las tensiones internacionales y las fuerzas políticas extranjeras intenten avivar las disputas y convertirlas en armas para sus propios intereses.

El economista sueco y premio Nobel Gunnar Myrdal señaló, ya en los años setenta, que los sistemas socioeconómicos tienen características de autorrefuerzo. Debido a la inercia social, los países no industrializados se enfrentan a una dificultad mucho mayor que los países desarrollados para transitar hacia sociedades industriales y continuar con el desarrollo industrial. Una serie de factores políticos, económicos, sociales y culturales contribuyen a mantener a estos países en un estado de equilibrio de bajo nivel.[14] El economista singapurense-americano Yuen Yuen Ang afirma que existe un “problema fundamental” en el desarrollo, en el sentido que la prosperidad económica de un país requiere a menudo un fuerte apoyo institucional, “pero la consecución de estas condiciones previas también parece depender del nivel de riqueza económica”.[15] Esto plantea el dilema del huevo o la gallina: muchos países en desarrollo carecen de los recursos necesarios para mejorar su entorno institucional y, en consecuencia, son incapaces de lograr un desarrollo industrial sostenible a largo plazo. A su vez, la economía sigue decayendo y el entorno institucional se deteriora aún más.

Superar este dilema cíclico es esencial para la industrialización africana y el éxito a largo plazo de la cooperación sino-africana. Para invertir este círculo vicioso, es necesario mejorar simultáneamente tanto el “huevo” como la “gallina” -es decir, el crecimiento económico y el desarrollo institucional- y promover un ciclo que se refuerce mutuamente. Sólo cuando todas las partes del proceso de industrialización se esfuerzan por alcanzar el mismo objetivo de promover el crecimiento sostenible de la productividad, pueden formarse sinergias. No obstante, este tipo de cooperación es difícil de lograr en la práctica. En la búsqueda de la industrialización, la mayoría de los miembros de la sociedad no están orientados hacia el crecimiento de la productividad a largo plazo. Sólo pueden ver las actividades locales y perseguir beneficios a corto plazo, desviándose así del objetivo general. Determinar cómo promover el reconocimiento generalizado y el compromiso con la industrialización de todas las partes de la sociedad, es una cuestión importante que los países africanos deben resolver para romper las limitaciones del pasado y lograr un progreso continuo.

Uno de los principales desafíos de la cooperación económica y comercial sino-africana está relacionado con las diferencias de perspectivas y objetivos de las distintas partes.[16] Un ejemplo ilustrativo es la Compañía Textil Amistad Tanzania-China, gestionada conjuntamente por China y Tanzania. Por un lado, los objetivos principales de los directivos chinos son mejorar la productividad y los beneficios de la empresa. Por otro lado, los directivos tanzanos nombrados por el gobierno local no sólo se preocupan por la eficacia operativa, sino también por generar empleo e ingresos fiscales, además de aumentar las compras de algodón de producción local.[17] Del mismo modo, en la construcción de infraestructuras y parques industriales suele haber diferencias en los objetivos de todas las partes implicadas. Por ejemplo, mientras las empresas chinas esperan aumentar sus beneficios y los funcionarios del gobierno chino quieren mejorar las relaciones políticas bilaterales, para los funcionarios del gobierno africano son importantes los ingresos fiscales y las oportunidades de empleo. Por su parte, las poblaciones locales esperan que los proyectos sean beneficiosos para su subsistencia y sus comunidades. Aunque estos objetivos están interrelacionados y son compatibles en muchos aspectos, las distintas prioridades pueden provocar desacuerdos y conflictos. Para alcanzar el consenso y sinergizar los esfuerzos, todas las partes deben hacer los ajustes oportunos para dar prioridad al objetivo más amplio del proceso de industrialización sobre sus respectivos objetivos individuales, encontrar puntos en común respetando las diferencias y lograr resultados mutuamente beneficiosos para todos.

Un proceso similar de adaptación e integración de diferentes perspectivas se produjo también durante las reformas chinas. En diversos momentos de las últimas cuatro décadas, el Estado ha tenido que gestionar diferentes tendencias de la sociedad, como el conservadurismo, el proteccionismo y el liberalismo, mediante la orientación teórica y la gestión administrativa, y en última instancia unificar diversos sectores para luchar por el desarrollo industrial. El reto de la cooperación internacional sino-africana incluye múltiples Estados, cada uno con su propio sistema de gobierno. Los asuntos no pueden resolverse mediante un liderazgo centralizado. La única vía de cooperación son los intercambios en igualdad de condiciones. En este sentido, los socios sino africanos deberían adherirse al espíritu progresista de “atravesar el río tanteando las piedras” (摸着石头过河, mōzhe shítou guòhé), en el que hacen hincapié en una comunicación sólida, la voluntad de ajuste y compromiso, la comprensión mutua y el consenso. En el ejemplo mencionado de la Compañía Textil Amistad Tanzania-China, la parte china respeta las tradiciones e intereses tanzanos, conserva a un gran número de empleados con muchos años de antigüedad y dialoga activamente con las organizaciones sindicales, al tiempo que subraya la naturaleza de mercado de la empresa, introduce el sistema de primas a destajo e identifica áreas para mejorar la productividad.[18] Del mismo modo, en los proyectos de parques industriales e infraestructuras, la cooperación sino-africana ha aprendido del rápido desarrollo económico de China en los últimos cuarenta años, pero no se limita a un molde fijo. Se guía por el principio de “todos ganan” en la búsqueda de un crecimiento económico sostenible a largo plazo, teniendo en cuenta las necesidades de un mayor número de partes y estando dispuesta a sacrificar algunos beneficios comerciales a corto plazo por intereses políticos y sociales más amplios.[19]

Evidentemente, el intercambio de ideas no siempre llevará a las partes colaboradoras a alcanzar un entendimiento mutuo. Pero a largo plazo, estos intercambios son esenciales y constituyen el método más eficaz para garantizar el desarrollo continuo y profundo de la cooperación sino-africana. En última instancia, la industrialización africana sólo podrá realizarse gracias a las fuerzas motrices internas. Este es un punto en el que China hace hincapié en su asociación con los países africanos, basándose en su propia experiencia de desarrollo. Es un enfoque que difiere mucho del de los países occidentales.

Naturaleza y significado de la relación sino-africana

Occidente tiende a adoptar una postura condescendiente hacia el desarrollo y la industrialización de África. Ya sea en su papel de gobernante colonial, soberano o donante, los países desarrollados occidentales han juzgado a menudo a los países africanos según sus propios sistemas políticos y económicos. Han criticado a África por considerarla “atrasada” imponiendo sus propios modelos al continente. Por ejemplo, en la era del Consenso de Washington, Estados Unidos y los países europeos utilizaron a menudo métodos coercitivos como la retención de la ayuda y la promulgación de sanciones para obligar a los países africanos a aplicar las políticas económicas occidentales de libre mercado. En consecuencia, el enfoque occidental no sólo no ha logrado integrarse orgánicamente en las sociedades africanas. También ha fomentado la división y el malestar, retrasando los esfuerzos africanos por lograr una transformación industrial global y sostenible.

En su propia historia y desarrollo, China ha experimentado presiones externas y reveses similares a los de los países africanos. A través de su propia exploración, China ha encontrado un camino eficaz hacia la industrialización. Por ello, China tiene una perspectiva y una comprensión diferentes a las de Occidente cuando se trata de las contradicciones, los retos y las complejidades a las que se enfrentan los países en desarrollo en la búsqueda de la industrialización. En sus relaciones con los países africanos, China hace hincapié en la importancia del desarrollo económico y el crecimiento continuo de la productividad. Al mismo tiempo, persigue constantemente su propia modernización y crecimiento industrial, espera también promover el desarrollo común con África, salir de la pobreza y el subdesarrollo, y dejar de estar controlada y oprimida por Occidente. Para ello, China coopera con los países africanos en torno al objetivo de mejorar la productividad. Mantiene una actitud abierta y pragmática respecto a la forma en que los países africanos persiguen la transformación económica en sus diversas y singulares condiciones nacionales. En lugar de imponer cualquier política al continente africano, China anima a cada país a seguir su propio camino de desarrollo y a no seguir ciegamente ningún modelo. La BRI, que promueve la conectividad de las infraestructuras, el comercio, la integración financiera, las políticas complementarias y los intercambios entre personas, se guía por los principios del desarrollo colaborativo y la soberanía nacional.

El singular enfoque de la cooperación industrial sino-africana no sólo es necesario para el crecimiento económico, sino que también está guiado por un profundo pensamiento político. En su cooperación con los países africanos, China, al tiempo que hace hincapié en el desarrollo económico y la eficiencia del mercado, no ignora el ámbito político. El énfasis de China en la productividad procede de su propia experiencia práctica en la lucha contra el dominio de las potencias occidentales: sólo con una economía de mercado y un desarrollo industrial ha podido el país resistir la influencia y la injerencia extranjera. Esta orientación también es coherente con la prolongada política china de apoyo a la independencia y soberanía de los países africanos y de oposición al hegemonismo occidental. En la época contemporánea, el apoyo político internacional es más eficaz y sostenible a través de medios económicos. Al mismo tiempo, el énfasis en el intercambio igualitario en la cooperación sino-africana no es una postura puramente política. Por el contrario, se guía por el hecho de que la cooperación y la comunicación a largo plazo son necesarias para el establecimiento de un nuevo mercado global y un sistema industrial que se libere del histórico círculo vicioso del “huevo o la gallina”.

A medida que los países africanos avancen en su camino hacia la industrialización, los diferentes estratos sociales se verán afectados de maneras drásticamente distintas y tendrán sentimientos y opiniones marcadamente diferentes sobre las reformas económicas. Esto constituye a la vez un serio reto y una oportunidad histórica para la cooperación industrial sino-africana. A medida que las infraestructuras, las instalaciones industriales y otros proyectos chinos sigan desarrollándose en África, ambas partes profundizarán su entendimiento mutuo y su integración a través de la práctica. Tanto desde una perspectiva económica como política, China y África comparten el mismo objetivo general de promover la industrialización. Por lo tanto, pueden superar las barreras y los contratiempos temporales mediante la comunicación y el ajuste. En ese proceso gradual, la cooperación abundante y amplia a múltiples niveles puede ayudar a China y África a construir una conexión y un consenso más estrechos y profundos.

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Notas del autor

1. Unión Africana, Action Plan for the Accelerated Industrial Development of Africa [Plan de Acción para el Desarrollo Industrial Acelerado de África] (Adís Abeba: Unión Africana, 2007), https://au.int/web/sites/default/files/documents/30985-doc-plan_of_action_of_aida.pdf.

2. Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations [Una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones](Edimburgo: Thomas Nelson Press, 1843), 3-5.

3. Tang Xiaoyang y Tang Xiyuan, “从政府推动走向市场主导:海外产业园区的可持续发展路径” [De la iniciativa gubernamental a la orientación al mercado: el camino hacia el desarrollo sostenible de las zonas industriales de ultramar], 外交评论 [Revista de Asuntos Exteriores], no. 6 (2019).

4. “ENR’s 2018 Top 250 International Contractors” [Los 250 mejores contratistas Internacionales de 2018 según ENR], Engineering News-Record [Noticias y Ranking de Ingeniería], agosto de 2018, https://www.enr.com/toplists/2018-Top-250-International-Contractors-1.

5. Lin Songtian, “外交部非洲司司长林松添在中非智库论坛第五届会议全体会上的发言” [Palabras de Lin Songtian, Director General del Departamento de Asuntos Africanos del Ministerio de Asuntos Exteriores, en la Sesión Plenaria de la Quinta Reunión del Foro de Grupos de Reflexión China-África], Ministerio de Asuntos Exteriores de la República Popular China, 18 de abril de 2016.

6. Justin Yifu Lin, “From Flying Geese to Leading Dragons: New Opportunities and Strategies for Structural Transformation in Developing Countries” [De gansos voladores a líderes dragones: nuevas oportunidades y estrategias para la transformación estructural en los países en desarrollo], Policy Research Working Paper 5702 [Documento de trabajo en investigación de formulación de políticas], Banco Mundial, Washington, DC, junio de 2011, https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1871599.

7. Tang Xiaoyang, “The Impact of Asian Investment on Africa’s Textile Industries” [El impacto de la inversión asiática en la industria textil africana], Centro Carnegie-Tsinghua para Política Global, Pekín, agosto de 2014, https://carnegieendowment.org/files/china_textile_investment.pdf.

8. Tang Xiaoyang, Coevolutionary Pragmatism: Approaches and Impacts of China-Africa Economic Cooperation [Pragmatismo coevolutivo: enfoques e impactos de la cooperación económica China-África] (Cambridge: Cambridge University Press, 2020).

9. Sun Jian (fundador del Grupo Wangkang), entrevista por el autor, Estado de Ogún, Nigeria, julio de 2014.

10. Yang Yang, “China Becomes World Leader in Industrial Economy Scale” [China se convierte en líder mundial de la economía industrial a gran escala], Diario de China, 23 de septiembre de 2019, https://global.chinadaily.com.cn/a/201909/23/WS5d888ad6a310cf3e3556cf80.html.

11. Tang Xiaoyang, “8 Geese Flying to Ghana? A Case Study of the Impact of Chinese Investments on Africa’s Manufacturing Sector” [¿8 gansos volando hacia Ghana? Estudio del impacto de las inversiones chinas en el sector manufacturero africano], Journal of Contemporary China [Revista de la China Contemporánea] 27, no. 114 (2018).

12. Irene Yuan Sun, Kartik Jayaram y Omid Kassiri, “Dance of the Lions and Dragons: How Are Africa and China Engaging, and How Will the Partnership Evolve?” [Danza de leones y dragones: ¿Cómo se relacionan África y China y cómo evolucionará la asociación?], McKinsey & Compañía, junio de 2017, https://www.mckinsey.com/~/media/mckinsey/featured%20insights/middle%20east%20and%20africa/the%20closest%20look%20yet%20at%20chinese%20economic%20engagement%20in%20africa/dance-of-the-lions-and-dragons.ashx.

13. Tang, Coevolutionary Pragmatism [Pragmatismo coevolutivo].

14. Gunnar Myrdal, The Challenge of World Poverty: A World Anti-Poverty Program in Outline [El desafío de la pobreza en el mundo: Esbozo de un programa mundial de lucha contra la pobreza] (London: Allen Lane, 1970), 268.

15. Yuen Yuen Ang, How China Escaped the Poverty Trap [Cómo China escapó de la trampa de la pobreza] (Ithaca: Cornell University Press, 2016), 1.

16. Kuang Lulin, “文化差异对中非经贸合作的影响及其应对” [La influencia de las diferencias culturales en la cooperación económica y comercial sino-africana y las medidas de respuesta], 产业与科技论坛 [Revista de la Ciencia e Industria], no. 3, 2019.

17. Wu Bin (Gerente General de la Compañía Textil Tanzania-China Friendship), entrevistas con el autor, Dar es Salaam, Tanzania, septiembre de 2011 y agosto de 2014.

18. Wu Bin, entrevistas.

19. Tang, Coevolutionary Pragmatism [Pragmatismo coevolutivo].

El recorrido de África hacia la industrialización: ¿Cómo puede China contribuir al desarrollo económico del continente? | 03.10.2023

Pan Jianglong (潘江龙), Al este del Sáhara (撒哈拉以东), 2017. Técnica mixta sobre lienzo, 120 x 120 cm. Crédito: Fondo Nacional de las Artes de China.


El recorrido de África hacia la industrialización: ¿Cómo puede China contribuir al desarrollo económico del continente?

Zhou Jinyan

Zhou Jinyan (周瑾艳) es profesora adjunta en la Academia de Gobernanza Global y Estudios Regionales de Shanghái (SAGGAS) de la Universidad de Estudios Internacionales de Shanghái (SISU). Sus investigaciones recientes se han centrado principalmente en las vías de desarrollo africanas y en la comparación de la cooperación al desarrollo china y occidental con África. Ha realizado viajes de estudio a Angola, Etiopía, Tanzania y Ruanda.

“El recorrido de África hacia la industrialización: ¿Cómo puede China contribuir al desarrollo económico del continente?” (中国方案与非洲自主工业化的新可能) se publicó originalmente en Wenhua Zongheng (文化纵横), núm. 1 (febrero de 2019).

Desde que conquistaron su independencia, los países africanos han perseguido incansablemente la industrialización, tratando de superar su situación de dependencia en el orden económico mundial. La Organización de la Unidad Africana (precursora de la Unión Africana) y, posteriormente, la Asamblea General de las Naciones Unidas declararon, en 1989, el 20 de noviembre como el Día de la Industrialización de África para fomentar la sensibilización y la cooperación internacionales en torno a la industrialización africana. Lamentablemente, estas aspiraciones aún no se han hecho realidad.

Durante el siglo XXI se han producido importantes cambios en el desarrollo económico del continente. Las relaciones entre África y las economías emergentes, incluida China, se han desarrollado rápidamente, alterando la posición estratégica del continente dentro de la globalización. Un período de altas tasas de crecimiento entre 2000 y 2014 dio lugar al surgimiento de una narrativa de “África en ascenso” en los medios de comunicación occidentales. Ello, a medida que la imagen de África pasaba de ser la de un “continente de la desesperación” a la de un “continente lleno de esperanza”.[1] Sin embargo, tras las imágenes del “ascenso de África”, las cifras subyacentes siguen siendo desalentadoras. En 1970, la participación de África en el sector industrial mundial se situaba en torno al 3%; en 2014, ese porcentaje cayó a menos del 2%. Al mismo tiempo, en 2017, la proporción media de la industria manufacturera en el Producto Interno Bruto (PIB) del África subsahariana rondaba el 10%, casi al mismo nivel que en la década de 1970. Salvo en unos pocos países como Sudáfrica, Egipto, Nigeria y Marruecos, la tasa de crecimiento de la industria manufacturera en la mayoría de los países africanos ha ido siempre a la zaga de la tasa de crecimiento económico general. En resumen, África ha experimentado un crecimiento sin industrialización, y sus elevadas tasas de crecimiento económico se deben al aumento de la demanda y de los precios de los recursos naturales, lo cual lo hace insostenible.

Mediante un análisis de las experiencias africanas en el recorrido hacia la industrialización, este documento intenta responder a tres preguntas: ¿por qué han fracasado las décadas de ayuda occidental para promover la industrialización africana? ¿Qué exploraciones han hecho los países africanos en su recorrido hacia la industrialización? Y por último, como participante y alumno en el camino hacia la industrialización, ¿qué puede aportar China a la industrialización de África?

El fracaso de las recetas de Occidente para el desarrollo

En la década de 1960, los estados africanos recién independizados comenzaron a embarcarse en el camino del desarrollo industrial. Sin embargo, seis décadas después, todavía no han logrado hacer realidad la industrialización. A menudo las explicaciones populares atribuyen las causas del bajo nivel de desarrollo del continente a factores endógenos como el clima, la geografía, la diversidad étnica y la cultura. Sin embargo, estas explicaciones no toman en cuenta el hecho que tales problemas han existido de una forma u otra en todos los países actualmente desarrollados.[2] Además, a menudo minimizan o ignoran el impacto histórico y continuo de la intervención occidental en el continente. El colonialismo transformó a África en una fuente de materias primas para las potencias imperialistas y un vertedero de mercancías, provocando subdesarrollo en varios aspectos. Por ejemplo, los primeros gobernantes coloniales crearon sistemas educativos enfocados en formar empleados para asistir en la administración de las colonias, en lugar de formar ingenieros y científicos. En las últimas décadas, las recetas y modelos fallidos impuestos por Occidente a África también han impactado negativamente en el desarrollo del continente.

En Occidente ha habido muchas disputas sobre el rol adecuado del Estado y del mercado en el desarrollo económico. Durante la primera mitad del siglo XX, destacados economistas occidentales como John Maynard Keynes propusieron teorías que abogaban para que los gobiernos reforzaran su intervención y regulación sobre la economía. Estas políticas se aplicaron ampliamente en Europa Occidental y Estados Unidos hasta finales de los años 70 y principios de los 80, cuando la intervención estatal quedó desacreditada en favor del liberalismo económico. Los países occidentales consideraron que los modelos económicos dirigidos por el Estado ya no eran sostenibles y comenzaron a aplicar políticas neoliberales, como la privatización de empresas estatales e instituciones públicas, la liberalización del comercio, la relajación de la normativa industrial nacional y el endurecimiento del gasto público.[3] Occidente también impuso por la fuerza políticas neoliberales en gran parte del mundo y a menudo probó sus ideas neoliberales en países del Sur Global, incluida África, obstaculizando la búsqueda de su industrialización. La imposición de la ideología y teorías económicas occidentales ha limitado a los países africanos en la formulación de estrategias de desarrollo adecuadas a sus condiciones nacionales.[4]

En las décadas de 1960 y 1970, los países africanos recién independizados implementaron una variedad de estrategias de desarrollo lideradas por el Estado. Sin embargo, el desempeño económico del continente quedó rezagado respecto a otras regiones en desarrollo. Se culpó de ello a los modelos de desarrollo dirigidos por el Estado, tanto por el lento crecimiento económico, como por la ineficiencia gubernamental y la corrupción. Junto con las continuas crisis de divisas que afligieron a la mayoría de los países africanos durante la década de 1980, no tuvieron más remedio que recurrir a las instituciones de Bretton Woods y aceptar los programas de ajuste estructural impuestos por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Durante las siguientes décadas, la ola mundial de liberalización económica, desregulación y privatización dirigida por Occidente se extendió por África. Siguiendo las recetas neoliberales, los países africanos fueron esencialmente desindustrializados, deshaciendo gran parte de los avances logrados en las décadas anteriores. Las políticas de laissez-faire no trajeron el desarrollo y la prosperidad a África. En las décadas de 1960 y 1970, el ingreso per cápita en el África subsahariana creció a un ritmo del 1,6% anual; entre 1980 y 2004, el mismo disminuyó un 0,3% anual.[5]

En la primera década del siglo XXI, la mayoría de los países africanos experimentaron un rápido crecimiento económico debido al auge de las materias primas. Sin embargo, debido a la ausencia de estrategias de industrialización bajo el neoliberalismo, pocos países africanos pudieron lograr transformaciones económicas estructurales y actualizaciones tecnológicas. Durante este período, el Banco Mundial y los países donantes occidentales cambiaron el enfoque de su ayuda a África hacia “mejorar el entorno empresarial”, promoviendo reformas favorables al sector privado que, según afirmaban, llevarían al desarrollo industrial.[6] Según una investigación realizada por la Brookings Institution en ocho economías subsaharianas, este programa de ayuda fue “mal aplicado e insuficiente”.[7] De hecho, las reformas para mejorar el entorno empresarial son inadecuadas para abordar los retos a los que se enfrentan las economías africanas en la competencia industrial mundial. Además, incluso en los países africanos de bajos ingresos con entornos empresariales extremadamente precarios, es posible lograr un crecimiento rápido en industrias y áreas específicas.[8] Las políticas orientadas a mejorar el entorno empresarial reflejan la creencia de la comunidad de ayuda occidental: la industrialización solo puede construirse sobre fundamentos neoliberales. El economista chino Wen Yi (文一) resumió el problema con la receta de desarrollo occidental como “tomar el techo como el cimiento, tomar el resultado como la causa […] tomar los resultados de la industrialización occidental como el requisito previo para el desarrollo económico”.[9]

La ayuda occidental ha promovido la dependencia económica en África, mientras que la hegemonía política, económica e ideológica de Occidente ha reducido el espacio político y la autonomía de África. Desde los programas de ajuste estructural neoliberales hasta las estrategias de reforma destinadas a mejorar el entorno empresarial y de inversión, las recetas occidentales no han contribuido al desarrollo africano. Según este modelo, una parte significativa de las políticas de desarrollo africanas se ha formulado fuera del continente, sin la contribución y el liderazgo del pensamiento de desarrollo autóctono africano. En materia de desarrollo económico e industrialización, las posiciones dominantes en el panorama intelectual están en manos de políticos y académicos con sede en Washington y París. El pensamiento y análisis africano independiente ha sido marginado, desalentado a los países africanos que no han logrado formular estrategias de industrialización basadas en sus condiciones nacionales.

Finalmente, dos factores adicionales han impedido que la ayuda occidental promueva la industrialización en África. En primer lugar, los países donantes occidentales están preocupados de que, si África logra la industrialización, el continente competirá con ellos; por lo tanto, limitan el avance de África en la escalera industrial. En segundo lugar, los países occidentales industrializados han trasladado sus industrias intensivas en mano de obra y manufactura de bajo nivel y alta contaminación a Asia Oriental, y han ingresado en una etapa posindustrial de desarrollo. Bajo esta división global de la industria, Occidente no necesita transferir industrias a África y, por lo tanto, no está motivado para promover la industrialización africana.

La búsqueda de África de un camino independiente hacia la industrialización

En los últimos años, se ha puesto un renovado énfasis sobre la industrialización en África. La Unión Africana (UA), varias organizaciones regionales y la mayoría de los países africanos han publicado diversas estrategias de industrialización. La Agenda 2063 de la UA presenta una propuesta clara de transformación económica en el continente a través del desarrollo industrial, especialmente en la manufactura, con el fin de aumentar el valor agregado de los recursos Africanos, mejorar los niveles de empleo y aumentar los ingresos de la población.

En todo el continente, se está formando gradualmente un consenso en torno a la idea que la industrialización es esencial para la transformación económica, el desarrollo sostenible y la modernización de África. El siguiente paso clave es determinar cómo promover eficazmente la industrialización. En la actualidad, las exploraciones africanas de una vía soberana hacia la industrialización se centran en cuatro áreas principales.

1. El rol del Estado y del mercado en la industrialización. A diferencia de los años ochenta y noventa, cuando el fundamentalismo de mercado estaba en su apogeo en África, en el período actual pocos gobiernos niegan completamente el papel del Estado en la industrialización. Sin embargo, persisten desacuerdos en cuanto a la naturaleza y alcance de este rol. Es decir, si el Estado debe centrarse en proporcionar bienes públicos como educación, investigación y desarrollo, e infraestructura cuando el suministro del mercado es insuficiente, o si el Estado debe intervenir directamente en la economía e influir en la asignación de recursos, como apoyar ciertas industrias o empresas, remodelando así el proceso de desarrollo económico. En 2016, la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (CEPA) publicó Política industrial transformadora para África, que enfatizaba la importancia de la política industrial para promover el desarrollo económico nacional y la transformación estructural. El documento argumenta que “el sector manufacturero ha sido el motor del desarrollo económico” y que “el sector manufacturero en un país económicamente rezagado no puede desarrollarse sin una política industrial inteligente y coherente”. El principal autor de Política industrial transformadora para África, el economista coreano Ha-Joon Chang, es un destacado defensor de la política industrial, que sostiene desde hace tiempo que la intervención estatal en la industrialización ha sido esencial para el desarrollo de todos los países ricos actuales. En contra de la narrativa fundamentalista del mercado, Chang sostiene que estos países adoptaron grados significativos de proteccionismo en las primeras fases de su desarrollo económico y han seguido haciéndolo durante gran parte del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. En consecuencia, Chang sostiene que los países en desarrollo deberían rechazar las recetas neoliberales occidentales y aplicar políticas industriales en su camino hacia la industrialización. Se ha convertido en una voz influyente en los debates sobre industrialización que tienen lugar en el continente africano. Aunque la mayoría de los países africanos se han alejado de los modelos de industrialización por sustitución de importaciones de la posguerra y ahora tienden a adoptar políticas orientadas a la exportación dirigidas a los mercados exteriores, Chang señala a Etiopía y Ruanda como países africanos que han tenido experiencias exitosas de política industrial en la era actual y pide a los responsables políticos que estudien una amplia gama de países, industrias y medidas para desarrollar una amplia “imaginación política”.

2. La interacción entre la integración regional y la industrialización. El tema elegido en 2009 para el Día de la Industrialización de África fue “industrialización para la integración” y, en 2017, se hizo hincapié en que el “desarrollo industrial africano” era “una condición previa para una zona de libre comercio continental eficaz y sostenible”. De hecho, desde que obtuvieron su independencia, los países africanos han establecido la integración regional y la industrialización como las “dos alas” para transformar la posición marginal de África en el sistema político y económico global. La industrialización impulsa el desarrollo económico de África y ayuda a aumentar la participación de África en la producción y el comercio mundial, mientras que la integración regional fomenta el comercio intrafricano y beneficia el desarrollo industrial. En marzo de 2018, 44 países africanos firmaron el acuerdo del Área de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA, por sus siglas en inglés) en Kigali, Ruanda, marcando un hito en el establecimiento de un mercado africano unificado.

En la actualidad, el 86% del comercio total de África sigue realizándose con otras regiones del mundo, no dentro del continente.[10] Sin embargo, en marcado contraste con la composición de las exportaciones africanas a otras regiones del mundo, que consiste en gran medida en productos primarios sin procesar, dos tercios del comercio intrafricano son productos manufacturados.[11] Se espera que el acuerdo AfCFTA aumente las oportunidades comerciales intrafricanas, cree un mercado continental más amplio, sirva de trampolín para la industrialización africana y refuerce aún más la independencia y autonomía del continente. Aunque varios países africanos disfrutan de un trato preferencial libre de aranceles para la entrada de sus productos en los mercados estadounidense y europeo a través de la Ley estadounidense para el Crecimiento y la Oportunidad en África (AGOA, por sus siglas en inglés) y el plan “Todo menos armas” (TMA) de la Unión Europea, el continente está sujeto a otros impedimentos e inevitablemente sufre un trato injusto. Por ejemplo, en 2016, los países miembros de la Comunidad del África Oriental (CAO) acordaron reducir progresivamente la importación de ropa de segunda mano hasta prohibirla por completo en 2019, para apoyar a la industria textil local. Ese mismo año, Tanzania, Ruanda y Uganda, miembros de la CAO, aumentaron sus tipos arancelarios sobre la ropa de segunda mano importada. Estas medidas desencadenaron una disputa comercial con Estados Unidos, y la administración Trump amenazó con cancelar los beneficios comerciales relacionados con la AGOA para los tres países.

3. El desarrollo coordinado de la urbanización y la industrialización. En su Informe Económico sobre África de 2017, Urbanización e industrialización para la transformación de África, la CEPA/UNECA escribió que la rápida urbanización de África debe aprovecharse como fuerza motriz para el desarrollo industrial del continente.[12] En otras partes del mundo, la urbanización ha estado estrechamente vinculada a la industrialización, habiéndose logrado la urbanización mediante la mejora de la productividad agrícola y el aumento de la producción industrial. Sin embargo, el informe señala que la urbanización de África se ha desconectado de su desarrollo industrial y de una transformación económica estructural más amplia. África no ha logrado un desarrollo coordinado de la industrialización y la urbanización, lo que ha dado lugar a la creación de “ciudades de consumo”, con altos niveles de importaciones, bajos niveles de creación de empleo formal y principalmente servicios de baja productividad, en lugar de “ciudades productivas”.[13] Reducir la brecha entre urbanización e industrialización y reconectar estos dos desarrollos de forma mutuamente beneficiosa es un reto importante para África.

4. El papel dominante de la industria manufacturera en el desarrollo económico. La historia del desarrollo de los países ricos de hoy revela que la industria manufacturera ha sido siempre el motor del desarrollo económico. Pocos países han conseguido desarrollar sus economías sin una sólida base manufacturera. No obstante, algunos occidentales sostienen que la importancia del sector servicios está superando cada vez más a la de la industria manufacturera y que África puede “saltarse” la industrialización. Por ejemplo, en 2017, Joseph E. Stiglitz, ex economista jefe del Banco Mundial y premio Nobel de Economía, sostuvo que África no puede replicar el modelo liderado por la industria manufacturera de Asia Oriental y que la industria moderna de servicios será el motor del desarrollo económico de África.[14] Del mismo modo, en 2018, la Brookings Institution y el Instituto Mundial de Investigaciones de Economía del Desarrollo de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-WIDER) publicaron conjuntamente Industria sin Chimeneas: La Industrialización en África Reconsiderada. La publicación proponía que los servicios comercializables (por ejemplo, los servicios basados en la información y las comunicaciones, el turismo y el transporte y la logística), la agroindustria y la horticultura pueden impulsar el crecimiento económico y la transformación estructural de África.[15]

Sin embargo, sobre el papel de la industria manufacturera en la estrategia de industrialización del continente y las prescripciones occidentales en materia de desarrollo, África tiene una comprensión sobria. En la Agenda 2063 de la UA y las políticas industriales formuladas por la UNECA, se entiende claramente que la industria manufacturera es la base y la clave para la creación de empleo, la transformación económica y el desarrollo de la región. En 2016, Kingsley Moghalu, ex vicegobernador del Banco Central de Nigeria, instó a los países africanos a “rechazar la noción engañosa de que pueden unirse a Occidente convirtiéndose en sociedades posindustriales sin haber sido antes industriales”.[16]

Aun así, expertos occidentales en tecnología como Alec Ross, han seguido afirmando que los países africanos pueden utilizar la tecnología para “dar un salto económico”, señalando a Ruanda como ejemplo.[17] En su libro de 2016, Las industrias del futuro, Ross escribió que “la idea es que Ruanda pase directamente de una economía agrícola a una economía basada en el conocimiento, evitando por completo la fase industrial”.[18] Sin embargo, tales afirmaciones pasan por alto el hecho de que la industria manufacturera sigue siendo el principal motor de la economía del conocimiento; incluso Ruanda, que ya ha desarrollado rápidamente este sector, sigue impulsando vigorosamente su industria manufacturera.

África ha formulado una serie de estrategias para la industrialización, como la mejora de las infraestructuras, la atracción de inversiones extranjeras, el fomento de la integración regional, la coordinación del desarrollo de la agricultura y la industria, la creación de zonas económicas especiales y parques industriales, y la integración en las cadenas industriales mundiales. Mientras África promueve activamente su industrialización, el socio estratégico más importante del continente, China, está experimentando su propia transformación económica nacional y su modernización industrial. En China, hay un exceso de capacidad en los sectores del acero y el cemento, los costes laborales están aumentando y las industrias intensivas en mano de obra se enfrentan a dificultades. Mientras tanto, África, con una mano de obra joven y un gran mercado, necesita industrializarse. En este periodo, existen importantes oportunidades para que África y China complementen mutuamente sus objetivos. Qué papel desempeñará China en el camino de África hacia la industrialización y si el enfoque chino puede aportar a África ideas distintas de las recetas occidentales, son cuestiones importantes para la relación China-África en el futuro.

Cómo puede contribuir China al desarrollo industrial de África

En el marco del Foro de Cooperación China-África (FOCAC), establecido en el año 2000, China se ha comprometido a colaborar con África para superar los obstáculos al desarrollo, como el déficit de infraestructuras, la formación de trabajadores especializados y la falta de financiamiento. Las iniciativas del FOCAC han estado constantemente orientadas a la cooperación relacionada con la capacidad industrial, incluidos los “diez principales planes de cooperación China-África” propuestos en la Cumbre de Johannesburgo de 2015 y las “ocho principales iniciativas en colaboración con África” planteadas en la Cumbre de Pekín de 2018. Las contribuciones de China a la industrialización africana se sitúan en tres áreas principales: construcción de infraestructuras; ofrecer nuevas opciones de desarrollo compartiendo sus propias experiencias; y cambiar el paradigma de la cooperación internacional, mejorando la posición global de África a través de la cooperación China-África.

1. China apoya la industrialización africana mediante la construcción de infraestructuras. África tiene un grave déficit de infraestructuras: en el sector energético, esto se traduce en frecuentes apagones y electricidad costosa. La frágil red de transportes obstaculiza la integración económica regional. Además, con una población de unos 1.400 millones de personas, el continente sólo cuenta con 64 puertos marítimos. En este sentido, China ha sido un socio importante, construyendo un gran número de ferrocarriles, carreteras, aeropuertos, puertos marítimos y otras infraestructuras de transporte, así como infraestructuras energéticas e hidráulicas en África. China también se ha comprometido a apoyar la construcción y expansión de una red africana de trenes de alta velocidad, autopistas y aviación. En las décadas de 1950 y 1960, la ayuda exterior china seguía un modelo “llave en mano” que, en algunos casos, encontró dificultades operativas tras la entrega. Tras estas experiencias, China ahora dedica gran atención al mantenimiento y la explotación posteriores de los proyectos de infraestructuras extranjeros y se esfuerza cada vez más por combinar la construcción de infraestructuras en África con la cooperación en materia de capacidad industrial. Por ejemplo, los parques industriales construidos por China en Etiopía han creado sinergias con el ferrocarril Adís Abeba-Djibouti, construido por China, ayudando al país a establecer un corredor económico y a promover el desarrollo industrial.

2. Las experiencias de desarrollo de China demuestran vías alternativas de industrialización para los países africanos. Mientras que las potencias occidentales imponían su modelo neoliberal en el Sur Global, provocando la desindustrialización de muchos países en desarrollo, China tomó un camino diferente. En palabras de Liu He (刘鹤), economista chino y ex viceprimer ministro, “China se adhirió a sus propias características y no copió ciegamente el modelo occidental […] En contraste con los planteamientos de ‘o lo uno o lo otro’ y de ‘blanco o negro’ de los economistas occidentales hacia cuestiones como los derechos de propiedad y la competencia, China encontró un término medio basado en sus condiciones concretas y recorrió un camino sinuoso y único en lo que respecta a la cuestión de la mercantilización”.[19] Las experiencias chinas en materia de industrialización aportan lecciones sobre numerosos aspectos del desarrollo, de las cuales los países africanos pueden aprender. Entre ellas, la unidad dialéctica de la reforma, el desarrollo, la estabilidad y la innovación; la gestión de las relaciones entre el gobierno, el mercado y la sociedad; la importancia de un liderazgo capaz y con una fuerte voluntad política; la necesidad de definir estrategias claras; y diversos proyectos de infraestructuras, industriales y otros proyectos de desarrollo. Además, China ha acumulado años de experiencia en colaborar con países desarrollados de forma constructiva para mejorar su propia capacidad productiva. Al cooperar con África en el desarrollo de su capacidad industrial y facilitar la transferencia de tecnología, China puede aprovechar y compartir sus propias experiencias similares en el desarrollo de la capacidad productiva, la urbanización y la industrialización.

Al compartir su experiencia, China puede proporcionar conocimientos a los países africanos. Esta contribución y este papel no son menos importantes que la construcción de carreteras y puentes. Aunque China no ha impuesto a otros su propio modelo de desarrollo, los países africanos han expresado su deseo de aprender de la experiencia china. Tres principios importantes de la experiencia de desarrollo de China incluyen el trascender marcos, paradigmas y modelos dogmáticos; partir de las propias condiciones concretas y afinar las propias acciones basándose en experiencias y lecciones. Por ejemplo, en 2017, la Mesa Redonda de Directores Ejecutivos de Tanzania (CEO Roundtable of Tanzania), que reúne a directores ejecutivos de 200 de las mayores empresas del país, publicó un libro sobre industrialización en el que se estudia en profundidad la experiencia de China. Citando la creación de la Zona Económica Especial de Shenzhen en 1980 por Deng Xiaoping (邓小平), los autores escriben que “empezar poco a poco y experimentar nos permitiría fracasar rápido, aprender rápido y cambiar las cosas rápidamente y según fuera necesario. Tras afinar el modelo a lo largo del tiempo, podremos extenderlo con mayor calidad a todo el país, en lugar de hacerlo de forma instantánea, quizá con menor calidad, dada su limitada capacidad financiera y de ejecución, sin poder afinarlo ni gestionarlo con eficacia cuando se enfrente a retos, y acabando así con un programa nacional de industrialización desastroso”.[20] Es importante señalar que no existe un “consenso chino” o un “modelo chino” con respecto al desarrollo económico. La relación entre China y África es de aprendizaje mutuo, más que de instrucción unidireccional.

En este sentido, lo que es útil para los países africanos y otros países en desarrollo no es simplemente un resumen de las experiencias exitosas de China. Igualmente importante, es la comprensión de los fracasos de China. En una entrevista que le realicé a principios de 2018, a Arkebe Oqubay, Gran Ministro y Asesor Especial del Primer Ministro de Etiopía, y diseñador jefe de los parques industriales de Etiopía, se refirió a este punto: “Sabemos que no todos los parques industriales de China han tenido éxito, algunos han fracasado. Pero durante mi investigación en China, no pude encontrar ningún documento o informe que resumiera estas lecciones de los fracasos”. Determinar cómo resumir y comunicar de forma exhaustiva las experiencias de industrialización de China es un aspecto importante de la cooperación China-África en la actualidad.

3. Las relaciones China-África pueden desarrollar un nuevo paradigma de cooperación internacional y mejorar la posición estratégica, el espacio político y la autonomía del continente. En la cumbre del Grupo de los Veinte (G20) de 2016, China presentó por primera vez una propuesta para apoyar la industrialización en África y en el grupo de países menos desarrollados designados por la ONU. Las discusiones occidentales relacionadas con África suelen girar en torno al uso de la ayuda para resolver la pobreza. Sin embargo, la ayuda por sí sola no puede resolver la pobreza ni promover la industrialización. En cambio, la cooperación China-África se centra en el desarrollo, combinando ayuda, comercio, inversión y otros medios para contribuir al desarrollo independiente del continente.

Uno de los aspectos más significativos de la cooperación China-África es su influencia indirecta en la forma en que los países occidentales se relacionan con el continente africano. Debido a su preocupación por la creciente asociación China-África, los países occidentales se han visto presionados, hasta cierto punto, para no tratar a los países africanos como simples receptores de ayuda, sino como socios comerciales y de inversión. La naturaleza de la relación ha cambiado gradualmente, y África ha podido mejorar su posición global, convirtiéndose en un semillero de inversiones. En los últimos años, por ejemplo, la alemana Volkswagen ha invertido y construido fábricas en Sudáfrica, Nigeria y Kenia. Así mismo, la empresa de logística estadounidense Zipline ha puesto en marcha una fábrica de ensamblaje de drones en Ruanda. Estos avances podrían ser prometedores para la industrialización de África.

En última instancia, el verdadero motor de la industrialización africana está en manos de los propios países africanos. El capital, la tecnología y la experiencia de China, o de otros países, sólo pueden apoyar estos esfuerzos. Por ejemplo, proyectos o formas de cooperación similares pueden tener resultados muy distintos en países diferentes. En el caso de la construcción de parques industriales, la Zona Industrial Oriental de Etiopía, construida por China, no sólo logró crear decenas de miles de puestos de trabajo a nivel local. También dio lugar a la introducción de la primera normativa sobre parques industriales del país. Sin embargo, en Angola, un país rico en petróleo, la Zona del Parque Industrial de Viana no logró ni siquiera lo básico de “tres conexiones y una nivelación” (三通一平, sāntōng yīpíng). Es decir, garantizar que una obra esté conectada al agua, la electricidad y las carreteras, y que el terreno esté nivelado antes de iniciar un proyecto. Esto, porque la parte local que recibió los terrenos no logró establecer ni operar con éxito actividades comerciales en el parque industrial. Para apoyar con éxito la industrialización africana, China debe alinear su enfoque con las estrategias nacionales específicas de desarrollo de los países africanos, que son la clave del éxito o el fracaso en el camino hacia la industrialización.

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Notas del autor

1. Véase, por ejemplo, las siguientes portadas publicadas por The Economist con una diferencia de aproximadamente una década: The Economist, “The Hopeless Continent” [El continente sin esperanza], The Economist, 13 de mayo de 2000, https://www.economist.com/weeklyedition/2000-05-13; The Economist, “Africa Rising” [El auge de África], The Economist, 3 de diciembre de 2011, https://www.economist.com/leaders/2011/12/03/africa-rising.

2. Comisión Económica de las Naciones Unidas para África, Transformative Industrial Policy for Africa [Política industrial transformadora para África] (Adís Abeba: UNECA, 2016), https://repository.uneca.org/handle/10855/23015.

3. Chen Zhiwu, 陈志武说经济 [Chen Zhiwu habla sobre la economía de China] (Taiyuan: Shanxi Economic Press, 2010), 44.

4. Zhou Jinyan, “非洲智库对新时代中国方案的认知及其对中非治国理政经验交流的启示”[Percepciones de los think tanks Africanos sobre las soluciones de China en la Nueva Era y sus implicancias para el intercambio de experiencias en la gobernanza entre China y África], 阿拉伯世界研究 [Estudios del Mundo Árabe], no. 4 (2021).

5. Ha-Joon Chang, “Economic History of the Developed World: Lessons for Africa” [Historia económica del mundo desarrollado: Lecciones para África] (conferencia impartida en el Programa de Oradores Eminentes del Banco Africano de Desarrollo, Túnez, Túnez, 26 de febrero de 2009), https://www.afdb.org/fileadmin/uploads/afdb/News/Chang%20AfDB%20lecture%20text.pdf.

6. Ver Jacques Morriset, “Foreign Direct Investment in Africa: Policies Also Matter” [Inversión extranjera directa en África: Las políticas también importan], Documento de Trabajo sobre Investigación de Políticas 2481, Banco Mundial, Washington, DC, noviembre de 2000, https://documents1.worldbank.org/curated/en/245851468767965780/pdf/multi-page.pdf.

7. John Page, “Africa’s Failure to Industrialize: Bad Luck or Bad Policy?” [El fracaso de África en la industrialización: ¿Mala suerte o mala política?], The Brookings Institution, 20 de noviembre de 2014, https://www.brookings.edu/blog/africa-in-focus/2014/11/20/africas-failure-to-industrialize-bad-luck-or-bad-policy/.

8. Justin Yifu Lin y Célestin Monga, Beating the Odds: Jump-Starting Developing Countries [Vencer las adversidades: poniendo en marcha los países en desarrollo](Princeton: Princeton University Press, 2017), 12-14.

9. Wen Yi, 伟大的中国工业革命 [La gran revolución industrial China](Pekín: Tsinghua University Press, 2016), 15.

10. Comisión Económica de las Naciones Unidas para África, “Momentum Builds for Free Movement under AfCFTA” [Crece el impulso para la libre circulación en el marco del AfCFTA], 29 de enero de 2023, https://www.uneca.org/stories/momentum-builds-for-free-movement-under-afcfta.

11. Comisión Económica de las Naciones Unidas para África y Banco Mundial, “Promoting Connectivity in Africa: The Role of Aid for Trade in Boosting Intra-African Trade” [Promover la conectividad en África: El papel de la ayuda para el comercio en el impulso del comercio intraafricano], Comisión Económica de las Naciones Unidas para África, Adís Abeba, octubre de 2017, https://www.wto.org/english/tratop_e/devel_e/a4t_e/promotingconnect17_e.pdf.

12. Comisión Económica de las Naciones Unidas para África, Economic Report on Africa 2017: Urbanisation and Industrialisation for Africa’s Transformation [Informe económico sobre África 2017: Urbanización e industrialización para la transformación de África] (Adís Abeba: Comisión Económica de las Naciones Unidas para África, 2017), https://www.uneca.org/economic-report-africa-2017.

13. Comisión Económica de las Naciones Unidas para África, Urbanización e industrialización, 138. Véase también, Tom Goodfellow, “Urban Fortunes and Skeleton Cityscapes: Real Estate and Late Urbanisation in Kigali and Addis Ababa” [Fortunas urbanas y paisajes urbanos esqueléticos: Bienes inmuebles y urbanización tardía en Kigali y Adís Abeba], International Journal of Urban and Regional Research [Revista internacional de investigación urbana y regional] 41, no. 5 (septiembre de 2017); Bai Lulu, Zhao Shengbo, Wang Xingping y Zheng Jieling, “撒哈拉以南非洲城镇化与制造业发展关系研究” [Investigación sobre la relación entre urbanización y la industria manufacturera en África Subsahariana], 国际城市规划 [Planificación urbana internacional], no. 5 (2015).

14. Joseph E. Stiglitz, “From Manufacturing Led Export Growth to a 21st Century Inclusive Growth Strategy for Africa (Africa Cannot Repeat East Asian Miracle)” [Del crecimiento de las exportaciones impulsado por la industria manufacturera a una estrategia de crecimiento integrador para África en el siglo XXI (África no puede repetir el milagro de Asia Oriental)] (conferencia pronunciada en la Cumbre de Crecimiento Inclusivo organizada por la Oficina de Investigación Económica, Investigación Económica del Sur de África y el Proyecto de Investigación sobre Empleo, Distribución de Ingresos y Crecimiento Inclusivo, Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 15 de noviembre de 2017), https://www.youtube.com/watch?v=Q-OikAtwkig&ab_channel=ACET.

15. Richard Newfarmer, John Page y Finn Tarp (eds.), Industries without Smokestacks Industrialisation in Africa Reconsidered [Industrias sin humo: La reconsideración de la industrialización en África], Estudios UNU-WIDER en Economía del Desarrollo (Nueva York: Oxford University Press, 2018), https://www.wider.unu.edu/publication/industries-without-smokestacks-2.

16. Kingsley Moghalu, “Africa Has to Go through Its Own Industrial Revolution” [África debe pasar por su propia revolución industrial], Financial Times, 16 de mayo de 2016, https://www.ft.com/content/d68f27fe-1aad-11e6-b286-cddde55ca122.

17. Alec Ross, Las industrias del futuro (Buenos Aires: Fundación Universidad de Palermo, 2018).

18. Alec Ross, Las industrias del futuro.

19. Liu He, “没有画上句号的增长奇迹:于改革开放三十周年” [El crecimiento un milagro en desarrollo: En el 30 aniversario de la reforma y la apertura], en 中国经济50 人看三十年 [Treinta años de economía china vista por 50 economistas chinos], editado por Wu Jinglian (Pekín: China Economic Publishing House, 2008).

20. Ali A. Mufuruki, Rahim Mawji, Gilman Kasiga y Moremi Marwa, Tanzania’s Industrialisation Journey, 2016-2056: From an Agrarian to a Modern Industrialised State in Forty Years [El viaje a la industrialización de Tanzania, 2016-2056: De un estado agrario a un estado industrializado moderno en cuarenta años] (Nairobi: Moran Publishers, 2017), 11.

Vol.1 N° 3 | 03.10.2023

Wenhua Zongheng: Revista trimestral de pensamiento chino | VOL.1 N° 3

Las relaciones entre China y África en la era de la Franja y la Ruta


Guo Hongwu (郭宏武), La amistad revolucionaria es tan profunda como el océano (革命友谊深如海), 1975. Cartel, 54 x 77 cm. Crédito: chineseposters.net, colección Landsberger, BG E15/581.

China y los intentos de industrialización de África

Grieve Chelwa

Grieve Chelwa es profesor adjunto de economía política en el Instituto Africano e investigador no residente en Tricontinental: Instituto de Investigación Social. Sus investigaciones se centran en la economía política y las perspectivas del desarrollo económico africano. Anteriormente trabajó como director de investigación en el Instituto sobre Raza, Poder y Economía Política de la Nueva Escuela y como profesor titular de economía en la Escuela de Negocios de la Universidad de Ciudad del Cabo.

El llamado a la industrialización ha sido un grito de guerra de los países africanos desde que alcanzaron la independencia política. A lo largo del siglo XX, la década clave de las luchas de liberación nacional en el continente fue la de 1960. Muchos de los líderes africanos de la primera generación posterior a la colonización, desde Kwame Nkrumah (Ghana) hasta Julius Nyerere (Tanzania) o Kenneth Kaunda (Zambia), valoraban profundamente el papel que desempeñaría la industrialización en la total emancipación del continente africano. Estos líderes entendieron que la dependencia económica de África se debía a los pecados originales del imperialismo y el colonialismo, que relegaron al continente a la posición de proveedor perpetuo de materias primas baratas para los países ricos a cambio de manufacturas caras. Para romper esta lógica colonial e imperial y para liberarse de la carga de la dependencia, era necesaria una reorientación estructural de las economías africanas, pasando de la producción de materias primas a la producción industrial. Además, la industrialización se veía como el vehículo que proporcionaría un alto nivel de empleo y salarios decentes a una gran masa de la población cuyas vidas habían sido trastornadas por el colonialismo y el imperialismo.

Con este impulso en mente, los países africanos formularon planes a nivel local y regional que ponían la industrialización en el centro de su desarrollo. Por ejemplo, la Organización para la Unidad Africana (predecesora de la Unión Africana) elaboró en 1980 una estrategia histórica conocida como el Plan de Acción de Lagos para el Desarrollo Económico de África, donde se otorgaba un lugar destacado a la industria. Este plan alentaba a los Estados africanos a “dar prioridad a la industrialización en sus planes de desarrollo, reconociendo su impacto en la satisfacción de las necesidades básicas de la población, la promoción de la integración económica y la modernización de la sociedad”.[1] Además, en el Plan de Acción de Lagos se enfatizaba de manera contundente que: “Con el fin de que África logre rápidamente una mayor participación en la producción industrial mundial y alcance un nivel adecuado de autosuficiencia colectiva, los Estados miembros [de la Organización para la Unidad Africana] declararon los años 1980 a 1990 [como la] Década del Desarrollo Industrial en África”. [2]

Lamentablemente, a pesar de todo este entusiasmo, el continente africano en su conjunto no ha logrado una industrialización significativa en los últimos 60 años. El nivel industrial de muchos países en el continente sigue siendo similar al que tenían en el momento de alcanzar la independencia política en la década de 1960. De hecho, en muchos casos, ha ocurrido un proceso de desindustrialización, lo que significa que la contribución de la industria a su producción económica es hoy menor que en el período de independencia.

Esta incapacidad para lograr la industrialización ha tenido amplias repercusiones en la economía del continente africano y en la calidad de vida de su población. Por ejemplo, los salarios reales, que a menudo están vinculados a la producción industrial, han disminuido y son actualmente más bajos que en la década de 1970.[3] Además, en las últimas tres décadas, el número de personas que viven en la pobreza ha disminuido en todas las regiones del mundo, excepto en África, donde ha ocurrido lo contrario. En 1990, alrededor de 300 millones de personas vivían en la pobreza en África. Para el año 2020, esa cifra había aumentado a 400 millones, y es probable que siga creciendo en la década actual.[4] Por último en comparación con el momento de la independencia, en la actualidad el continente africano depende más del resto del mundo, especialmente de Occidente, como mercado para sus productos primarios.

Mientras la industrialización no ha llegado al continente africano en las últimas seis décadas, China ha experimentado un éxito sin igual durante el mismo período. Desde las reformas anunciadas por Deng Xiaoping a finales de la década de 1970, China ha incrementado constantemente su base industrial, lo que ha llevado a una de las reducciones más rápidas de la pobreza en la historia de la humanidad.[5] En 1981, alrededor del 90% de la población china vivía en la pobreza. En 2018, la tasa de pobreza se había reducido a tan solo un tercio de ese porcentaje.[6] Además, el crecimiento de la producción industrial del país ha consolidado su posición como un actor económico y político importante en la escena mundial, con una capacidad incuestionable para determinar su propio destino.

Dado el éxito de China en la industrialización y las dificultades que ha enfrentado África en este aspecto, resulta sorprendente que exista una escasez de trabajos académicos comparativos que busquen extraer lecciones de la experiencia china para la industrialización en África. Aún más notorio es la falta de estudios que analicen si China podría ser un aliado efectivo en la búsqueda, hasta ahora esquiva, de la industrialización en el continente africano.

El presente número de Wenhua Zongheng (文化纵横) busca llenar este vacío. Los dos ensayos de este número están escritos por destacados académicos chinos especializados en el desarrollo económico comparado. El primero, de la catedrática Zhou Jinyan (周瑾艳) de la Universidad de Estudios Internacionales de Shanghai, lleva por título “El camino de África hacia la industrialización: ¿Cómo puede contribuir China al desarrollo económico del continente?”. Como su nombre sugiere, en este ensayo se propone describir y analizar la experiencia histórica de África en su búsqueda de la industrialización, al mismo tiempo que explora el papel que China podría desempeñar en el desarrollo del continente.

El documento comienza reconociendo los hechos previamente mencionados, es decir, que África ha tenido un historial desafiante en cuanto a la industrialización. En lugar de atribuir la responsabilidad de estos resultados a los africanos, como a menudo hacen muchos estudiosos, principalmente occidentales, la catedrática Zhou sostiene que este historial de resultados industriales deficientes se debe en gran medida al “fracaso de las recetas de desarrollo occidentales”. De manera contundente, afirma que “la ayuda occidental ha fomentado la dependencia económica de África, mientras que la hegemonía política, económica e ideológica de Occidente ha limitado el espacio político y la autonomía de África”. Desde los programas de ajuste estructural neoliberal hasta las estrategias de reforma destinadas a mejorar el entorno empresarial y de inversión, las recetas occidentales no han contribuido al desarrollo económico africano. Siguiendo una línea similar a algunos de mis propios trabajos, la catedrática Zhou critica el predominio absoluto de intelectuales y expertos occidentales en el proceso de políticas de África. [7]

La última sección del ensayo de la profesora Zhou aborda tres formas en las cuales China puede contribuir al desarrollo industrial de África. En primer lugar, sostiene que el considerable impulso que China ha dado a la construcción de infraestructuras en todo el continente africano durante aproximadamente las últimas tres décadas, tendrá un impacto significativo en las aspiraciones de industrialización de la región. La construcción de puertos modernos, carreteras y plantas eléctricas reducirá los costos de producción y estimulará el proceso de industrialización. En segundo lugar, China puede contribuir a la industrialización de África a través del ámbito ideológico, proporcionando un modelo de desarrollo alternativo, basado en la dirección estatal. Ello, en contraposición al enfoque predominante del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, centrado en el mercado y el sector privado. Por último, China puede contribuir a la industrialización de África fortaleciendo su autonomía en el contexto geopolítico global, ofreciendo un enfoque alternativo para interactuar con el resto del mundo de manera respetuosa y mutuamente beneficiosa.

El segundo ensayo de este número lleva por título “Iniciativa de la Franja y la Ruta de China y la Industrialización Africana”, escrito por el catedrático Tang Xiaoyang (唐晓阳) de la Universidad de Tsinghua. El autor tiene como punto de interés comprender cómo la Iniciativa de la Franja y la Ruta china (BRI) ha influido en las perspectivas de industrialización en África. Comienza su ensayo argumentando que “el mayor desafío para la industrialización en África radica en la dificultad de integrar diversos elementos de producción en un sistema”. En otras palabras, siguiendo la línea de pensamiento de Adam Smith, África no ha logrado industrializarse en parte debido a la falta de una división del trabajo en su sector industrial. En este sentido, las entidades del sector industrial del continente operan de manera fragmentada y aislada, con muy pocos vínculos entre ellas. El profesor Tang argumenta además que esta falta de división del trabajo es resultado de una infraestructura insuficiente a gran escala en el continente, que limita la capacidad de establecer conexiones intra e intersectoriales. Es precisamente esta limitación la que la BRI busca abordar al promover la “conectividad de infraestructuras”. Por lo tanto, el catedrático sostiene que la BRI representa una estrategia de industrialización para África.

En resumen, esta edición de Wenhua Zongheng, centrada en la industrialización de África, es una contribución valiosa mientras continuamos debatiendo las perspectivas de un desarrollo emancipador en el continente africano. Como evidencian los ensayos de esta edición, África tiene mucho que aprender de la experiencia china en materia de industrialización. Además, China puede desempeñar un papel significativo en el fomento de las aspiraciones de industrialización del continente de manera justa, humanitaria y solidaria.

Bibliografía

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Notas del autor

1. Organización para la Unidad Africana, Lagos Plan of Action for the Economic Development of Africa, 1980–2000 [Plan de Acción de Lagos para el Desarrollo Económico de África, 1980-2000] (Adís Abeba: Organización para la Unidad Africana, 1980), 15, https://www.nepad.org/publication/lagos-plan-of-action.

2. Organización para la Unidad Africana, Lagos Plan of Action [Plan de Acción de Lagos], 15.

3. Dani Rodrik, “An African Growth Miracle?” [¿Un milagro de crecimiento africano?], Journal of African Economies [Periódico de Economías Africanas] 27, no. 1 (2018).

4. Las estadísticas presentadas sobre la pobreza en África han sido extraídas de la Plataforma sobre Pobreza y Desigualdad del Banco Mundial, disponible aquí: https://pip.worldbank.org/home.

5. Ver Instituto Tricontinental de Investigación Social, Servir al pueblo: La erradicación de la extrema pobreza en China, Estudios sobre la construcción del socialismo no. 1, julio 2021, https://thetricontinental.org/es/estudios-1-construccion-socialismo/.

6. Banco Mundial y Centro de Investigación para el Desarrollo del Consejo de Estado, República Popular China, Four Decades of Poverty Reduction in China: Drivers, Insights for the World, and the Way Ahead [Cuatro Décadas de Reducción de la Pobreza en China: Factores Catalizadores, Perspectivas para el Mundo y el Camino por Recorrer](Washington, DC: Banco Mundial, 2022), 1, https://thedocs.worldbank.org/en/doc/bdadc16a4f5c1c88a839c0f905cde802-0070012022/original/Poverty-Synthesis-Report-final.pdf.

7. Vea Grieve Chelwa, “Does Economics Have an ‘Africa Problem’?” [¿Tiene la economía un “Problema Africano”?], Economy and Society [Economía y Sociedad] 50, no. 1 (2021)

El recorrido de África hacia la industrialización: ¿Cómo puede China contribuir al desarrollo económico del continente?

Zhou Jinyan

Iniciativa de la Franja y la Ruta de China y la industrialización africana

Tang Xiaoyang

Cómo la reducción selectiva de la pobreza cambió la estructura de gobernanza rural en China | 27.06.2023
China 2098: Fábricas cooperativas de alimentos  (中国2098:合作社的粮食工厂), 2019-2022. Crédito: Fan Wennan.

Cómo la reducción selectiva de la pobreza cambió la estructura de gobernanza rural en China

Wang Xiaoyi

Wang Xiaoyi (王晓毅) es profesor del Instituto de Sociología de la Academia China de Ciencias Sociales. Sus investigaciones se centran en la reducción de la pobreza, la gobernanza rural y los múltiples aspectos del desarrollo rural, desde las industrias rurales del sureste costero de China hasta la vida social en las praderas y zonas de pastoreo del noroeste del país, con una marcada orientación práctica. Ha trabajado también en la mitigación de la pobreza y la protección del medio ambiente para numerosas organizaciones internacionales y organizaciones sociales chinas.

“Cómo la reducción selectiva de la pobreza cambió la estructura de gobernanza rural en China” (精准扶贫如何改变乡村治理结构) se publicó originalmente en Wenhua Zongheng (文化纵横), número 3 (junio de 2020).

A diferencia de los esfuerzos convencionales del gobierno chino para reducir la pobreza, el programa de reducción selectiva de la pobreza (精准扶贫, jīngzhǔn fúpín), lanzado en 2013, tiene las características propias de la gobernanza de campaña (运动式治理, yùndòng shì zhìlǐ). La erradicación de la pobreza extrema era el objetivo central en torno al cual se articulaba la política socioeconómica en las zonas rurales pobres. A finales de 2020, tras ocho años de arduo trabajo, se alcanzó este objetivo.

Las autoridades locales movilizaron tenazmente recursos humanos y materiales, y aplicaron medidas excepcionales para cumplir los objetivos de reducción de la pobreza dentro de los plazos establecidos[1]. En muchas localidades, los gobiernos emplearon métodos casi militares para avanzar en los esfuerzos de reducción de la pobreza, alterando muchas de las convenciones existentes. Aunque la gobernanza de campaña a menudo se caracteriza por medidas extraordinarias y puede producir resultados extraordinarios, algunas investigaciones sugieren que es difícil mantener este estilo de gobernanza en periodos regulares de gobierno. En cualquier caso, la gobernanza de campaña puede tener un impacto importante en las estructuras de gobernanza convencionales.

En este artículo se examinarán las repercusiones que ha tenido y tendrá en la gobernanza rural el estilo de campaña de reducción selectiva de la pobreza. En primer lugar, se ofrece una visión general de los problemas existentes en la gobernanza rural. En segundo término, se analiza hasta qué punto la campaña ha modificado la estructura existente de la gobernanza rural. Por último, se evalúa si los mecanismos de gobernanza adoptados en el marco de la reducción selectiva de la pobreza podrán adaptarse a las condiciones normales una vez finalizada la campaña y tener un impacto duradero en la gobernanza rural. En el artículo se sostiene que, debido al éxito de la reducción selectiva de la pobreza a la hora de abordar las deficiencias de la gobernanza rural y alcanzar sus objetivos, la campaña tiene potencial para efectuar cambios a largo plazo mediante la institucionalización de sus prácticas y metodologías.

Dilemas de la gobernanza rural

Las políticas de gobernanza rural y de lucha contra la pobreza se enfrentaban a serios dilemas antes de la puesta en marcha de la estrategia de reducción de la pobreza. La derogación de los impuestos agrícolas en 2006 provocó la desintegración de la sociedad rural, numerosas dificultades en los sistemas tradicionales de gobernanza rural y el distanciamiento entre el poder y los recursos de los gobiernos a nivel comunitario y su responsabilidad social[2]. La distribución de los recursos para combatir la pobreza, destinados principalmente a las provincias y aldeas definidas como afectadas por la pobreza o pobres, generó una dinámica incómoda en la que los gobiernos locales y las organizaciones de las aldeas compitieron por esas definiciones para acceder a los recursos. También provocó desequilibrios en la asignación de recursos, al no considerar a los hogares pobres de las aldeas no incluidas. En consecuencia, han existido tensiones entre diversos grados del mundo rural y entre éste y el Estado.

Las aldeas se perciben a menudo como comunidades vivas, donde los habitantes la conservan mediante prácticas basadas en valores compartidos y reciprocidad, así como en sólidas instituciones locales. Tanto en la concepción de la China rural del sociólogo y antropólogo chino Fei Xiaotong (费孝通) como en la descripción de la economía moral del campesino del politólogo y antropólogo estadounidense James C. Scott, el mundo rural se representa en gran medida distanciado del Estado. Sin embargo, en realidad, los pueblos chinos no han estado tan alejados de éste. Aunque han tenido características de comunidades vivas, también han existido bajo el dominio del Estado. Más aún, a medida que el Estado ha mejorado su capacidad de gobierno, la tendencia ha sido gobernar los pueblos de forma cada vez más directa. La fuerza de la gobernanza rural del Estado está determinada en gran medida por su capacidad para administrar sus normas y su autoridad en las localidades.

Con frecuencia se piensa que las comunidades pequeñas y grandes están en una relación de suma cero, donde la intervención del Estado reduce la autonomía de las comunidades pequeñas y la autonomía de éstas, minimiza la influencia del Estado en las aldeas. Sin embargo, en lo que va del siglo XXI, la relación no ha sido tan clara en China, ya que tanto las comunidades pequeñas como las grandes han tenido dificultades en la gobernanza rural.

Las aldeas chinas, como comunidades vivas, se debilitaron e incluso se desintegraron en las décadas posteriores a la reforma rural iniciada en los años ochenta. Este proceso tuvo dos elementos clave: la instauración del sistema de responsabilidad familiar en la producción agrícola (包产到户, bāochǎn dào hù) y el establecimiento de comités de aldea (村民委员会, cūnmín wěiyuánhuì). La primera medida sustituyó al sistema de agricultura colectiva implantado durante el proceso de reforma agraria de la década de 1950. Permitió a los hogares individuales contratar tierras y tener mayor autonomía sobre su producción agrícola, sentando las bases de la economía de mercado en las zonas rurales. Mientras tanto, la segunda medida pretendía reconstruir la comunidad de la aldea mediante el autogobierno de los aldeanos. Sin embargo, el éxito de estas dos medidas fue significativamente divergente. Por un lado, la contratación de tierras y la producción doméstica avanzaron continuamente, con la individualización de los agricultores impulsada por la economía de mercado y la mayor autonomía y movilidad social de los miembros de las aldeas; por otro, se encontraron numerosas dificultades con las comunidades de las aldeas. Los comités debían proteger a los campesinos, pero en un contexto de desintegración de las comunidades de aldea, los líderes de la mayoría de las zonas dejaron de actuar como organizadores del pueblo o se aprovecharon de sus cargos para asegurarse beneficios privados. El número de organizaciones de aldea capaces de ejercer el liderazgo disminuyó significativamente y los pobladores a menudo eran incapaces de exigir responsabilidades a sus dirigentes. Por su parte, éstos también se esforzaban con dificultad por servir a los campesinos y aplicar eficazmente las políticas gubernamentales destinadas a beneficiar a los campesinos a nivel comunitario.

A la vez que se debilitaban las pequeñas comunidades, la eficacia del Estado en la gobernanza rural también disminuyó durante las tres décadas posteriores a la reforma rural, alcanzando su punto más bajo a principios del siglo XXI. Con la derogación de la recaudación de impuestos agrícolas en 2006, comenzó la política de “la industria nutre la agricultura, las ciudades apoyan las zonas rurales” (工业反哺农业、城市反哺农村, gōngyè fǎnbǔ nóngyè, chéngshì fǎnbǔ nóngcūn). Su objetivo era dirigir más recursos de los centros urbanos a las zonas rurales para favorecer su desarrollo, infraestructuras y bienestar social mediante la puesta en marcha de diversas protecciones, subsidios y subvenciones para las comunidades y la población rural. En la práctica, sin embargo, el Estado tuvo dificultades para hacer realidad estos objetivos. Aunque las transferencias del gobierno central a las zonas afectadas por la pobreza aumentaron considerablemente y el Estado mejoró su oferta de bienestar social, le fue muy difícil definir objetivos políticos claros y desarrollar mecanismos eficaces para asignar recursos a las poblaciones destinatarias[3]. Así, por ejemplo, las subvenciones destinadas a fomentar la producción de grano tuvieron una incidencia limitada en el entusiasmo de los agricultores porque el gobierno central se esforzó por definir a los agricultores productores de grano y sólo concedía subvenciones en función del tamaño de las tierras contratadas por los campesinos. Del mismo modo, el sistema de subsidios de subsistencia rural, destinado a cubrir las necesidades básicas de los hogares con rentas bajas, encontró numerosos obstáculos, como las dificultades para recopilar datos sobre los ingresos de los hogares e identificar a los hogares que cumplían los requisitos. A todo esto se sumaba la corrupción de los funcionarios rurales que daban un trato preferente a familiares y amigos e incluso utilizaban los subsidios como herramienta de negociación contra los agricultores. Como resultado, las ayudas de subsistencia rurales no se destinaron eficazmente a los más necesitados. En pocas palabras, al Estado le resultaba difícil alcanzar sus objetivos de desarrollo y bienestar rural con el sistema administrativo existente.

La asignación de recursos para la reducción de la pobreza tendría que haber estado guiada por la precisión y la equidad, pero en la práctica se vio influenciada por muchos otros factores. El gobierno central se concentró en prestar apoyo a las zonas afectadas por la pobreza, concediendo fondos especiales de mitigación de la pobreza a las zonas pobres adyacentes, las provincias, las aldeas y los hogares designados como objetivos clave de mitigación de la pobreza. Siguiendo el Programa Prioritario de Siete Años para la Reducción de la Pobreza, cuyo objetivo era sacar a 80 millones de personas de la pobreza absoluta entre 1994 y 2000, se destinaron principalmente recursos a las provincias más afectadas. Esto produjo una consecuencia adversa, ya que las provincias rurales competían entre sí para ser designadas como asoladas por la pobreza, fenómeno denominado en China como “competencia por quién le sienta mejor ‘el sombrero de la pobreza’” (争戴贫困帽子, zhēng dài pínkùn màozi). Algunos gobiernos regionales incluso celebraban su inclusión en la lista de regiones asoladas por la pobreza. Desgraciadamente, a menudo la identificación de las provincias o aldeas afectadas por la pobreza no sólo se debía a sus bajos ingresos o a su retraso en el desarrollo, sino que también estaba influenciada por las presiones de diversos grupos de interés, a veces rivales. Con esos grupos y partidos compitiendo por los recursos, resultaba difícil alcanzar eficazmente los objetivos de mitigación de la pobreza.

Tras completar su primer plan de diez años para la reducción de la pobreza, de 2001 a 2010, el enfoque del gobierno central cambió. Elevó significativamente el umbral de la pobreza, primero en 2010 y luego en 2013, estableciendo un cronograma preciso para erradicar la pobreza absoluta y completar la construcción de una sociedad moderadamente próspera en todos los aspectos para 2020[4]. Con este nuevo estándar, el alcance de la erradicación de la pobreza se amplió enormemente, ya que la población considerada empobrecida se quintuplicó con creces, pasando de menos de 30 millones de personas a 160 millones. La incidencia de la pobreza rural aumentó de forma similar, pasando de menos de 3% a más de 17% y el número de regiones afectadas por la pobreza se elevó a 832. Además, también aumentó el estándar cualitativo para la reducción de la pobreza, que ahora aspira a “dos seguridades y tres garantías” (两不愁三保障, liǎng bù chóu sān bǎozhàng), lo que significa que, para 2020, los pobres de las zonas rurales tendrían asegurada una alimentación y vestimenta adecuadas, acceso garantizado al sistema público de educación, servicios médicos básicos y vivienda segura, incluyendo agua potable y electricidad (algunas localidades también formularon garantías específicas basadas en las condiciones locales, como el suministro garantizado de agua potable en zonas áridas). Para sacar de la pobreza a un número tan elevado de pobres en tan poco tiempo, el Estado tuvo que incrementar enormemente la cantidad de recursos que destinaba a la tarea. De 2015 a 2020, los fondos del gobierno central para combatir la pobreza aumentaron en un promedio de 20.000 millones de yuanes (unos 2.800 millones de dólares) al año. Más importante aún, los tipos de financiamiento para la lucha contra la pobreza se diversificaron, incluyendo fondos integrados, fondos sociales y diversos instrumentos financieros. La cantidad total de recursos invertidos por el Estado destinados a la lucha contra la pobreza no tenía precedentes, pero planteó nuevos retos a la gobernanza rural. Lograr los objetivos de reducción de la pobreza era más complejo y difícil que simplemente aumentar los ingresos. Exigía cambios fundamentales en el sistema de gobernanza rural de las zonas pobres.

Gobernanza rural en el marco de la lucha contra la pobreza

El secretario general del Partido Comunista de China (PCCh), Xi Jinping, propuso en 2013 el concepto de reducción selectiva de la pobreza. Poco después, en 2015, especificó que esta política requería precisión en seis áreas: en primer lugar, en la identificación de los pobres, garantizando que los receptores de la ayuda fueran, de hecho, los necesitados; segundo, en la alineación de los proyectos y la ayuda con las necesidades de los pobres; tercero, en la provisión y el uso de los recursos; cuarto, en la aplicación de medidas adecuadas para cada hogar; quinto, en el envío de funcionarios del partido para llevar a cabo medidas de reducción de la pobreza en aldeas individuales, y sexto en la evaluación del cumplimiento de las expectativas. Para garantizar el éxito de la lucha contra la pobreza hubo que introducir varios cambios fundamentales en el sistema de gobernanza rural, como la creación de un nuevo sistema de recopilación y análisis de información más transparente para las aldeas y los agricultores; el establecimiento de un mecanismo de gobernanza directa del Estado en las aldeas, con un gran número de funcionarios asignados para participar directamente en la gobernanza diaria de las aldeas; y la institucionalización de mecanismos de participación de los campesinos en los asuntos públicos. Estos cambios han mejorado la gobernanza del Estado y la provisión de bienestar social en las zonas rurales.

La estrategia de reducción selectiva de la pobreza dependía de la recopilación de datos de alta calidad. A partir de 2014, se llevaron a cabo investigaciones detalladas para identificar cada hogar pobre, sus causas específicas de pobreza y las medidas concretas contra la pobreza que debían aplicarse. La información recopilada se utilizó para generar una base de datos electrónica con archivos de cada hogar pobre, aldea, provincia y región de todo el país. Los hogares pobres se registraron individualmente en la base de datos que les proporcionó un manual de reducción de la pobreza, que contenía un resumen de sus condiciones básicas y las causas, su plan de reducción y la información de contacto del funcionario responsable de su hogar. En 2005, el gobierno central había intentado desarrollar un sistema de registro de alivio de la pobreza que incluía un programa de prueba en ocho provincias. Sin embargo, debido a las limitaciones de recursos humanos, materiales y de la capacidad de investigación del Estado, estos esfuerzos no tuvieron éxito. La movilización administrativa a gran escala en el marco de la reducción selectiva de la pobreza permitió completar finalmente esta tarea.

El sistema de registro electrónico mejoró los esfuerzos de mitigación de la pobreza de China en dos sentidos. En primer lugar, la identificación más precisa de los hogares y pueblos pobres, lo que permitió dirigir mejor los recursos a los destinatarios apropiados y orientar las medidas específicamente a las necesidades de los destinatarios. En segundo término, los datos recogidos proporcionaron al gobierno central una imagen más actualizada de las condiciones a nivel comunitario y, en consecuencia, un mejor conocimiento de las zonas rurales. Esto ayudó a la toma de decisiones, la formulación de políticas específicas y la evaluación de los esfuerzos de reducción de la pobreza.

Algunos han criticado que la digitalización de la gobernanza de la reducción de la pobreza, ha desvinculado el proceso de la vida en las aldeas y de la gobernanza a nivel comunitario. Otros han señalado que la digitalización y los mecanismos tecnológicos no pueden abordar los problemas de la gobernanza a nivel comunitario[5]. Por otra parte, debido a la fuerte dependencia de los datos en la toma de decisiones por parte del gobierno central, los trabajadores de la lucha contra la pobreza a nivel comunitario dedicaron una gran cantidad de tiempo a tareas administrativas relacionadas con la recopilación de datos, tales como rellenar formularios. Ello los apartó de su trabajo real de lucha contra la pobreza y, en algunas zonas, dio lugar a un formalismo excesivo lo que finalmente llevó al gobierno central a establecer directrices para reducir la recopilación innecesaria de datos.

Sin embargo, a medida que avanzaba la lucha contra la pobreza, mejoraron el proceso de recopilación de datos, la calidad de los datos obtenidos y su aplicación en la gobernanza. En primer lugar, mediante la aplicación de revisiones de los procedimientos para verificar los datos tras su recogida inicial, éstos se hicieron gradualmente más precisos y objetivos. En segundo lugar, la actualización dinámica de los datos también mejoró la calidad de la información. El objetivo del sistema de registro era verificar las pronósticos estadísticos generales del número de hogares pobres, realizando investigaciones sobre el terreno. A medida que avanzaba la mitigación selectiva de la pobreza y disminuía el número de hogares pobres, los pronósticos estadísticos se hacían menos fiables, y aumentaba la importancia de disponer de datos precisos hogar por hogar. Desde 2017, la base de datos de registro de la pobreza no se limita a los pronósticos estadísticos generales. Su dinámica se ajusta en función de los resultados de las investigaciones en terreno. En tercer lugar, el sistema de registro de reducción de la pobreza sentó las bases de la gobernanza rural basada en la información. En el futuro, a medida que los gobiernos a nivel comunitario adquieran más experiencia en la recopilación de datos y puedan integrarlos en diferentes departamentos y niveles gubernamentales, la información desempeñará un papel cada vez más importante en la gobernanza rural.

La gobernanza basada en la información aumentó la transparencia pública en las zonas rurales, pero no fue capaz de mejorar por sí sola la eficacia de la reducción selectiva de la pobreza. Contó con el apoyo de un cambio en las prioridades de los gobiernos locales y una mayor distribución de los recursos a nivel comunitario. Tras la reforma rural de la década de 1980 que impulsó el rápido desarrollo económico de China, los gobiernos locales priorizaron la eficiencia económica y centraron sus recursos en sectores de rápido desarrollo. Mientras tanto, el gobierno central priorizó el desarrollo de las zonas urbanas y se centró en general en la maximización del Producto Interno Bruto (PIB). La campaña de lucha contra la pobreza pretendía reorientar las prioridades gubernamentales, tanto a nivel central como local, situando la erradicación de la pobreza en las zonas pobres en el primer lugar de la agenda. De arriba abajo, se orientó a los gobiernos locales y a los líderes del Partido Comunista de China para que consideraran la reducción de la pobreza como su principal tarea, lo que condujo a un cambio en los objetivos, la asignación de recursos y el trabajo de los gobiernos locales y los comités del partido. Al hacer de la mitigación de la pobreza la prioridad en las zonas pobres, el desarrollo económico tuvo que servir a este fin, en lugar de centrarse exclusivamente en el crecimiento.

Junto con este cambio de prioridades, el gobierno central aumentó la distribución de recursos a los niveles inferiores de gobierno. Estos recursos no sólo han incluido fondos y suministros, sino, también recursos humanos, lo que es más importante. Se ha necesitado un mayor número de personal para hacer frente a la débil organización administrativa de las aldeas pobres y avanzar en la reducción selectiva de la pobreza, ya que las instituciones locales tradicionales carecían de capacidad, tanto para distribuir grandes cantidades de recursos a los hogares y las aldeas, como para aplicar los nuevos métodos de gobernanza asociados a la campaña. Las organizaciones de aldeas de las zonas pobres carecían de personal suficiente, a menudo con tres funcionarios como máximo. Por ello, eran incapaces de gestionar grandes cantidades de recursos o administrar procedimientos complejos. En relación a esto, las organizaciones tenían una base de conocimientos muy deficiente. Se vieron desbordadas por la afluencia de nuevos conceptos, métodos y procesos tecnológicos para aliviar la pobreza, como la recopilación de datos a gran escala sobre los hogares pobres y la selección de industrias y mercados en los que invertir. Además, la mayoría de los funcionarios de las aldeas estaban inmersos en las relaciones sociales de su comunidad, lo que daba lugar a sesgos que socavaban la objetividad en la toma de decisiones, a la hora de distribuir equitativamente las grandes cantidades de recursos de reducción de la pobreza que las aldeas pobres recibían del gobierno central. Era necesario contar con apoyo externo.

Para hacer frente a la escasez de recursos humanos en las zonas rurales, aumentar la capacidad administrativa en los niveles inferiores y fortalecer la gobernanza rural, el PCCh envió equipos de trabajo residentes (驻村工作队, zhù cūn gōngzuò duì) y primeros secretarios del partido (el principal funcionario del partido en una zona) para vivir en aldeas pobres y prestarles asistencia. Desde 2013, más de tres millones de funcionarios de los niveles superiores del gobierno, empresas estatales y otras instituciones públicas han sido enviados como parte de 255.000 equipos de trabajo residentes para vivir en aldeas durante al menos dos años y trabajar en la reducción selectiva de la pobreza[6]. Algunos investigadores han cuestionado el impacto de los equipos de trabajo residentes, argumentando que carecían de un conocimiento suficiente de las situaciones locales y de experiencia en producción agrícola, y que también se enfrentaban a la resistencia de las autoridades locales. Sin embargo, en conjunto, la investigación indica que los equipos de trabajo residentes llevaron más recursos de lucha contra la pobreza a las zonas rurales y desempeñaron, gradualmente, un papel directivo en los esfuerzos de reducción de la pobreza[7].

El envío de equipos de trabajo residentes a las aldeas pobres en el marco de la reducción selectiva de la pobreza fue una continuación de la política existente de asistencia de contraparte (对口帮扶, duìkǒu bang fú), en virtud de la cual los niveles inferiores de los gobiernos se apoyan mutuamente. En lugar de limitarse a prestar asistencia, los equipos de trabajo residentes recibieron la responsabilidad de llevar a cabo la reducción de la pobreza en sus aldeas, lo que incluía la gestión de los recursos para cumplir el objetivo, la visita a los hogares pobres, realización de registros, recopilación de datos, y la aplicación de medidas contra la pobreza. Por lo general, los equipos de trabajo residentes debían permanecer en la aldea asignada más de veinte días al mes, por lo que participaban en todo el proceso de reducción de la pobreza. Para abordar las dificultades iniciales a las que se enfrentaban los equipos de trabajo residentes a la hora de llevar a cabo la gobernanza de la lucha contra la pobreza, en 2015 el PCCh comenzó a asignar primeros secretarios del partido en la mayoría de las aldeas pobres para que sirvieran al mismo tiempo como jefes del equipo de trabajo residente de su aldea. Esta medida resolvió la dificultad institucional de integrar los equipos de trabajo residentes en la toma de decisiones de las aldeas. La mejora de la gobernanza social de las aldeas se convirtió en una responsabilidad fundamental de estos dirigentes, quizá incluso más importante que su deber de promover el desarrollo económico de las aldeas[8].

El desplazamiento a gran escala de personal a las aldeas afectadas ejemplifica el estilo de gobernanza de la campaña de reducción selectiva de la pobreza. Aunque los equipos de trabajo residentes diferían en cuanto a su trabajo, métodos e intervención en los asuntos de las aldeas, desde una perspectiva institucional más amplia, a través de este mecanismo el Estado podía influir directamente en la gobernanza a nivel de aldea. Como tal, la reducción selectiva de la pobreza no consistía simplemente en que el gobierno central canalizara recursos hacia las zonas rurales. Era una extensión del poder estatal al nivel de las aldeas. Desde la identificación de los hogares pobres hasta el establecimiento de normas de reducción pobreza, numerosas medidas formuladas por el Estado se aplicaron a nivel de aldea.

Junto a una mayor participación del Estado en la administración de las aldeas, también se acentuó la participación de los habitantes. En teoría, el autogobierno de los aldeanos debía ser la base de las comunidades rurales. Por ejemplo, en la década de 1980, se crearon comités de aldea, elegidos y supervisados por los aldeanos, y en la década de 1990 el gobierno central promovió la participación comunitaria en la reducción de la pobreza. Sin embargo, en la práctica muchos obstáculos impidieron la realización del autogobierno. Por ejemplo, aunque la gobernanza de las aldeas se basaba en el sistema de una persona, un voto, las decisiones políticas estaban a menudo entrelazadas e influenciadas por los intereses de familias, facciones y otros poderes. Además, debido al deterioro de las comunidades rurales y a la falta de recursos y de un entorno social propicio, resultaba difícil promover y salvaguardar la democracia dentro de las aldeas. En consecuencia, la participación pública en la reducción de la pobreza era poco más que una formalidad.

La lucha contra la pobreza focalizada reforzó la voz de los aldeanos, especialmente la de los hogares pobres. En primer lugar, la mayor transparencia y apertura públicas mejoraron la participación de los aldeanos, principalmente a través de la identificación de los hogares afectados por la pobreza y la evaluación de las medidas para su reducción. Los hogares pobres designados recibieron más recursos para reducir la pobreza y aunque esto ha provocado disputas entre los aldeanos, especialmente cuando las diferencias de ingresos no eran evidentes, la transparencia pública demostró ser un remedio eficaz para estos conflictos. En el marco de la reducción selectiva de la pobreza, la confirmación de los hogares pobres requería un anuncio público y estaba sujeta a la aprobación de los aldeanos. La satisfacción de los aldeanos era también un factor importante en la evaluación de las medidas de reducción de la pobreza. En este caso, la participación de los aldeanos no era abstracta. Tenía un alcance y una forma precisos, lo que fomentaba altos niveles de participación. En segundo lugar, y lo que es más importante, las estrictas inspecciones descendentes de los esfuerzos de reducción de la pobreza crearon un canal para que las opiniones de los aldeanos llegaran a los niveles superiores del gobierno, promoviendo la rendición de cuentas mediante la presión de los funcionarios de nivel superior sobre los de nivel inferior (un mecanismo de participación de los aldeanos que difería de los modelos y concepciones tradicionales). En el periodo de reducción selectiva de la pobreza, la participación de los aldeanos y la autoridad centralizada se reforzaban mutuamente. La autoridad centralizada reforzaba la voz y la participación de los aldeanos mediante la presión sobre los funcionarios locales, mientras que la participación de los aldeanos permitía al gobierno central evaluar a los funcionarios locales y garantizar el cumplimiento de sus objetivos a nivel comunitario.

En última instancia, la reducción selectiva de la pobreza estableció un nuevo mecanismo de gobernanza rural en las zonas rurales afectadas por la pobreza, tendiendo un puente entre los responsables políticos oficiales y los sujetos de las políticas de reducción de la pobreza. Gracias a este mecanismo, el gobierno central estaba mejor informado de las condiciones existentes en la comunidad y, mediante la presión descendente, los aldeanos participaban más, lo que hacía que las políticas gubernamentales se tradujeran en mejores acciones y resultados a nivel de base.

El potencial para cambios duraderos en la gobernanza rural

El nuevo mecanismo de gobernanza rural desarrollado en el proceso de reducción selectiva de la pobreza desempeñó un papel crucial en el logro de la erradicación de la pobreza extrema a finales de 2020 y abordó eficazmente problemas políticos rurales de larga data. Sin embargo, la posibilidad de que estos cambios se trasladen a los periodos convencionales de gobernanza y tengan un impacto duradero en las zonas rurales depende de si este mecanismo puede adaptarse a circunstancias cambiantes. Existen tres factores importantes que indican que los cambios estructurales en la gobernanza rural perdurarán.

En primer lugar, la distribución de los recursos administrativos nacionales a los niveles inferiores de gobierno es una tendencia importante que continuará tras el fin de la campaña de reducción de la pobreza. Antes de la campaña, el conjunto de talentos locales y la estructura institucional de la mayoría de las aldeas eran insuficientes para apoyar el desarrollo a largo plazo, y las aldeas pobres no podían gestionar la afluencia de recursos destinados a la reducción de la pobreza. En los últimos años, la provisión de recursos administrativos a las zonas rurales por parte del Estado reforzó a las instituciones comunitarias, apoyó el retorno de los talentos rurales a sus comunidades desde las zonas urbanas, animó a los aldeanos destacados a participar en la gobernanza rural y desarrolló economías colectivas rurales para ayudar a las aldeas a retener a sus talentos en desarrollo y atraer a los talentos que regresan de las ciudades. Sin embargo, China sigue inmersa en un proceso de rápida urbanización. La población rural continuará emigrando y el retorno de personal calificado a las zonas rurales acaba de comenzar. En este contexto, la distribución de recursos administrativos a niveles inferiores es indispensable para mantener el orden social rural y realizar una gobernanza rural eficaz.

En segundo lugar, el Estado desempeñará un papel cada vez más importante en las zonas rurales, en términos de construcción de infraestructuras y suministro de bienes públicos. Durante el período de reducción selectiva de la pobreza, el Estado centró principalmente su apoyo en las zonas rurales afectadas por la pobreza. Sin embargo, como parte de la estrategia más amplia de revitalización rural, más zonas rurales se beneficiarán de los recursos del Estado. En este proceso, la transparencia pública respecto a los hogares y pueblos beneficiarios seguirá siendo importante para evitar disputas e impedir que la distribución de los recursos se vea influenciada por las luchas de poder locales. En consecuencia, será necesario que el Estado construya a partir de la base de datos de registro de lucha contra la pobreza y desarrolle un sistema general de información rural. Por ejemplo, para identificar a la población que tiene una pobreza relativa, se necesita información tanto de los hogares pobres como de los que no lo son, porque la pobreza relativa sólo puede definirse mediante una amplia comparación entre toda la población rural. En resumen, a medida que el Estado invierta más recursos en las zonas rurales, necesitará y dependerá cada vez más de los sistemas de información.

En tercer lugar, el desarrollo rural gravita hacia las zonas donde hay altos niveles de participación de los aldeanos en los asuntos públicos. En un contexto de gran fuga de jóvenes calificados y envejecimiento de la población, las comunidades rurales se han vaciado. Por ello, se requieren sólidas garantías institucionales para asegurar la participación de los aldeanos. El mecanismo de participación de los aldeanos en el marco de la reducción selectiva se basaba en una mayor transparencia pública en los asuntos rurales, la creación de un canal eficaz de retroalimentación de las bases a los funcionarios de alto nivel, y una estricta evaluación y rendición de cuentas de los administradores rurales. De este modo, la participación ascendente estaba garantizada por el apoyo descendente, aunque el proceso difería de los modos tradicionales de autogobierno de los aldeanos. En la actualidad, el objetivo no es recrear los sistemas tradicionales de gobierno de las aldeas, sino desarrollar mecanismos de participación que faciliten la distribución eficaz de los recursos estatales a las zonas rurales. Por lo tanto, la participación no debe limitarse a la concesión de derechos superficiales a los aldeanos: lo más importante es que debe haber garantías institucionales concretas que aseguren que los aldeanos pueden participar.

Los mecanismos de gobernanza en el marco del alivio selectivo de la pobreza han promovido cambios importantes en la gobernanza rural, pero no pueden reproducirse sin más en el futuro, en períodos ordinarios de gobernanza. Tras completar las tareas de pobreza focalizada, algunas provincias anteriormente afectadas por la pobreza han intentado adaptar los mecanismos de gobernanza de la campaña (en particular, el programa de equipos de trabajo residentes) a su sistema convencional de gobernanza. Sin embargo, en estos intentos se han encontrado con dos dificultades principales.

La primera dificultad es el elevado costo de las medidas de gobernanza al estilo de las campañas. Por ejemplo, para completar el sistema de registro de reducción de la pobreza y garantizar su alta calidad, se movilizó a más de dos millones de funcionarios para que trabajaran durante ocho meses sólo para revisar los datos. Mientras tanto, el programa de equipos de trabajo residentes exigió la redistribución de más de tres millones de funcionarios públicos para trabajar a tiempo completo en las aldeas, lo que no sólo ocasionó elevados costos en términos de subsidios, formación, supervisión y construcción de alojamientos, sino también en términos de causar importantes trastornos a las demás instituciones gubernamentales, que tuvieron que asumir responsabilidades adicionales en materia de reducción de la pobreza. Además, la rotación de los equipos de trabajo residentes entre distintos pueblos dificultó la continuidad de la labor y la acumulación de experiencia y conocimientos localizados por parte de los funcionarios. Tanto desde el punto de vista financiero como de los recursos humanos, los mecanismos de gobernanza de la reducción selectiva de la pobreza tuvieron un elevado costo y no pueden trasladarse fácilmente a los periodos convencionales de gobernanza rural.

La segunda dificultad radica en el bajo nivel de institucionalización de los mecanismos de gobernanza destinados a reducir la pobreza y en las dificultades para equilibrar las distintas responsabilidades gubernamentales. La gobernanza de campaña se centra en un único objetivo y adopta métodos diversos y, en ocasiones, extraordinarios para alcanzarlo, algunos de los cuales pueden ser insostenibles e incluso dar lugar a desequilibrios o injusticias. Durante el periodo de reducción selectiva de la pobreza, la tarea central en las zonas pobres era reducir la pobreza, invirtiéndose una gran cantidad de recursos humanos y materiales para cumplir los objetivos y apuntalar los puntos débiles. Inevitablemente, esto dio lugar a que se pasaran por alto aquellas tareas que quedaban fuera de este objetivo. Por ejemplo, a raíz del registro de reducción de la pobreza, los recursos se concentraron a menudo en los hogares pobres registrados y, en ocasiones, se desatendieron las necesidades de otros agricultores. En algunos casos, los hogares pobres fueron reubicados en situaciones en las que dispondrían de ingresos estables. Se les proporcionaron viviendas y bienes inmuebles para crear pequeñas empresas, lo que les proveyó de muchos más activos que al agricultor medio. Las medidas temporales y a corto plazo empleadas en la gobernanza de tipo campaña son difíciles de reproducir en periodos ordinarios debido a su falta de institucionalización.

Los mecanismos de gobernanza y las medidas extraordinarias de reducción selectiva de la pobreza deben adaptarse adecuadamente a la gobernanza convencional, para seguir promoviendo el nivel de vida y el desarrollo equilibrado como parte de la revitalización rural. En este proceso de adaptación, es necesario institucionalizar el sistema de información rural, la distribución de recursos administrativos a las zonas rurales y la participación de los aldeanos, a fin de reducir los costos operativos, manteniendo al mismo tiempo sus características ventajosas.

Para empezar, es necesario regularizar e institucionalizar la recopilación y el análisis de datos en las zonas rurales. En los años 50, el gobierno central estableció un sistema de gestión económica agraria que recopiló y agregó datos rurales durante varias décadas. No obstante, carecía de objetividad y terminó siendo sustituido por encuestas de muestreo estadístico. Si bien el muestreo estadístico puede ayudar a la toma de decisiones macroeconómicas, no es adecuado para la microgestión. En el nuevo marco de registro de la reducción de la pobreza, los sistemas de información de diversos departamentos gubernamentales, como asuntos civiles, seguridad pública y finanzas, pueden y deben integrarse para establecer una red unificada de información rural, sistematizando así la gobernanza rural basada en la información.

En segundo término, es necesario institucionalizar la distribución de recursos administrativos a los niveles inferiores. El Estado debe continuar proporcionando recursos financieros y humanos para apoyar la gobernanza rural, incluyendo la incorporación del servicio rural a las responsabilidades de los funcionarios nacionales. Actualmente, el gobierno central distribuye recursos administrativos a los niveles inferiores de diversas maneras, siendo las más comunes el sistema baocun (包村, bāo cūn) de designación de funcionarios municipales para ayudar al desarrollo económico y social de aldeas específicas, así como el envío de los primeros secretarios del partido y equipos de trabajo residentes a las aldeas pobres en el marco de la reducción selectiva de la pobreza. La combinación de estas dos medidas, el baocun y los equipos de trabajo residentes, podría establecer un sistema administrativo sostenible a nivel de aldea y promover cambios a largo plazo en la estructura de la gobernanza rural. El sistema administrativo a nivel de aldea no debería considerarse como formado simplemente por funcionarios y organizaciones existentes en las aldeas, sino más ampliamente como la extensión del sistema administrativo nacional a las aldeas rurales. Por lo tanto, la rotación en la gobernanza de las aldeas debería incorporarse sistemáticamente a las responsabilidades de los funcionarios y empleados públicos de más alto nivel, pero de una manera que sea sostenible y no sobrecargue las instituciones.

En tercer lugar, es necesario institucionalizar la participación de los aldeanos. Fortalecer los comités de aldea como instituciones de autogobierno y como vehículos para que los aldeanos participen en los asuntos públicos y en la toma de decisiones democráticas. Debe invertirse, por un lado, la burocratización de los comités de aldea para que puedan estar más estrechamente conectados con la población y no funcionen simplemente como extensiones del gobierno central. Por otro lado, debe reforzarse la función supervisora de los comités de aldea y su coordinación con las autoridades administrativas de las aldeas, para que puedan convertirse en organizaciones populares.

La lucha contra la pobreza selectiva, como importante movilización social, campaña y experimento, ha innovado el modelo de gobernanza rural de China. El impacto duradero de esta iniciativa dependerá no sólo de los cambios que ya se han producido, sino también de cómo se puedan adaptar e institucionalizar estos cambios en la gobernanza rural en el futuro.

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Notas del autor

1. Wei Chenglin y Zhao Xiaofeng, “Gobernanza regular, gobernanza de campaña y programa de reducción de la pobreza” [常规治理、运动式治理与中国扶贫实践], Revista de la Universidad Agrícola de China (Edición de Ciencias Sociales) [中国农业大学学报(社会科学版)] 35, no. 5 (2018).

2. China recaudaba desde hacía mucho tiempo un impuesto agrícola, que se remonta a la dinastía Zhou (周朝, 1046-256 a.C.), hace unos 2.600 años. Durante muchos siglos, ésta fue la fuente de ingresos fiscales más importante del país. A medida que China desarrollaba su industria y comercio, dependía menos del impuesto agrícola para obtener ingresos y, en 2006, se eliminó por completo provocando un vacío en la presencia del gobierno en el campo.

3. Ji Shao y Li Xiaoliang, “Estudio sobre los cambios en los ingresos de la población rural en China durante los últimos 70 años: Una perspectiva de reforma institucional e innovación institucional” [建国70年来我国农村居民收入变化研究——体制改革、制度创新视角], Investigación sobre cuestiones económicas [经济问题探索], no. 11 (2019).

4. China casi duplicó en 2010 su umbral nacional de pobreza, que pasó de 1.196 yuanes anuales (a precios de 2008) a 2.300 yuanes anuales (a precios de 2010). En 2013, con el inicio del alivio selectivo de la pobreza, China elevó su umbral de pobreza a 4.000 yuanes anuales (en precios de 2013).

5. Wang Yulei, “Digitalizando el campo: Gobernanza basada en la tecnología para la reducción de la pobreza rural” [数字下乡:农村精准扶贫中的技术治理], Estudios Sociológicos [社会学研究], no. 6 (2016).

6. The State Council Information Office of the People’s Republic of China [Oficina de Información del Consejo de Estado de la República Popular China], Poverty Alleviation: China’s Experience and Contribution [Alivio de la pobreza: la experiencia y la contribución de China], (Pekín: Foreign Languages Press [Ediciones en Lenguas Extranjeras], 2021), 35.

7. Para una valoración más crítica sobre los equipos de trabajo de los residentes, véase Xu Hanze y Li Xiaoyun, “Acerca de la situación práctica del sistema de apoyo a los residentes y sus consecuencias en el contexto de la reducción selectiva de la pobreza” [精准扶贫背景下驻村机制的实践困境及其后果], Revista de la Universidad de Finanzas y Economía de Jiangxi [江西财经大学学报], no. 3 (2017). Sobre la integración y el liderazgo de los equipos de trabajo de residentes en zonas rurales, véase Xie Yumei, Yang Yang y Liu Zhen, “Integración focalizada: Selección, funcionamiento y práctica de los primeros secretarios del p artido para equipos de trabajo de residentes en aldeas pobres” [精准嵌入:“第一书记”驻村帮扶选派、运行与实践], Revista de la Universidad de Jiangnan (Humanidades y Ciencias Sociales) [江南大学学报(人文社会科学版)], no. 2 (2019).

8. Los primeros secretarios del p artido desempeñaron un papel importante en la gobernanza de las aldeas en el marco de la reducción selectiva de la pobreza, aunque sus funciones específicas variaron de una región a otra. En la provincia de Shandong, por ejemplo, estos dirigentes tenían tres responsabilidades principales: mitigación de la pobreza, divulgación pública y construcción del partido rural. Mientras tanto, en la provincia de Guizhou, las responsabilidades de los primeros secretarios del p artido se dividían en seis categorías: ayudar a las organizaciones comunitarias a construir infraestructuras, formar a los talentos locales, cultivar las industrias locales, fortalecer las economías colectivas, mejorar los mecanismos de gestión y resolver disputas.

La lucha contra la pobreza: Una experiencia revolucionaria alternativa en la era postrevolucionaria china | 27.06.2023

China 2098: Sección Tarim Hunan, Estación Ruoqiang Pumping (中国2098: 塔里木湖南段——若羌泵站), 2019-2022. Crédito: Fan Wennan.


La lucha contra la pobreza: Una experiencia revolucionaria alternativa en la era postrevolucionaria china

Li Xiaoyun

Yang Chengxue

Li Xiaoyun (李小云) es profesor emérito de la Facultad de Humanidades y Estudios del Desarrollo. Decano honorario del Instituto Chino para la Cooperación Sur-Sur en Agricultura y de la Facultad de Desarrollo Internacional y Agricultura Global, de la Universidad Agrícola de China. Su investigación se centra en la pobreza, el desarrollo rural y el desarrollo internacional.

Yang Chengxue (杨程雪) es estudiante de doctorado en la Facultad de Humanidades y Estudios del Desarrollo de la Universidad Agrícola de China. Su investigación doctoral está centrada en cuestiones de género en la China rural y explora la profundidad y necesidad de la participación de la mujer en la gobernanza rural.

“La lucha contra la pobreza: Una experiencia revolucionaria alternativa en la era postrevolucionaria china” (脱贫攻坚:后革命时代的另类革命实践) se publicó originalmente en Wenhua Zongheng (文化纵横), número 3 (junio de 2020).

El fin de una era de revolución radical no significa que la revolución quede relegada al recuerdo. A medida que la globalización continúa expandiéndose, los países gobernados por partidos revolucionarios se enfrentan al reto de completar misiones revolucionarias inconclusas. En la era actual, el Partido Comunista de China (PCCh) ha destacado la importancia de “permanecer fieles a nuestra aspiración original y a nuestra misión fundacional” (不忘初心, 牢记使命, bùwàng chūxīn, láojì shǐmìng). No se trata de un mero guiño retórico al pasado sino de una base ideológica de la acción concreta del partido para mantener su carácter revolucionario en el nuevo contexto político y económico[1]. Esta acción concreta se ha centrado principalmente en la lucha contra la pobreza.

Desde 2012, la reducción de la pobreza se ha convertido en una tarea central para todo el partido y la sociedad, siendo el secretario general del partido el responsable personal de llevarla a cabo. La estrategia de reducción de la pobreza del partido evolucionó a partir de su enfoque tecnoburocrático convencional de la “lucha contra la pobreza” (扶贫攻坚, fúpín gōngjiān), que se centraba en la innovación de las instituciones de gobierno para promover la transformación económica y social. La lucha contra la pobreza ha adquirido un nuevo peso en el entorno político y económico del país en el periodo actual. Este enfoque ha incorporado un lenguaje y eslóganes revolucionarios, otorgando a la cuestión social un sentido de importancia y sacralidad. Por ejemplo, se ha hecho referencia a la pobreza como el “enemigo”; a la reducción de la pobreza como el “campo de batalla” y a la lucha contra la pobreza como la “dura batalla”. En las reuniones de movilización se ha declarado la “guerra contra la pobreza” celebrando las victorias en la “batalla” y se ha enviado a multitud de cuadros jóvenes al “campo de batalla”, mientras aquellos que han sucumbido en esta “batalla” han sido aclamados como los “héroes que murieron en el campo de batalla”. La “transformación” de la reducción de la pobreza no ha sido simplemente un movimiento de masas o una movilización social en la era postrevolucionaria. Más bien, fue una respuesta política y simbólica a las crecientes desigualdades que habían surgido en China en el transcurso de la reforma y la apertura, desigualdades que contradecían la filosofía básica del PCCh. En otras palabras, en la era postrevolucionaria, el PCCh volvió en cierto modo a su programa revolucionario histórico, abordando el dilema nacional y mundial de la distribución de la riqueza social. Esto refleja una nueva etapa de la gobernanza del PCCh que busca consolidarse y “se mantiene fiel a su aspiración original y a su misión fundacional” en el camino hacia la modernización nacional.

El discurso revolucionario de la campaña de reducción de la pobreza es, por supuesto, metafórico. Si los enemigos de clase ya no existen, es hora de decir adiós a la revolución. Sin embargo, si la pobreza que la revolución juró eliminar sigue presente, persiste un “enemigo” de la revolución y una tarea esencial de la revolución sigue inacabada. En esta lucha, el PCCh ha redistribuido continuamente los recursos socioeconómicos hacia la mitigación de la pobreza, utilizando los medios políticos e institucionales a su disposición y trascendiendo los grilletes de la burocracia y los grupos de interés social existentes. Esta movilización de recursos es posiblemente la más intensa y poderosa de la historia de China. La capacidad del PCCh para regular el patrón de distribución social de los recursos a través de las instituciones estatales bajo su liderazgo, así como su habilidad tanto para iniciar una reforma orientada al mercado como para corregir sus disparidades de desarrollo, demuestra una mejora fundamental en la fortaleza y capacidad institucional del Estado chino moderno en comparación con los períodos de finales de la dinastía Qing (清朝, 1840-1912) y de la República de China (1912-1949). La importancia práctica de la lucha contra la pobreza trasciende el ámbito de la política de desarrollo económico y social. Por ello, ha tenido una repercusión política y económica más amplia y profunda. No obstante, desde el inicio de la reforma y la apertura, apenas se ha debatido y analizado esta amplia campaña para mejorar los medios de vida de la población, desde el punto de vista de la relación histórica entre la pobreza y las prácticas políticas del PCCh.

En los últimos años, los cientistas sociales chinos han ido más allá de su tradicional interés por los temas revolucionarios en la historia del partido y han lanzado una iniciativa académica para “recuperar la revolución”[2]. Las comunidades intelectuales han empezado a replantearse la gran narrativa de la civilización tradicional china, partiendo por analizar cómo los cambios políticos e ideológicos que han tenido lugar en la China moderna han sido moldeados por la lógica de la revolución[3]. La lucha contra la pobreza, como “forma revolucionaria”, proporciona un vívido estudio de caso del sistema estatal chino dirigido por el partido y de cómo el PCCh ha dado forma a una nueva tradición política. Este artículo, más que un debate académico sobre los significados de revolución y posrevolución, o una evaluación de la batalla contra la pobreza, pretende utilizar los conceptos de revolución y posrevolución para debatir la importancia de este movimiento revolucionario para el bienestar del pueblo, en el contexto de la política y la sociedad chinas modernas.

La pobreza: El hilo conductor de las etapas de la revolución china

La revolución es un proceso de transformación que produce importantes cambios políticos, económicos y tecnológicos en una sociedad. Desde mediados del siglo XIX, la sociedad china ha estado marcada por la revolución en casi todas las etapas de su historia. A diferencia de las “revoluciones” de la historia china antigua, en las que el gobierno dinástico continuaba bajo diferentes apellidos reales, la serie de revoluciones producidas en China a partir de mediados del siglo XIX empezaron a romper con el modelo tradicional de cambio dinástico. Se vincularon al pensamiento y la práctica revolucionarios occidentales basados en la teoría de la evolución social. China entró en una nueva fase revolucionaria de su historia, principalmente porque el sistema gobernante de la dinastía Qing ya no podía hacer frente a las presiones externas y las luchas internas. Esto inevitablemente provocó la resistencia interna de fuerzas políticas que no formaban parte del sistema gobernante, tales como un movimiento ascendente basado en la colaboración de las clases bajas y medias de la nobleza, la burguesía nacional, la sociedad civil, incluidas las sociedades secretas anti-Qing, los nuevos círculos intelectuales y el Partido Nacionalista de China, o Kuomintang (KMT), con el Nuevo Ejército bajo su control[4]. Es importante señalar que las fuerzas rebeldes anti-Qing que surgieron a finales del periodo Qing eran completamente diferentes en composición, ideología y práctica a las fuerzas que habían impulsado los cambios dinásticos anteriores.

Algunos estudiosos han sostenido que los cambios trascendentales que se produjeron en China desde finales del periodo Qing, fueron simplemente una continuación natural de la civilización china y de la modernidad autóctona, a través del sistema confuciano autocrítico y adaptativo[5]. Sin embargo, también hubo un impulso externo para el cambio. Tras la apertura del país a mediados del siglo XIX, la enorme brecha civilizacional en términos de desarrollo, tecnología y conocimiento entre China y el capitalismo occidental, comenzó a permear en la conciencia nacional. Al mismo tiempo, las ideas de la Ilustración occidental empezaron a llegar a China, donde la élite intelectual comenzó a adoptar estas nuevas visiones del mundo. Cuando el dominio secular de la dinastía Qing llegó a su fin, los rebeldes que intentaron sustituirla no eran las fuerzas tradicionales del cambio, sino revolucionarios que, en mayor o menor grado, comprendían las raíces sistémicas del “atraso” chino. Al igual que en anteriores cambios dinásticos y crisis de legitimidad en China, el sufrimiento del pueblo fue la causa fundamental de la crisis del gobierno Qing. No obstante, a diferencia de las rebeliones anteriores, las demandas de los revolucionarios anti-Qing se formularon mediante el diálogo con Occidente, el estudio de la religión y la cultura chinas; y un examen sistemático, exhaustivo y reflexivo de la historia política, económica y social del país.

La pobreza fue el hilo conductor de todas las fases de la revolución anti-Qing. En 1904, el emperador Guangxu (décimo emperador de la dinastía Qing, que gobernó entre 1875 y 1908) promulgó un decreto imperial en el que afirmaba que “la única forma de sostener una nación es proteger al pueblo. En los últimos años, los recursos financieros del pueblo se han agotado hasta el extremo, y con todas las provincias compartiendo la carga de las reparaciones de guerra, el sustento del pueblo se ha vuelto cada vez más precario”. Aunque el emperador reconoció que la riqueza del pueblo se había agotado y que éste se había empobrecido profundamente, no reconoció la incapacidad del sistema Qing para hacer frente a las preocupaciones internas y a las amenazas externas, lo que hacía imposible erradicar la pobreza. Por el contrario, los revolucionarios abogaron casi universalmente por la modernización como solución al problema de la pobreza del país.

Una de las principales figuras intelectuales del movimiento modernizador chino, Yan Fu (严复), creía que resolver el problema de la pobreza era fundamental para la supervivencia de China, argumentando que “lo primero que hay que hacer para salvar al país hoy es eliminar esta pobreza. Sólo cuando se pueda curar la pobreza podremos hablar de hacer más fuerte a la nación, y después en forma progresiva avanzar hacia la riqueza, la inteligencia y la moralidad del pueblo”[6]. Yan Fu no sólo situó la pobreza en el centro de los problemas de China. Propuso además, varias ideas para erradicarla, entre ellas la construcción de carreteras y minas -lo que puede considerarse el origen del dicho popular “construir carreteras antes de enriquecerse” (要想富先修路, yào xiǎngfù xiān xiūlù)-, la mejora de la educación, el apoyo a la economía rural minifundista y el desarrollo de una estrategia integral para combatir la pobreza. Al mismo tiempo, el líder de la revolución de 1911, el doctor Sun Yat-sen (孙中山, Sūn Zhōngshān)[7], también centró su pensamiento sobre la construcción de la nación en la cuestión de resolver el problema de la pobreza en China. En el Plan para la Reconstrucción Nacional (建国方略, Jiànguó fānglüè), publicado en 1918, Sun analizó las razones del aumento de la pobreza en China. El Principio de Sustento del Pueblo (民生主义, Mínshēng zhǔyì), publicado en 1924, proponía una estrategia de gobierno centrada en los “Tres principios del pueblo” (三民主义, Sānmín zhǔyì) -nacionalismo, democracia y “sustento del pueblo”- y pretendía modernizar China mediante la revolución burguesa[8].

A pesar de que los revolucionarios de este periodo compartían los objetivos de erradicar la pobreza y lograr la prosperidad y fortaleza nacionales mediante la modernización, la práctica real de la construcción nacional tras la Revolución Xinhai de 1911 (辛亥革命, Xīnhài gémìng) -que derrocó a la dinastía Qing y condujo al establecimiento de la República de China (ROC)- no puso al país en una trayectoria de superación de la pobreza. Como señaló el estudioso de la modernización Luo Rongqu (罗荣渠), la Revolución Xinhai había fracasado por no establecer un Estado moderno tras el colapso de la dinastía Qing. La modernización china requería que una fuerza política fuerte construyera primero un Estado que fuera capaz de la tarea[9]. Tras la Revolución Xinhai, la construcción de un Estado moderno se vio obstaculizada por la existencia de una pluralidad de centros de poder locales. El KMT intentó superar esta fragmentación liderando una campaña militar para reunificar el país, conocida como la Revolución Nacional o Expedición del Norte (1926-1928), y mediante la centralización del poder, con el gobierno del partido como núcleo. Sin embargo, el gobierno de la República de China, dirigido por el Kuomintang, siguió siendo un acuerdo complejo y frágil en el cual influían múltiples fuerzas políticas y militares locales. Además, las principales fuerzas políticas en las que se apoyaba el gobierno estaban en un agudo conflicto de clases con la población rural. Como resultado, el gobierno del KMT carecía de la autoridad política suficiente para movilizar eficazmente los recursos sociales necesarios para una modernización de arriba a abajo. Durante el periodo de la ROC, no se avanzó en la mitigación de la pobreza ni en la industrialización -los temas que las Revoluciones Xinhai y Nacional habían pretendido abordar-, por lo que el gobierno del KMT se vio sumido en una crisis de legitimidad.

La composición organizativa del KMT le impedía transformar la estructura básica de clases de China. Resolver los problemas de la pobreza y la modernización del país requería una autoridad política impulsada por la mayoría de la sociedad, es decir, el campesinado. El establecimiento de esta autoridad exigía una transformación radical de la superestructura china. Estos factores hicieron que la lucha por erradicar la pobreza y modernizar China pasara de una vía reformista a una revolucionaria. Los terratenientes, los capitalistas y las fuerzas feudales, junto con las fuerzas del imperialismo, fueron considerados cada vez más como las causas de la pobreza y el atraso de China y, en consecuencia, fueron identificados como los enemigos de la revolución.

En este contexto, el PCCh entró en la escena política de la China moderna. Desde su fundación en 1921, el PCCh había declarado expresamente su misión de transformar China de un país pobre a uno próspero y poderoso. La primera alianza del partido con el Kuomintang se basó en los Tres Principios del Pueblo, cuyo núcleo era la igualdad de derechos sobre la tierra. Bajo la dirección del PCCh, la revolución no sólo pretendía cumplir las tareas inconclusas de la Revolución de Xinhai – el antiimperialismo y el antifeudalismo-, sino que buscaba incorporarlas a la Revolución Comunista[10]. Aunque la erradicación de la pobreza y la modernización eran aspiraciones comunes compartidas por las diferentes corrientes revolucionarias de la China moderna, que conectaban las Revoluciones Xinhai, Nacional y Comunista, la esperanza de una solución sólo surgió cuando el PCCh llegó al poder.

El enfoque de la pobreza del Partido Comunista de China

El PCCh y los social-reformistas coincidían en que China era pobre y atrasada, pero diferían en la forma de resolver estos problemas. Muchos historiadores y politólogos han estudiado las movilizaciones de base del PCCh y las estrategias mediante las que ganó poder, como el frente unido, la lucha armada, la construcción del partido y la línea de masas. Sin embargo, los estudiosos a menudo han descuidado examinar cómo el partido trató de utilizar su poder para redefinir el significado del desarrollo, adoptando una forma radical de revolución para lograr la modernización.

La sociedad civil china de principios del siglo XX carecía de la autoorganización y el poder necesarios para promover eficazmente la industrialización, por lo que el Estado tuvo que intervenir y dirigir el proceso[11]. En el periodo de la República de China, el Estado dirigido por el partido del Kuomintang no fue capaz de llevar a cabo la industrialización. La necesaria transformación del Estado chino se lograría finalmente mediante la movilización política de un partido marxista-leninista, el PCCh[12]. La legitimidad del PCCh, al sustituir a la administración del Kuomintang, venía determinada por su capacidad para impulsar la construcción del Estado y, en consecuencia, la modernización. A finales de la década de 1930, Mao Zedong (毛泽东) propuso que “la construcción económica debería estar en el centro de todo el trabajo del partido y de las organizaciones populares, y en el centro del trabajo de los comités del partido y de los gobiernos”[13]. También señaló que “el pueblo apoya al Partido Comunista porque representamos las demandas de la nación y del pueblo. Pero si no logramos resolver los problemas, construir nuevas formas de industria y desarrollar las fuerzas productivas, el pueblo no necesariamente nos apoyará”[14]. En este sentido, no es difícil comprender la constante priorización del desarrollo nacional y la búsqueda de la erradicación de la pobreza y la industrialización por parte del PCCh, así como su motivación para lanzar la reforma y la apertura.

En sus primeros años, al tiempo que desarrollaba la lucha revolucionaria, el PCCh llevó a cabo una serie de campañas de reducción de la pobreza en las bases de apoyo revolucionarias. Estas campañas prefiguraron las políticas de desarrollo en el periodo “posrevolucionario” y reflejaron la intención original del PCCh de construir un Estado modernizado. Por ejemplo, los esfuerzos del partido en materia de reforma agraria, educación, salud, seguridad social y asistencia social en la Base de Apoyo Revolucionaria Central o Soviet de Jiangxi-Fujian y en la r egión fronteriza Shaanxi-Gansu-Ningxia durante las décadas de 1930 y 1940, tienen un parecido asombroso con la actual lucha del partido contra la pobreza.

En primer lugar, el doble enfoque del PCCh para resolver la pobreza en la región fronteriza de Shaanxi-Gansu-Ningxia -centrarse en el atraso económico y proporcionar asistencia social- comparte similitudes con los programas contemporáneos de reducción de la pobreza del partido. En la región fronteriza, el partido estableció la producción agrícola como prioridad inicial en la construcción económica, organizando a los campesinos a través de cooperativas para mejorar la productividad e impulsar el desarrollo rural. Posteriormente, el partido promulgó un sistema impositivo progresivo en el que las personas de todas las clases -excepto las que se encontraban en situación de extrema pobreza- tenían que pagar impuestos al gobierno, al tiempo que proporcionaba desgravaciones por alquileres e intereses. Por último, el partido creó una institución dedicada a la asistencia social, concediendo fondos especiales para el socorro en caso de catástrofe y el reasentamiento de los refugiados de la guerra civil china y de la Guerra de Resistencia contra la Agresión Japonesa (1937-1945)[15]. En cierto modo, la experiencia de la región fronteriza representó el prototipo de los programas contemporáneos de reducción de la pobreza, orientados al desarrollo del partido. Estos se centraron en mejorar las condiciones de vida a largo plazo, promoviendo el desarrollo económico en las zonas más pobres, y programas de reducción de la pobreza dirigidos al bienestar, y a proporcionar alivio y apoyo inmediatos a quienes viven en la pobreza.

En segundo lugar, el desarrollo de la educación por parte del PCCh en la Base de Apoyo Revolucionaria Central comparte similitudes con los esfuerzos contemporáneos del partido para erradicar la pobreza. Después de fundar la base en 1931, el partido había construido escuelas primarias en todos sus municipios en enero de 1934, proporcionando educación gratuita a todos los niños. Además de desarrollar un sistema de educación obligatoria para niños y jóvenes, el PCCh también llevó a cabo una campaña a gran escala de aprendizaje de adultos en la zona base para erradicar el analfabetismo. Por ejemplo, en el condado de Xingguo, el partido creó 1.900 escuelas nocturnas, abiertas para todos los analfabetos menores de 35 años, representando las mujeres el 69% de los estudiantes[16]. Durante la fundación de la Base de Apoyo Revolucionaria Central, Mao declaró que todo el mundo tenía el mismo derecho a la educación, independientemente de su sexo, condición o identidad. Además, la constitución que regulaba la zona de la base garantizaba el derecho de las masas obreras, campesinas y trabajadoras a recibir educación y la instauración de un sistema de educación gratuita y universal[17]. En la actualidad, China cuenta con un sistema educativo de nueve años, gratuito y obligatorio en todo el país, y continúa luchando contra la pobreza a través de la educación, centrándose en aumentar el acceso a la educación y los recursos educativos en las zonas rurales. Ello, con el objetivo de bloquear la transmisión intergeneracional de la pobreza y proporcionar formación profesional y capacitación.

Además, las prácticas de asistencia social del PCCh en la Base de Apoyo Revolucionaria Central, también se asemejan a los mencionados programas de alivio de la pobreza impulsados en la actualidad, orientados al bienestar. En el área de la base, el partido estableció un comité de trabajadores que hacía cumplir los derechos laborales, apoyaba a los trabajadores desempleados y proporcionaba seguridad social, así como varias sociedades de ayuda mutua. El partido también creó oficinas correspondientes que se dedicaban principalmente a rescatar y ayudar a las víctimas de la guerra y los desastres naturales. Esta tradición, que se remonta a las primeras experiencias de gobierno del partido, continúa en la actualidad.

En las campañas para mejorar las condiciones de vida de la población en la Base de Apoyo Revolucionaria Central, Mao hizo hincapié en que nadie debía quedar rezagado o desatendido. Todas las personas debían ser tratadas con igualdad y respeto, especialmente los sectores marginados de los grupos como las mujeres, los ancianos y las personas con discapacidad[18]. La lucha contra la pobreza se basa hoy en el principio de “no dejar a nadie atrás”.

El PCCh consideraba que las causas profundas de la pobreza eran la explotación del campesinado por la clase feudal terrateniente. No obstante, con la agresión económica del imperialismo y la opresión de la clase burócrata-capitalista, tras la victoria de la revolución y la culminación de la reforma agraria, el partido llegó a la desalentadora conclusión que las condiciones fundamentales de la pobreza en las zonas rurales no habían cambiado. Inmediatamente después de la fundación de la República Popular China (RPC) en 1949, el PCCh se embarcó en un proceso de transformación social sistemática para erradicar la pobreza, aplicando una reforma agraria a escala nacional que destruyó el sistema feudal de la tierra. Al mismo tiempo, reconociendo la importancia de transformar la economía individual de los pequeños propietarios, el PCCh movilizó áreas de ayuda mutua y movimiento cooperativo en las zonas rurales. Sin embargo, en 1956, en sus notas del El auge socialista en el campo chino (中国农村社会主义高潮, Zhōngguó nóngcūn shèhuì zhǔyì gāocháo), Mao escribiría que China seguía siendo muy pobre y que tardaría décadas en hacerse rica. Dos décadas más tarde, cuando Mao se reunió con Kukrit Pramoj, primer ministro de Tailandia, en 1975, afirmaría que “el Partido Comunista no tiene miedo, lo que tiene miedo es la pobreza”[19]. Estos ejemplos reflejan el énfasis que desde hace tiempo se pone en la reducción de la pobreza en la agenda política del PCCh.

A lo largo de la era Mao, el partido continuó impulsando la transformación social en todo el país y en todos los frentes, desarrollando infraestructuras básicas en agricultura, conservación del agua, transporte, educación y sanidad, y logrando la industrialización básica. En este sentido, el periodo de construcción socialista entre la fundación de la RPC y 1978 puede situarse, a grandes rasgos, dentro de la historia de lo que en la actualidad el partido denomina reducción de la pobreza orientada al desarrollo[20].

En 1978, China inició un periodo de reforma económica de mercado. A pesar de los profundos cambios en la estrategia económica del PCCh, la pobreza siguió ocupando un lugar central en la agenda política del partido, como declaró Deng Xiaoping (邓小平): “Nuestra lucha de décadas siempre ha tenido el propósito de eliminar la pobreza”[21]. Para alcanzar este objetivo, Deng argumentó que era necesario adoptar un enfoque diferente al de la época anterior: “Nuestros veinte años de experiencia de 1958 a 1976 nos han mostrado: la pobreza no es el socialismo, el socialismo es eliminar la pobreza”[22]. Para clarificar la relación entre modernización y pobreza, Deng propuso fórmulas creativas como “los que se enriquecen primero traen a los demás” (先富带后富, xiānfù dài hòufù)[23]. Introdujo el concepto de construir una “sociedad moderadamente próspera” (小康社会, xiǎokāng shèhuì) como objetivo de la modernización, proponiendo la Estrategia de Desarrollo en Tres Pasos para lograr la modernización, y fijando como objetivo rector del PCCh dirigir al pueblo chino hacia la “prosperidad común” (共同富裕, gòngtóng fùyù).

Si bien los sucesivos dirigentes del PCCh han seguido insistiendo en la adhesión del partido al objetivo de la prosperidad común, a medida que ha avanzado la reforma y la apertura la polarización y la desigualdad social se han convertido en problemas cada vez más graves en un contexto de rápido desarrollo económico del país. Aunque el PCCh identificó el problema de la pobreza al principio de la reforma y la apertura y ha emprendido una serie de iniciativas para abordarlo durante este periodo -incluida la campaña de reducción de la pobreza orientada al desarrollo en las “tres zonas”[24] a principios de la década de 1980 y el Programa Prioritario de Siete Años de Reducción de la Pobreza para sacar a 80 millones de personas de la pobreza absoluta entre 1994 y 2000-, a las poblaciones pobres les ha resultado cada vez más difícil salir de la pobreza a medida que la desigualdad se ha disparado. No obstante, China ha conseguido importantes logros en materia de modernización, es evidente que el PCCh se enfrenta ahora al gran reto de gestionar la relación entre eficiencia y equidad.

Antes de la revolución, la economía y sociedad de China sufrían un largo periodo de subdesarrollo debido, por un lado, a la debilidad de las fuerzas populares y de la sociedad civil para impulsar el desarrollo económico y, por otro, a la incapacidad del Estado para hacer avanzar la modernización a escala nacional. Cuando el PCCh llegó al poder en 1949, proporcionó una nueva potencia para impulsar el proceso de modernización del país. Se dotó de la capacidad política, institucional y administrativa para transformar la sociedad china, rompiendo el ciclo de cambios dinásticos y afianzando el desarrollo nacional de China. Sin embargo, en la era postrevolucionaria, el PCCh se enfrentó a los retos de regular y distribuir la riqueza en una sociedad con intereses diversos.

Una práctica revolucionaria alternativa para erradicar la pobreza

En el XVIII Congreso Nacional del PCCh, celebrado en 2012, se produjo un cambio en el planteamiento del partido, que dio más importancia al uso de su fuerza institucional para guiar el proceso de modernización. Como señaló entonces el secretario general Xi Jinping (习近平): “Eliminar la pobreza, mejorar los medios de vida de la población y lograr la prosperidad común son los requisitos esenciales del socialismo. Hoy en día, la mayoría de la población ha experimentado una gran mejora en su nivel de vida, con la aparición de grupos de renta media y alta, pero sigue habiendo un gran número de personas de renta baja, y son ellas las que necesitan nuestra ayuda”[25]. En una serie de debates sobre la labor de reducción de la pobreza, Xi Jinping subrayó repetidamente el concepto fundamental de que “el desarrollo compartido se centra en abordar cuestiones de justicia social”[26]. Entre los líderes del PCCh de las últimas décadas, Xi es el que con más frecuencia ha planteado la cuestión de la pobreza, lo que representa la creciente preocupación del partido por las cuestiones de justicia social en esta nueva etapa de desarrollo. El desafío inicial al que se enfrentó el PCCh en su transformación de partido revolucionario a partido gobernante, fue el avance de la modernización de China, haciendo énfasis en el desarrollo económico. En la actualidad, tras haber alcanzado grandes logros económicos, el partido se enfrenta al reto de promover la justicia social para hacer realidad plenamente la modernización del país.

A lo largo de la era postrevolucionaria, los cambios en las relaciones entre el partido y el gobierno, entre el Estado y la sociedad, y los factores socioculturales han limitado el uso por parte del PCCh de medios revolucionarios en la distribución de la riqueza social. Así mismo, dado que el problema de la pobreza es estructural, los mecanismos normativos de la gobernanza tecno-burocrática han sido incapaces de regular la distribución. En consecuencia, para cambiar el patrón de distribución, el partido ha tenido que utilizar sus recursos institucionales y realizar intervenciones institucionales, al tiempo que iba más allá de las instituciones existentes mediante iniciativas “revolucionarias”. Esto ha incluido una autorrevolución dentro del propio PCCh, remodelando los intereses del partido y los intereses personales de sus miembros. La evolución del enfoque del partido, desde su estrategia tecnoburocrática hasta la campaña de erradicación de la pobreza a gran escala, no fue un movimiento de masas irracional similar al Gran Salto Adelante (1958-1962), sino un movimiento racional de creación de consenso y movilización de masas. Un experimento para revitalizar la práctica y el simbolismo revolucionarios en la era postrevolucionaria.

La lucha contra la pobreza ha restablecido la autoridad política del PCCh, cerrando la brecha entre el partido y el gobierno que surgió en medio de la priorización del crecimiento económico. Los secretarios del partido en los cinco niveles de gobierno -aldea, pueblo, condado, ciudad y provincia- son responsables de asegurar el éxito de los esfuerzos de alivio de la pobreza asumiendo la responsabilidad general, bajo el liderazgo directo del secretario general. El retorno de la dirección centralizada del partido ha ayudado al PCCh a reconstruir el consenso social, evitar el desorden social y gestionar el complejo entorno interno y externo. De este modo, la batalla contra la pobreza ha tenido un significado político que va mucho más allá de la mejora de los medios de subsistencia de la población.

Esta repercusión ha sido especialmente visible en las zonas rurales, lo que no es sorprendente dado que resolver el problema de la pobreza rural en China es esencial para realizar la modernización, construir una sociedad moderadamente próspera y avanzar en la justicia social en el país. El PCCh ha aplicado una amplia gama de medidas en las zonas rurales que han roto con la lógica tecnoburocrática y las limitaciones de las normas administrativas y técnicas existentes, permitiendo que los objetivos de justicia social trasciendan el proceso administrativo. Algunos ejemplos son la concentración de recursos en las zonas afectadas por la pobreza, como las “tres regiones y tres prefecturas”[27] (三区三州, sānqū sānzhōu); el envío de funcionarios a las aldeas pobres para que asuman responsabilidades de liderazgo en los esfuerzos locales de mitigación de la pobreza como primeros secretarios de partido; y la implantación de un sistema de supervisión para abordar los problemas de los condados y aldeas afectados por la pobreza, que en algunos casos requiere reubicar a personas que vivían en condiciones muy difíciles o peligrosas. El gobierno también ha introducido muchas iniciativas orientadas simultáneamente al mercado y también contrarias a sus intereses, como la reducción de la pobreza mediante el consumo, centrada en fomentar la compra de bienes y servicios rurales para promover el desarrollo; talleres de reducción de la pobreza; y el programa “10.000 empresas que ayudan a 10.000 pueblos” (万企帮万村, wànqǐ bāng wàncūn), que moviliza a las empresas privadas para que contribuyan a los esfuerzos de reducción de la pobreza rural. El PCCh ha logrado restablecer el equilibrio entre equidad y eficiencia utilizando la “victoria” en la lucha contra la pobreza y la “calidad de la victoria” como estándares para supervisar y evaluar la labor del partido y del gobierno.

Para llevar a término las tareas inconclusas de la revolución en la era postrevolucionaria, el PCCh necesitaba superar el marco normativo de gobernanza existente y la influencia de los grupos de interés surgidos durante la reforma y la apertura. A su vez, a partir de experiencias pasadas, como la Revolución Cultural (1966-1976), el partido tiene plena conciencia de la necesidad de garantizar la estabilidad institucional. En conjunto, la lucha contra la pobreza puede entenderse como un tipo alternativo de práctica revolucionaria.

Conclusiones

El uso del término “era postrevolucionaria” en este documento no es un argumento para abandonar los conceptos o las prácticas revolucionarias en la era de la globalización, ni un argumento para volver a las prácticas revolucionarias de épocas anteriores. El PCCh identifica la actual etapa histórica de China como la “etapa primaria del socialismo” (社会主义初级阶段, shèhuì zhǔyì chūjí jiēduàn), en la que seguirán existiendo relaciones de producción incompatibles con los principios básicos del socialismo. En consecuencia, las prácticas revolucionarias radicales han perdido legitimidad. Sin embargo, la materialización de los objetivos revolucionarios sigue siendo de gran importancia, tanto en la teoría como en la práctica del partido, ya que gestiona la tensión entre equidad y eficiencia en el proceso de modernización de China. Con la erradicación de la pobreza absoluta en 2021, China alcanzó su primer objetivo centenario de construir una sociedad moderadamente próspera. Sin embargo, para alcanzar su segundo objetivo centenario de construir un país socialista moderno que sea próspero, fuerte, democrático, culturalmente avanzado, armonioso y bello, el PCCh debe continuar esta lucha y enfrentarse a la pobreza y la desigualdad relativas[28]. Queda por ver si las prácticas revolucionarias alternativas de la lucha contra la pobreza se desvanecerán en la memoria o se consolidarán como una nueva tradición política.

Bibliografía

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Zhou Feizhou. “Patrones de orden diferencial y prioridades éticas” [差序格局和伦理本位]. Revista China de Sociología [社会] 35, no. 1 (enero de 2015): 26-48.

Notas del autor

1. Xi Jinping, “Remain True to Our Original Aspiration and Founding Mission – An Ongoing Campaign” [Permanecer fieles a nuestra aspiración original y a nuestra misión fundacional: una campaña en curso], en The Governance of China, Vol. 3 [La gobernación y administración de China, Vol. 3] (Pekín: Foreign Languages Press [Ediciones en Lenguas Extranjeras], 2020).

2. Ying Xing, “‘Recuperar la revolución’: Ampliando nuevos horizontes en sociología” [“把革命带回来”:社会学新视野的拓展], Revista China de Sociología [社会] 36, no. 4 (julio de 2016).

3. Zhou Feizhou, “Patrones de orden diferencial y prioridades éticas” [差序格局和伦理本位], Revista China de Sociología [社会] 35, no. 1 (enero de 2015); Qu Jingdong, “Volviendo a la perspectiva histórica y remodelando el imaginario sociológico” [返回历史视野,重塑社会学的想象力], Revista China de Sociología [社会] 35, no. 1 (enero de 2015).

4. El Nuevo Ejército era una fuerza armada modernizada creada bajo la dinastía Qing tras su derrota en la Primera Guerra Sino-Japonesa (1894-1895). Véase Chen Mingming, Política y modernización en la sociedad postrevolucionaria [革命后社会的政治与现代化] (Shanghai: Editorial Lexicográfica de Shanghai [上海辞书出版社], 2002).

5. Wang Ban, He Xiang y Zhang Yu, “Descubrir la Ilustración en la Historia: Lectura de El surgimiento del pensamiento chino moderno de Wang Hui” [在历史中发现启蒙–读汪晖的《现代中国思想的兴起》], Revista de la Universidad de Tsinghua (Edición de Filosofía y Ciencias Sociales) [清华大学学报(哲学社会科学版)], no. 5 (2008).

6. Yan Fu, “Lectura de la nueva traducción de Los problemas sociales de Henry George” [读新译甄克思《社会通诠》] en Colección de Yan Fu, Vol. 1 [严复集, 第1册], ed. Wang Shi (Pekín: Compañía de libros Zhonghua [中华书局], 1986), 149.

7. Nota del traductor: la traducción al pinyin del nombre del Dr. Sun Yat-sen se ha incluido aquí, ya que su nombre inglés no se corresponde con su nombre chino, a diferencia, por ejemplo, de Yan Fu.

8. Sun Yat-sen, “Primera conferencia sobre los principios del sustento del pueblo (3 de agosto de 1924)” [民生主义第一讲(1924年8月3日)], en Las obras completas de Sun Yat-sen, Vol. 9 (孙中山全集, 第9卷), (Pekín: Compañía de libros Zhonghua [中华书局], 1986).

9. Chen, Política y modernización.

10. Chen, Política y modernización.

11. Chen, Política y modernización.

12. Chen, Política y modernización.

13. Oficina de Investigación Literaria del Comité Central del Partido Comunista de China [中共中央文献研究室] Cronología de Mao Zedong (1893-1949), Vol. 2 [毛泽东年谱(1893-1949): 中] (Pekín: Editorial Central de Literatura del Partido [中央文献出版社], 2013), 209.

14. Mao Zedong, Obras completas de Mao Zedong, Vol. 3 [毛泽东文集, 第3卷] (Pekín: Editorial del Pueblo [人民出版社], 1996), 147.

15. Ouyang Dejun, “Las prácticas contra la pobreza del Partido Comunista de China en la región fronteriza de Shaan-Gan-Ning” [中国共产党在陕甘宁边区的反贫困实践], Revista de la Universidad de Yan’an (Edición de Ciencias Sociales) [延安大学学报(社会科学版)] 41, no. 4 (2019).

16. Yu Boliu y Ling Buji, Mao Zedong y Ruijin [毛泽东与瑞金] (Nanchang: Editorial del Pueblo de Jiangxi [江西人民出版社], 2003), 317.

17. Yu y Ling, Mao Zedong y Ruijin, 317.

18. Yu y Ling, Mao Zedong y Ruijin, 317.

19. Zhao Xingsheng, “Pobreza y lucha contra la pobreza: Expresión y práctica del Partido Comunista de China sobre el mundo rural en la era de la colectivización” [贫困与反贫困–集体化时代中共对乡村问题的表达与实践], Historiografía de Anhui [安徽史学], no. 6 (2016).

20. Li Xiaoyun, Yu Lerong y Tang Lixia, “El recorrido contra la pobreza y los mecanismos de reducción de la pobreza en los 70 años posteriores a la fundación de la Nueva China” [新中国成立后 70 年的反贫困历程及减贫机制], Economía rural China [中国农村经济] 9, no. 10 (2019).

21. Aban Maolitihan, “Teoría y práctica antipobreza del Partido Comunista de China” [中国共产党反贫困理论与实践], Estudios sobre las teorías de Mao Zedong y Deng Xiaoping [毛泽东邓小平理论研究], no. 11 (2006).

22. Deng Xiaoping, La construcción del socialismo con características chinas [建设有中国特色的社会主义] (Pekín: Editorial Popular [人民出版社], 1987), 103-4.

23. En Occidente, a menudo se dice erróneamente que Deng Xiaoping sólo dijo “dejemos que algunos se enriquezcan primero”, omitiendo la segunda parte de su afirmación, que indica que los miembros más ricos de la sociedad tienen la responsabilidad de “llevar a los demás consigo” hacia el objetivo de la prosperidad común.

24. Nota del traductor: las “tres zonas” se refieren a Hexi y Dingxi, en la provincia de Gansu, y Xihaigu, en la Región Autónoma Hui de Ningxia.

25. Xi Jinping, Extractos del discurso de Xi Jinping sobre el alivio de la pobreza [习近平扶贫论述编摘], ed. Instituto de Historia y Literatura del Partido del Comité Central del PCCh [中国共产党中央委员会党史和文献研究院] (Pekín: Editorial Central de Literatura del Partido [中央文献出版社], 2018), 3.

26. Xi, Extractos, 9.

27. Nota del traductor: las “tres regiones” son Tíbet, las zonas de etnia tibetana de las provincias de Sichuan, Yunnan, Gansu y Qinghai, y las cuatro prefecturas del sur de Xinjiang (Hotan, Aksu, Kashgar y la prefectura autónoma kirguís de Kizilsu). Las “tres prefecturas” son Liangshan en Sichuan, Nujiang en Yunnan y Linxia en Gansu. 

28. En el XVIII Congreso Nacional del PCCh de 2012, el partido anunció una serie de objetivos de desarrollo -conocidos como los “dos objetivos del centenario”- que debían alcanzarse en dos importantes aniversarios centenarios. El primer objetivo centenario era erradicar la pobreza absoluta y construir una sociedad moderadamente próspera en todos los aspectos para 2021, centenario de la fundación del PCCh en 1921; el segundo objetivo centenario es construir un “país socialista moderno que sea próspero, fuerte, democrático, culturalmente avanzado, armonioso y bello” para 2049, centenario de la fundación de la RPC en 1949.

Socialismo 3.0: La experiencia del socialismo en China y sus perspectivas | 27.06.2023

China 2098: El sol sale igual (中国2098:太阳照常升起), 2019-2022. Crédito: Fan Wennan.


Socialismo 3.0: La experiencia del socialismo en China y sus perspectivas

Fundación Longway

La Fundación de Investigación Económica y Social Beijing Longway (北京修远经济与社会研究基金会, Běijīng xiū yuǎn jīngjì yǔ shèhuì yánjiū jījīn huì) se fundó en 2009 con el siguiente propósito: estudiar la crisis de continuidad cultural en la China moderna y promover la confianza cultural y la autonomía cultural en la sociedad china. Las investigaciones de la fundación exploran cómo los cambios en la estructura social de China han configurado el desarrollo cultural del país y han propiciado el surgimiento de nuevas clases sociales con orientaciones culturales y políticas diferenciadas.

“Socialismo 3.0: La experiencia del socialismo en China y sus perspectivas” (社会主义3.0——中国社会主义的现实与未来) fue escrito colectivamente por un grupo de investigadores de la Fundación Longway (修远基金), y publicado originalmente en Wenhua Zongheng (文化纵横), número 2 (abril de 2015).

Debemos hablar de socialismo

El concepto de socialismo se encuentra en el centro de hostiles batallas ideológicas, en las que partidarios y detractores discuten con vehemencia. Estos debates suelen quedarse en el plano de las ideas, y los participantes tienden a presentar sus concepciones del socialismo basándose en relatos históricos y doctrinas teóricas selectivas, ignorando por completo la realidad que el socialismo es un proceso histórico que ha evolucionado paralelamente a la industrialización. El socialismo ha surgido a lo largo de varios siglos como una vía alternativa de desarrollo para superar la crisis de la industrialización capitalista, una vía caracterizada por la búsqueda de una mayor igualdad política y económica y la exploración del ideal de comunidad en la ética y la cultura. El socialismo no sólo dio origen a Estados como la Unión Soviética y China, también influyó significativamente en la política socialdemócrata de Europa Occidental. No obstante, con el colapso de la Unión Soviética a finales del siglo XX, el movimiento socialista mundial sufrió un importante revés, y las formas del Estado socialista y del modo de producción socialista requirieron una reflexión y una revitalización sistemática. Al presenciar hoy día cómo los Estados de bienestar capitalistas tradicionales han sido desmantelados o se ven enfrentados a múltiples crisis y las formas de producción material experimentan complejas transformaciones, resulta necesario revisar y reevaluar las ideas y experiencias fundamentales del socialismo para activar su dinamismo político.

En pleno debilitamiento del movimiento socialista mundial, el sistema socialista chino ha experimentado una autotransformación a través de la reforma y la apertura. Si bien los logros han sido notables, no se puede negar que el socialismo con características chinas hoy se enfrenta a serios desafíos[1]. Existen dudas en China sobre el significado del socialismo y si todavía es necesario o incluso posible. Esto representa un dilema: por un lado, como país socialista, no podemos evitar debatir sobre el socialismo; por otro, no podemos estancarnos en disputas conceptuales. En lugar de enfrascarnos en batallas ideológicas, debemos considerar el socialismo como un proceso en curso y un esfuerzo continuo por construir una sociedad más justa y equitativa ante las oportunidades y los retos que plantean los cambios en la producción desde el inicio de la industrialización.

El debate actual sobre el socialismo y las formas que puede adoptar en el futuro debe situarlo en el contexto de los procesos históricos existentes, en el contexto de la producción industrializada en masa tal y como la concibió Karl Marx, y analizar la compleja interacción entre el ideal de igualdad y las realidades materiales de la producción. Para comprender la realidad y la necesidad del socialismo, en el caso de China, la vía socialista del país debe examinarse en el contexto de su desarrollo histórico desde el siglo XX, analizando el complejo proceso a través del cual el socialismo, como concepto político extranjero, se ha integrado en las tradiciones políticas chinas, así como evaluando las lecciones aprendidas de los ensayos chinos de construcción socialista. En este sentido, en medio de los cambios cada vez más complejos en las formas de producción material y en la estructura político-económica internacional. Para determinar la futura dirección del socialismo es necesario explorar los cambios en los patrones de organización social, los factores de producción y la división del trabajo que traen consigo la globalización y el nuevo panorama industrial.

Sólo sobre esta base podremos enfrentar eficazmente las condiciones políticas y económicas en este periodo de grandes cambios, comprender los recursos políticos que ofrece el socialismo y vislumbrar el camino para el futuro desarrollo de China.

Este artículo hace un recorrido por el desarrollo histórico y la futura dirección del socialismo chino. Los autores describen la experiencia socialista durante la era de Mao Zedong (毛泽东), de 1949 a 1976, como el “Socialismo 1.0” de China, y la posterior exploración de la economía de mercado socialista desde el comienzo de la reforma y la apertura en 1978 como el “Socialismo 2.0”. Para concluir, en medio del actual período de agitación política y económica mundial, los autores sostienen que China necesita desarrollar el “Socialismo 3.0” para guiar su curso futuro, aprendiendo y construyendo sobre la base del Socialismo 1.0 y 2.0.

Socialismo 1.0

1. Encuentro histórico entre el socialismo y la creciente conciencia de salvación nacional de China[2]. La opción de China por la vía socialista no fue casual. A finales del siglo XIX, las principales civilizaciones no occidentales se enfrentaron a amplios desafíos procedentes de Occidente. Las modernas fuerzas militares occidentales, favorecidas por el avance de la industrialización, fueron capaces de derrotar por completo la frágil columna vertebral militar necesaria para mantener el orden en estos imperios agrícolas tradicionales. Para las élites de estas civilizaciones, esto provocó ansiedad y frustración al sentir que sus culturas habían sido sustituidas o destruidas; los Estados civilizados como China perdieron su sentido de superioridad cultural sobre los “bárbaros” o Estados vecinos y las minorías étnicas. Políticos e intelectuales chinos se vieron obligados a reaccionar ante los “fuertes buques y agudos cañones” de Occidente (坚船利炮, jiānchuán lìpào) que enfrentaron al mundo con “grandes cambios nunca vistos en tres mil años” (三千年未见之大变局, sānqiānnián wèijiàn zhī dàbiànjú )[3]. Impulsados por la poderosa fuerza material de su industrialización, los países “avanzados”, con el Reino Unido a la cabeza, siguieron expandiéndose hacia el exterior, configurando un nuevo orden internacional con nuevas “reglas del juego”. La transformación del orden mundial hizo insostenibles todas las convenciones anteriores.

Al enfrentarse a potencias occidentales armadas con la industrialización, China debió resolver rápidamente cómo industrializarse para ponerse a la altura de Occidente y protegerse. Mientras los políticos e intelectuales chinos exploraban concienzudamente un camino para la industrialización del país a finales del siglo XIX y principios del XX, la expansión del capitalismo dirigida por Occidente fue pasando gradualmente de la fase del libre comercio a la del imperialismo. La dura lógica del capitalismo, en la que los débiles son explotados por los fuertes, se hizo cada vez más patente. En los países europeos se intensificó el conflicto de clases entre el trabajo y el capital, y crecieron los movimientos de resistencia social, una dinámica que tuvo un profundo impacto en la clase intelectual china de la época. El estallido de la Primera Guerra Mundial llevó a muchos eruditos chinos a reflexionar profundamente sobre los dilemas internos de la civilización occidental. Este compromiso tenía dos direcciones para los revolucionarios y pensadores de la China moderna: por un lado, trataban de aprender de Occidente para alcanzar sus objetivos de modernización y prosperidad nacional; por otro, se mantenían vigilantes ante la pobreza y la desigualdad que traía consigo la industrialización capitalista. Destacados personajes como el intelectual Yan Fu (严复) y el líder de la revolución de 1911, Dr. Sun Yat-sen (孙中山, Sūn Zhōngshān)[4], pudieron tener una visión más amplia del desarrollo de China porque habían “abierto los ojos para ver el mundo” (开眼看世界, kāiyǎn kàn shìjiè) y reconocieron las tendencias históricas de progreso y transformación. Sin embargo, las bases intelectuales e ideológicas que sentaron en su juventud estaban profundamente influenciadas por la cultura tradicional china, incluido el antiguo ideal confuciano de la “Gran Unidad” (大同, dàtóng)[5].

Al mismo tiempo que aprendían de Occidente, los pensadores chinos reconocían las carencias de la civilización industrial occidental y la posibilidad de construir un sistema social que la superara. La industrialización socialista de la Unión Soviética, que en poco tiempo creció rápidamente, fue considerada por China como una forma realista de alcanzar a Occidente. Tras la introducción del concepto de socialismo en China a principios del siglo XX, muchos intelectuales chinos consideraron que su ideal fundamental de igualdad estaba más en consonancia con los ideales tradicionales chinos que con el liberalismo occidental. El socialismo tuvo un gran atractivo en China durante este periodo porque no era simplemente un conjunto de elevados valores comunitarios, sino un ejemplo concreto de un sistema capaz de lograr la industrialización; tanto la socialdemocracia europea occidental como el socialismo de Estado soviético habían demostrado que podían desarrollar un modo de producción moderno y lograr la industrialización.

Después del decepcionante fracaso de la Gran Revolución (1924-1927), en las décadas de 1920 y 1930 los intelectuales chinos discutieron y debatieron fervientemente la teoría socialista[6]. Es importante destacar que en el desarrollo histórico de la civilización china se empezó a aplicar conscientemente la visión evolucionista de la historia importada de la Unión Soviética: que la sociedad humana progresó de una sociedad “primitiva” a una sociedad esclavista, a una sociedad feudal, a una sociedad capitalista y, finalmente, a una sociedad socialista y comunista. Esta revolución en la forma de entender la historia se convirtió en la premisa de la eventual revolución política.

Con el tiempo, la tarea de ponerse a la altura de Occidente les correspondió a los comunistas chinos, fuertemente influenciados por la Revolución de Octubre de 1917, no sólo por el avanzado modelo de organización del partido de vanguardia de Vladimir Lenin, sino también por el ejemplo práctico y los métodos específicos que un país atrasado podía utilizar para lograr la industrialización. Así, se produjo en China una profunda integración entre el deseo de industrialización (impulsado por la creciente conciencia de salvación nacional) y el plan de construir un Estado socialista.

2. Las ideas y las experiencias socialistas de Mao Zedong: el primer intento de sinización (asimilación) del socialismo. A finales de la década de 1930, Mao Zedong comenzó a estudiar cómo integrar los objetivos revolucionarios e industriales de China con la tendencia histórica del socialismo en el mundo. En sus obras La revolución china y el Partido Comunista Chino (中国革命与中国共产党, Zhōngguó gémìng yǔ Zhōngguó Gòngchǎndǎng, 1939)[7] y Sobre la nueva democracia (新民主主义论, Xīn mínzhǔ zhǔyì lùn, 1940)[8], Mao sostenía que China era entonces una sociedad semicolonial y semifeudal, y que el Partido Comunista de China (PCCh) era el partido que debía dirigir la revolución socialista. Para Mao, el plan de desarrollo futuro de China podía dividirse en dos etapas: primero, la etapa de la Nueva Democracia, seguida de la etapa socialista, que sólo se alcanzaría tras el pleno desarrollo de la Nueva Democracia[9]. Basándose en la teoría de las etapas históricas del desarrollo formulada por Joseph Stalin y otros, Mao incorporó los escritos de Lenin sobre el imperialismo y el colonialismo y, en última instancia, construyó una visión histórica del desarrollo de la China moderna: tras pasar por las sociedades “primitivas”, esclavistas y feudales, el país había entrado en una etapa semifeudal y semicolonial, que debía superar a través de una etapa de revolución democrática dividida en las Fases de la Vieja y la Nueva Democracia. Con esta visión de la historia, el PCCh disponía de un punto de referencia para formular y evaluar sus políticas: las políticas que se adelantaban al calendario histórico se consideraban izquierdistas, mientras que las que se rezagaban se consideraban derechistas.

Orientada por esta visión de la historia, la generación de comunistas chinos liderada por Mao se propuso la industrialización y la igualdad socialistas, dos objetivos con una relación compleja e incluso contradictoria.

Tras los esfuerzos fallidos de finales del siglo XIX y principios del XX, como el Movimiento de Autofortalecimiento (1861-1895)[10], el PCCh asumió ahora la responsabilidad del desarrollo industrial del país. La perspectiva histórica y socialista del p artido sobre la cuestión de la industrialización conllevaba un mayor sentido de la igualdad, que en general trascendía la conciencia de la salvación nacional. Tras la fundación de la República Popular China (RPC) en 1949, el modelo de industrialización del PCCh hizo hincapié en el desarrollo de la industria pesada, considerada necesaria en los países rezagados que pretendían alcanzar el nivel de desarrollo y que había sido defendida desde el movimiento de auto fortalecimiento. La línea general y la tarea general del partido para el periodo de transición (过渡时期总路线, Guòdù shíqí zǒnglùxiàn), se expuso en la Directiva de 1953, donde Mao subrayaba la necesidad de centrar los esfuerzos en el desarrollo de la industria pesada como base de la modernización industrial y de defensa de la nación[11].

La estrategia de desarrollo de dar prioridad a la industria pesada y “fortalecerse antes que enriquecerse”, (先强后富, xiānqiáng hòufù) es en cierto modo inevitable tratándose de países de última incorporación. A falta de fuentes externas de inversión y de capacidad para extraer recursos, la inversión en la industria pesada a menudo tiene que proceder del campo nacional. En los primeros años de la RPC, el movimiento de las comunas populares consistente en reconcentrar las tierras dispersas y aumentar la gestión y distribución centralizadas de los excedentes agrícolas era la única forma de avanzar en la industrialización. Además de los impuestos agrícolas, un instrumento llamado “monopolio estatal de compra y comercialización” (统购统销, tǒnggòu tǒngxiāo) desviaba los excedentes agrícolas hacia la industria y las ciudades. La industrialización también requería un gran número de trabajadores altamente calificados, por lo que hubo que dedicar cuantiosos recursos a construir un sistema educativo moderno: popularizar la educación primaria y secundaria, desarrollar instituciones de educación superior y aumentar la población educada de decenas o cientos de miles a decenas de millones. Por lo tanto, ante la imperiosa necesidad de industrialización, China puso fin rápidamente al periodo de la Nueva Democracia y entró en la fase inicial del socialismo. En 1953, el PCCh adoptó la línea general de “una transformación y tres reformas” (一化三改, yīhuà sāngǎi), que estableció gradualmente el Socialismo 1.0 en el país, guiado por los siguientes principios político-económicos: propiedad pública de los medios de producción, economía planificada y distribución en función del trabajo[12]. Al igual que el modelo soviético, éste fue un eficaz sistema de acumulación en las primeras etapas de industrialización de China.

Pero a medida que avanzaba el proceso de industrialización socialista, se hizo cada vez más evidente la contradicción entre la industrialización y el objetivo de igualdad socialista. El modelo de industrialización dirigido por el Estado, que daba prioridad a la industria pesada, requería inevitablemente un gran número de funcionarios, directivos de empresas y profesionales, y el número de personas necesarias crecía a la par que la industrialización. Como consecuencia, los medios de producción se concentraron en manos de los gestores y no de los trabajadores, lo que provocó una tendencia a la burocratización. A finales de los años 50, Mao se dio cuenta que mientras la producción continuara desarrollándose de esta manera, surgiría continuamente una clase gerencial dentro del sistema, gerentes con sus propios intereses que atesorarían el control sobre los asuntos del gobierno y las empresas y utilizarían su poder para socavar la propiedad pública. En otras palabras, esta clase burocrática utilizaría su posición para gestionar la economía, trasladando los costos de la industrialización a la gente corriente, especialmente al campesinado, al mismo tiempo que disfrutaba de los beneficios de la industrialización misma.

Ante este dilema, Mao exploró un nuevo modelo de industrialización que “permitiera al pueblo gestionar directamente los procesos de producción” mediante la campaña “aumentar la producción y practicar la economía” (抓革命促生产, zhuā gémìng cù shēngchǎn), que pretendía hacer complementarios los objetivos de industrialización e igualdad, que de otro modo serían contradictorios. En sus comentarios sobre los Problemas económicos del socialismo en la URSS de Stalin (1951), Mao señaló que la transformación socialista de la propiedad de los medios de producción no tendría por qué dar lugar necesariamente a que el trabajo ocupara una posición de liderazgo en la producción[13]. Para Mao, la propiedad pública de los medios de producción no garantizaría que China se desarrollara en una dirección socialista, con el pueblo trabajador dirigiendo su país, por lo que era necesario realizar ajustes y experimentos a nivel de dirección cultural y política; en otras palabras, era necesario romper con el sistema jurídico burgués. Para ello, Mao promovió una serie de iniciativas en las décadas siguientes, reforzando la dirección y supervisión de los cuadros a nivel político y llevando a cabo diversas medidas experimentales encaminadas a resolver este problema, entre ellas criticar el sistema salarial basado en rangos, enviar a un gran número de cuadros a realizar trabajos manuales en el campo y las fábricas, elogiar las políticas que reorganizaban la división del trabajo, lanzar campañas de educación socialista, etc. Mao también propuso que la economía debía “caminar sobre dos piernas” (两条腿走路, liǎngtiáotuǐ zǒulù), lo que significaba que el desarrollo económico no podía depender únicamente de un modelo dirigido por el Estado y que también eran necesarias las movilizaciones de masas para contrarrestar los inconvenientes de la dependencia de este modelo de los tecnócratas para aplicar las directrices de la economía de planificación centralizada. Esto se ejemplificó con la aparición de políticas que reorganizaban y alteraban la división del trabajo, como la Constitución de Angang (鞍钢宪法, Āngāng xiànfǎ) en 1960 y su implementación avalada por Mao de “dos participaciones y una reforma”[14] (两参一改, liǎngcān yīgǎi). Estos esfuerzos reflejan la continua preocupación de Mao por garantizar que la industrialización del país avanzara en una dirección socialista, sus esfuerzos por corregir los desequilibrios provocados por la industrialización y su compromiso con la idea de igualdad.

Entre la fundación de la RPC en 1949 y el inicio de la reforma y la apertura a finales de la década de 1970, China se transformó gradualmente en un país industrializado. En general, durante este período, la estructura social de China siguió siendo relativamente igualitaria y las divisiones sociales no estaban tan acentuadas. Sin embargo, aunque el modelo de desarrollo de “fortalecerse antes que enriquecerse” ayudó al país a lograr la industrialización, la población por lo general siguió sumida en la pobreza, y las contradicciones entre el modelo de industrialización dirigido por el Estado y el objetivo de igualdad se acentuaron en la era Mao. Además, impulsado por la ola de pensamiento radical del país que duraba ya un siglo, Mao intentó resolver estos problemas con el Gran Salto Adelante (1958-1962) y la Revolución Cultural (1966-1976), pero ambos fracasaron en última instancia. Las generaciones posteriores han seguido enfrentándose a la doble aspiración del socialismo chino, la industrialización y la igualdad.

3. Los dilemas internos del Socialismo 1.0. A partir de Marx, la teoría socialista ha tenido los siguientes objetivos centrales: superar la propiedad privada capitalista y la competencia no regulada mediante la propiedad pública y una economía planificada, y eliminar la explotación e implantar la distribución en función del trabajo. No obstante, tanto la vía socialista dirigida por el Estado iniciada por Lenin como la vía socialdemócrata seguida en Europa Occidental exigieron ajustes sustanciales de la teoría socialista. Se suponía que el socialismo previsto por Marx se lograría en los países capitalistas desarrollados en los que la acumulación de capital social hubiera alcanzado un nivel considerable. Esto crearía las condiciones para una economía planificada y una distribución en función del trabajo. Sin embargo, ni la Unión Soviética ni China eran países capitalistas desarrollados, por lo que el primer paso en estos países fue determinar cómo acumular rápidamente capital para sentar las bases de la propiedad pública. A principios del siglo XX, la estructura centro-periferia del capitalismo mundial había tomado forma, lo que implicó que los países socialistas no podían confiar en el mercado mundial para acumular capital rápidamente. En consecuencia, los países socialistas tuvieron que experimentar y, en ocasiones, revisar rápidamente sus políticas económicas, dinámica que se puso de manifiesto en la Unión Soviética. El “comunismo de guerra” de Lenin, caracterizado por la nacionalización casi total de la economía y la requisición forzosa de alimentos al campesinado, se aplicó durante la guerra civil de 1918 a 1921 en respuesta a la emergencia y a la necesidad de mantener el poder político. Al finalizar la Guerra Civil, ante la urgente necesidad de aumentar la productividad, Lenin tuvo que hacer varios cambios radicales (y hasta cierto punto compromisos), aplicando la Nueva Política Económica (1921-1928) y permitiendo el desarrollo del capitalismo y de una economía de mercado bajo control estatal. Mientras tanto, Stalin adoptó un enfoque diferente y más costoso, sustituyendo el mercado por un sistema burocrático organizado para asumir las pesadas responsabilidades de la planificación y la distribución.

La fase inicial de la industrialización en China se basó en gran medida en la privación rural; una de las funciones del movimiento de comunas rurales era canalizar el excedente agrícola hacia la industrialización. Sin embargo, a diferencia de la Unión Soviética, China no transfirió totalmente los costos de la acumulación de capital industrial a las zonas rurales. Mao y otros dirigentes pidieron que todo el país “se apretara el cinturón”, es decir, que toda la población compartiera los costos de la acumulación de capital. Objetivamente hablando, la economía planificada desempeñó un papel positivo en las primeras fases de la industrialización tanto en la Unión Soviética como en China. En esta fase, el Estado podía formular disposiciones planificadas para la producción, el intercambio, la distribución y el consumo porque las estructuras económicas y sociales eran relativamente sencillas. Sin embargo, una vez que la industrialización superó la fase inicial, la división industrial del trabajo se hizo cada vez más compleja y la cadena de producción se alargó, lo que provocó una rápida disminución de la eficacia de la planificación, un “atasco de las tuberías” en todo el sistema económico y una crisis de información en la que no había suficiente retroalimentación para realizar los ajustes políticos adecuados.

Si bien Mao esperaba que dar prioridad a la participación popular en la gestión de la producción fomentaría la materialización del concepto marxista de control obrero sobre los medios de producción, estos esfuerzos tropezaron con profundas dificultades en el mundo real. A medida que avanza la industrialización, se intensifica la división del trabajo, no sólo en términos de trabajo industrial, sino también en los puestos y funciones de los directivos y los investigadores científicos. A su vez, a medida que la industrialización crea procesos de producción, consumo y distribución cada vez más complejos, la cantidad de información generada aumenta rápidamente en comparación con la sociedad agraria, lo que exige un sistema burocrático organizado para la gestión de la información. Según Max Weber y otros, este sistema burocrático es necesario no sólo dentro de las unidades de producción, sino para la sociedad en su conjunto. En este sentido, uno de los efectos secundarios de la industrialización en periodos de desarrollo pacífico es que un partido político de vanguardia puede dividirse rápidamente en componentes burocráticos cada vez más sofisticados y en distintas facciones políticas. Mao confiaba en que este problema podría resolverse sustituyendo el sistema burocrático por la autoorganización popular. Es posible que su confianza proviniera de la experiencia del PCCh en la Guerra Popular; mediante la práctica de la línea de masas, el partido fue capaz de realizar poderosas movilizaciones sociales y dinámicos procesos políticos que integraron al partido de vanguardia con el pueblo. Mao quería revivir el modelo de organización de la Guerra Popular durante la industrialización para impulsar el desarrollo nacional; sin embargo, este modelo de organización se había aplicado con éxito en un contexto histórico específico en el que existía un fuerte sentimiento popular de urgencia debido a la Guerra Civil China (1927-1937; 1945-1949) y a la Guerra de Resistencia contra la Agresión Japonesa (1937-1945). Este sentimiento de urgencia desapareció gradualmente tras la victoria de la revolución y el inicio de la construcción nacional. Además, las condiciones de la era del Socialismo 1.0 no eran propicias para ayudar al pueblo a hacer frente a las complejidades del desarrollo del país, mientras que los sistemas burocráticos del partido y del gobierno, intencionadamente o no, distorsionaban y desintegraban la autoorganización de las masas. De este modo, los objetivos de Mao eran muy difíciles de alcanzar en la práctica.

Otro problema que no pudo resolverse en aquella época fue el ajuste del sistema de alta acumulación en los primeros tiempos de la RPC. Tras completar la fase inicial de acumulación industrial, el siguiente reto para un Estado socialista es promover un ciclo estable de reproducción ampliada. Esto implica dos tareas: en primer lugar, es necesario ajustar razonablemente la relación entre acumulación y consumo, llevar a cabo reformas fiscales y financieras, y generar energía sostenible para el crecimiento económico. Pero durante el Socialismo 1.0, las políticas fiscales y financieras de China fueron relativamente conservadoras, lo que dio lugar a una insuficiente oferta monetaria, que comprimió la expansión del consumo y, por tanto, provocó una falta de motivación para la modernización industrial. En segundo lugar, era necesario resolver el problema de la integración de la economía nacional en el sistema económico internacional. El sistema moderno de producción industrial masiva depende del uso de recursos y productos que cruzan fronteras y regiones. Es difícil sostener el crecimiento económico basándose únicamente en la inversión y el consumo nacionales; es preciso establecer un ciclo económico eficaz a través del comercio internacional para mantener la vitalidad. Ya en la década de 1930, la Unión Soviética trató de atraer capital y tecnología de Estados Unidos, que se encontraba en plena crisis económica y tenía una demanda objetiva de capital y producción industrial. Estas condiciones eran favorables para promover la cooperación y el rápido desarrollo de la economía soviética. Posteriormente, la Unión Soviética se comprometió a construir el campo socialista, no sólo por razones políticas y de seguridad, sino también para establecer un ciclo económico entre los países socialistas. Tras la revolución de 1949, China se unió al campo socialista y recibió una importante cantidad de capital y asistencia técnica soviéticos, especialmente tras la Guerra de Corea (1950-1953) (conocida en China como la Guerra para Resistir la Agresión Estadounidense y Ayudar a Corea [抗美援朝战争, Kànɡměi yuáncháo zhànzhēnɡ]). Este apoyo permitió que la industrialización básica de China avanzara sin problemas, pero el sistema económico dirigido por los soviéticos también produjo sus desequilibrios entre los países. Con el tiempo, Mao y la dirección del partido decidieron romper con el sistema soviético, al igual que rompieron con el sistema económico capitalista mundial en 1949, lo que provocó que la economía china estuviera relativamente cerrada durante mucho tiempo.

Para resumir, la visión del Socialismo 1.0 planteaba lo siguiente: en régimen de propiedad pública, los trabajadores gestionaban colectivamente los medios de producción y producían para su bienestar material y espiritual y no para obtener beneficios. La economía planificada y el sistema de propiedad pública crearon un sistema de acumulación en el que los costos eran compartidos por el pueblo en su conjunto, y completaron la industrialización básica en un periodo de tiempo relativamente corto. Sin embargo, esta estructura económica también tenía algunas limitaciones inherentes relacionadas con la viabilidad del desarrollo interno y dificultades para vincularse con el ciclo económico externo. En resumen, el modelo de producción y la capacidad organizativa de China durante el Socialismo 1.0 no fueron suficientes para hacer realidad los ideales socialistas de igualdad y cooperación. Este era el reto al que se enfrentaban Deng Xiaoping (邓小平) y otros líderes que conducirían a China a la siguiente fase del socialismo.

Socialismo 2.0

1. La economía política del Socialismo 2.0. Habiendo experimentado y participado en la construcción del Socialismo 1.0, Deng Xiaoping comprendía claramente sus problemas. En contraste con el énfasis de Mao en los objetivos idealistas de “luchar contra el egoísmo y criticar el revisionismo” (斗私批修, dòusī pīxiū), “ser justos y desinteresados” (大公无私, dàgōng wúsī), y “servir al pueblo” (为人民服务, wèi rénmín fúwù), la larga trayectoria de Deng Xiaoping en el trabajo económico de primera línea tendía hacia una postura más realista. Esta orientación fue evidente durante una reunión con invitados extranjeros en 1979, cuando Deng declaró que era erróneo pensar que la economía de mercado sólo podía existir bajo el capitalismo, y afirmó que el socialismo también podía adoptar una economía de mercado y aprender cosas de los países capitalistas, como los métodos de gestión empresarial[15]. La estrategia de Deng consistía en transformar gradualmente la economía planificada en una herramienta de regulación macroeconómica, instaurar el mecanismo de la economía de mercado e intentar que ésta fuera compatible con la propiedad pública y la distribución en función del trabajo. Esta orientación difería significativamente del Socialismo 1.0, en el que la economía planificada era una base institucional vinculada a la propiedad pública y a la distribución en función del trabajo. En 1984, el Comité Central del Partido Comunista de China publicó la Decisión sobre la Reforma de la Estructura Económica que fue adoptada en la Tercera Sesión Plenaria del XII Comité Central del PCCh, marcando el primer avance en el impasse entre la economía planificada y la economía mercantil[16]. Deng elogió esta decisión, afirmando que era un marco político-económico que combinaba los principios básicos del marxismo con la experiencia socialista de China.

Los cambios en el sistema económico básico del país plantearon inevitablemente cuestiones sobre el significado y la interpretación del socialismo, es decir, ¿Cuáles eran sus elementos clave y sus características? Aunque era necesario aclarar a nivel teórico la coherencia de estas reformas con el socialismo, Deng propuso que el partido dejara a un lado los debates teóricos y se centrara en cambio en fijar objetivos concretos y trazar el rumbo de la nueva dirección de desarrollo del país. Por lo tanto, al promover la reforma económica, Deng hizo ajustes a la teoría de las etapas históricas del desarrollo adoptada durante el periodo del Socialismo 1.0. La idea que propuso el XIII Congreso Nacional del PCCh en 1987 fue que China se encontraba en la “etapa primaria del socialismo” (社会主义初级阶段, shèhuì zhǔyì chūjí jiēduàn)[17], en el que la tarea principal era desarrollar las fuerzas productivas y establecer una estrategia de desarrollo económico en tres etapas para lograr un nivel de vida relativamente bueno para el pueblo y realizar la modernización socialista antes del centenario de la revolución. En 1992, el XIV Congreso Nacional del PCCh declaró que la reforma de China se orientaba hacia la construcción de una economía socialista de mercado, lo que suponía un cambio respecto a la concepción clásica del socialismo, al dejar de insistir en que era necesaria una economía totalmente planificada para garantizar la propiedad pública y la distribución en función del trabajo. Se introdujeron los correspondientes ajustes en la teoría de las etapas históricas del desarrollo, que fue aclarando que era necesario construir una economía socialista de mercado durante la etapa primaria del socialismo. En conjunto, estos desarrollos teóricos constituyeron la base del socialismo con características chinas.

2. Desafíos del Socialismo 2.0. Durante el periodo de reforma y apertura, la industria china creció rápidamente gracias a la activación de la demanda interna y al acceso a la inversión extranjera mediante la incorporación al mercado mundial. Apoyada por la circulación económica nacional e internacional, la industrialización se embarcó en un proceso sostenido de desarrollo autónomo y crecimiento a gran velocidad, dejando atrás la etapa de acumulación industrial y entrando en la de modernización industrial.

En la economía socialista de mercado, según Deng, el mercado era sólo un medio para hacer realidad la visión socialista de construir una “sociedad moderadamente próspera” (小康社会, xiǎokāng shèhuì) y alcanzar la “prosperidad común” (共同富裕, gòngtóng fùyù). Sin embargo, el rápido desarrollo de la economía de mercado hizo que esta visión se enfrentara a problemas cada vez mayores.

En primer lugar, el marco teórico de Deng carecía del apoyo de una narrativa histórica convincente, es decir, no ofrecía un camino claro por el que discurriría el desarrollo socialista de China, generando una debilidad en el nuevo paradigma ideológico del partido. La teoría socialista de la era Deng añadió un nuevo segmento a la narrativa histórica esbozada por Mao en Sobre la nueva democracia, insertando la etapa primaria del socialismo en la transición propuesta del socialismo al comunismo. Sin embargo, esta formulación de la etapa primaria del socialismo no dio respuesta a dos preguntas fundamentales: ¿Existe una fase avanzada del socialismo que siga a la fase primaria? y ¿Cómo conduce este camino en última instancia al comunismo? En aquel momento, el partido no tenía ni la capacidad ni los recursos para responder a estas preguntas, y sólo podía posponer la cuestión no discutiéndola.

En segundo lugar, el Socialismo 2.0 también se enfrentaba a serias dificultades en términos del sistema económico básico. La preocupación central de la teoría de la economía socialista de mercado era si la economía de mercado y el socialismo podían ser compatibles entre sí. El socialismo, como forma de propiedad, se caracteriza por la propiedad colectiva y pública, mientras que el mercado teóricamente asigna los recursos, con los tipos de productos y las escalas de producción de las diferentes empresas basadas en señales de precios determinadas por las fuerzas de la oferta y la demanda. Por consiguiente, en teoría, las diferentes formas de propiedad deberían ser compatibles con el mercado. Los partidarios de la economía de mercado socialista afirmaban que el socialismo podía desarrollar una economía de mercado en lugar de la economía planificada, conservando al mismo tiempo los dos elementos básicos del socialismo: la propiedad pública y la distribución en función del trabajo. La economía de mercado, sin embargo, empezó a disolver en la práctica estos dos principios socialistas. A finales de la década de 1980, el sector comercial de China se privatizó gradualmente y, a partir de 1992, una gran cantidad de inversión extranjera se introdujo en el país y la propiedad privada de la producción comenzó a expandirse. En 1997, el PCCh adoptó la política de “agarra los grandes y deja ir a los pequeños” (抓大放小, zhuādà fàngxiǎo), centrada en mantener el control estatal sobre las empresas públicas más grandes y estratégicamente importantes, como la energía y la banca, al tiempo que aflojaba el control sobre las más pequeñas y no estratégicas, como la industria ligera; las reformas llevadas a cabo en el marco de esta política condujeron a la privatización generalizada de las empresas públicas de los diferentes municipios, a una gran pérdida de activos estatales, a la exposición de la clase trabajadora a las fuerzas del mercado y al distanciamiento del partido de su clase de base. Al mismo tiempo, se pasó del principio de distribución en función del trabajo a la distribución en función de otros factores como el capital, la tierra y la tecnología, que, debido a su escasez, a menudo tenían una posición más ventajosa en las transacciones de mercado que el trabajo. La extrema priorización de la eficiencia económica magnificó las ventajas de estos otros factores sobre el trabajo y abusó de ellas. Esto condujo inevitablemente a una compresión de la parte del excedente distribuido a la mano de obra, a una separación cada vez mayor de los trabajadores de los medios de producción y a un deterioro continuo de las condiciones de vida de los trabajadores (tendencia esta última agravada por la falta de servicios públicos adecuados). Si los costos de los primeros treinta años de industrialización se distribuyeron uniformemente entre toda la población gracias a la poderosa voluntad del Estado, los costos de la reforma orientada al mercado de los treinta años siguientes recayeron en mayor medida sobre la gente corriente.

Socialismo 3.0: Hacia el futuro

Tanto la experiencia del Socialismo 1.0 en las tres primeras décadas tras la revolución como la del Socialismo 2.0 en las tres décadas posteriores demuestran cómo se integraron en China, los ideales y creencias socialistas con las realidades del país. Por ello, es irracional que China se aleje radicalmente de la senda socialista. China se enfrenta, sin embargo, al reto de no disponer de un modelo externo que pueda servir de base al Socialismo 2.0. Conforme ha evolucionado el panorama político-económico internacional y han cambiado las formas de producción, tanto la vía europea occidental de la socialdemocracia como la estadounidense del rechazo total del socialismo han entrado en crisis debido a sus contradicciones inherentes. Por lo tanto, la reforma de la vía socialista de China debe basarse en su experiencia.

Basarse en su experiencia no significa aislar al país del mundo exterior. Al contrario, la realidad fundamental de la China contemporánea es su profunda integración con el mundo exterior. Por ello, los debates sobre el socialismo en China deben tener en cuenta el trasfondo de los cambios políticos y económicos mundiales. Al igual que Marx hizo grandes esfuerzos por analizar y comprender la lógica interna y el funcionamiento del capitalismo industrial moderno a mediados y finales del siglo XIX, hoy es necesario analizar y comprender en profundidad la lógica interna y el funcionamiento de la forma de producción contemporánea y su transformación. Sólo se puede actuar racionalmente en la dirección de esta transformación y, en los momentos y coyunturas decisivos, se deben tomar decisiones relativamente razonables basadas en las condiciones históricas dadas. Para China, el socialismo no puede limitarse al manifiesto del partido gobernante, sino que debe ser también un concepto y un recurso práctico para repensar la participación pública y remodelar su comunidad política. En medio del nuevo panorama mundial y del auge de nuevas formas de producción, debe considerarse seriamente la nueva dirección del socialismo.

Los principios básicos del Socialismo 1.0 -la economía planificada, la propiedad pública y la distribución en función del trabajo- se construyeron reflexionando sobre el modelo de producción en masa y mejorándolo. La base de la producción en masa es el trabajo colectivo: los trabajadores se reúnen en un lugar de trabajo común y trabajan juntos para manejar los medios de producción para ensamblar y producir bienes. Los principios del Socialismo 1.0 pretendían permitir a los trabajadores controlar los medios de producción sobre la base del trabajo colectivo para librarse de la explotación de la burguesía y mejorar la estructura del trabajo y las condiciones de vida de los trabajadores. El Socialismo 3.0 debería explorar nuevos enfoques para corregir los abusos causados por la posición dominante del capitalismo en la economía mundial, centrándose en mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y aumentar su control sobre los medios de producción, reconociendo al mismo tiempo la necesidad de una economía de mercado. Es necesario limitar los abusos del capital y mejorar el estatus de la mano de obra en el proceso de producción en China, de acuerdo con la dinámica de la industrialización y, en última instancia, construir un modelo de industrialización más inclusivo y justo. Obviamente, este objetivo no puede alcanzarse mediante el ajuste espontáneo del mercado y requiere que el Estado garantice y mantenga su liderazgo en la esfera económica.

El Estado chino ha mostrado desde el comienzo de la revolución una cierta singularidad, al poseer múltiples poderes ejecutivos que penetran en la economía, la política y la sociedad del país. Incluso después de las reformas administrativas del Socialismo 2.0, el Estado ha conservado cierta iniciativa económica, no sólo en sus políticas públicas, sino especialmente en sus empresas estatales y en el sistema estatal de tierras.

Mientras emprende una tarea de tal envergadura, el país también debe estar alerta contra una mayor burocratización que pueda derivarse de los esfuerzos por regular la producción. Para seguir dirigiendo al pueblo chino, el PCCh debe utilizar eficazmente su poder y sus recursos para reestructurar las relaciones de producción y promover los intereses de la clase obrera, obteniendo así el apoyo del pueblo. En la era del Socialismo 1.0, el PCCh distribuyó los medios críticos de producción -la tierra- entre el campesinado y creó la clase obrera mediante la industrialización. Como resultado, los intereses generales del PCCh y del pueblo estaban alineados, y la base social del partido era sólida. Sin embargo, en la era del Socialismo 2.0, el PCCh introdujo y desarrolló la economía de mercado e hizo de la eficiencia el principio básico para guiar la asignación de recursos, animando a los individuos a enriquecerse. Este enfoque cubrió las “crecientes necesidades materiales y culturales del pueblo” (人民群众日益增长的物质文化需求, rénmín qúnzhòng rìyì zēngzhǎng de wùzhì wénhuà xūqiú), pero también sentó las bases para una grave crisis. Para reconstruir hoy sus cimientos sociales, el PCCh no sólo debe hacer ajustes en sus políticas de bienestar social, sino también regenerar sus cimientos de clase mejorando integralmente las condiciones de vida de la clase obrera, logrando una distribución más equilibrada de la renta en todo el país, mejorando la posición del trabajo en el sistema industrial y limitando los abusos del capital.

Hay que reconocer que, además del ámbito económico y social, los valores e ideales inherentes al socialismo constituyen un importante recurso para China como comunidad política y cultural. La razón de la rápida aceptación y difusión de las ideas socialistas en la China moderna no reside únicamente en su estrecha relación con el ideal tradicional chino de “gran unidad” (incluso hoy, muchos chinos derivan su comprensión del socialismo de este concepto cultural), sino también en que la narrativa socialista de las etapas históricas de desarrollo fue adaptada con éxito al contexto chino por Mao y otros. El socialismo ha alcanzado la unidad de conocimiento y creencia precisamente en esta narrativa.

En un país socialista, la narrativa materialista histórica del desarrollo es informativa y esclarecedora. Puede decirse que esta narrativa histórica desempeña un papel en el mantenimiento de la fe pública en el sistema político y la trayectoria del desarrollo nacional en países no religiosos como China, del mismo modo que la tradición cristiana desempeña un fuerte papel político en las democracias liberales de Estados Unidos, Europa y otros países occidentales. Resulta necesario para un gran país como China desarrollar un conjunto de valores e ideales comunes que se reflejen en procesos políticos y económicos reales y no en mera propaganda ideológica. En un contexto histórico en constante cambio, China debe movilizar sus tradiciones e ideales culturales para remodelar y revitalizar sus valores comunes con el fin de garantizar la supervivencia del país y guiarlo en la dirección correcta.

Bibliografía

Deng Xiaoping. “El socialismo también puede practicar la economía de mercado”. En Textos escogidos de Deng Xiaoping, Vol. 2, 261-266. Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1995.

Deng Xiaoping. “En todo hay que partir de la realidad de la etapa primaria del socialismo”. En Textos escogidos de Deng Xiaoping, Vol. 3, 260-261. Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1994.

Mao Zedong. “La lí nea general del partido para el periodo de transició n”. En Obras escogidas de Mao Tse-tung, Vol. 5. Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1977.

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Mao Zedong. Una crítica de la economía soviética. Traducido por Eduardo L. Suárez. México: Fondo de Cultura Económica, 1982.

Twelfth Central Committee of the Communist Party of China [XII Comité Central del Partido Comunista de China]. “Decision of the Central Committee of the Communist Party of China on Reform of the Economic Structure” [Decisión del Comité Central del Partido Comunista de China Sobre la Reforma de la Estructura Económica]. Beijing Review [Revista de Pekín] 27, no. 44 (octubre 1984).

Notas del autor

1. “Socialismo con características chinas” es un término acuñado por Deng Xiaoping (邓小平) en 1982, en las primeras fases de la reforma y la apertura, que recalca que el socialismo en China debe adaptarse a las condiciones del país.

2. Tras la primera Guerra del Opio (1839-1842), China fue cayendo gradualmente en la condición de Estado semicolonial y semifeudal controlado por potencias extranjeras. Este periodo de más de 100 años, desde mediados del siglo XIX hasta el establecimiento de la revolución socialista en 1949, es el denominado “siglo de la humillación” de China (百年国耻, bǎinián guóchǐ). Se hace referencia colectivamente a la serie de movimientos revolucionarios de este periodo que lucharon contra la invasión imperialista y en pos de la liberación e independencia nacional china como el Movimiento de Salvación Nacional (救国运动, jiùguó yùndòng) debido a su trascendencia para “salvar” a la nación china cuando estaba al borde de la desaparición.

3. Lin Hongzhang (李鸿章), fue un político, general y diplomático de finales de la dinastía Qing (清朝, 1644-1912) que abogó por la modernización industrial y militar de China, utilizó la expresión “grandes cambios nunca vistos en tres mil años” para describir los cambios geopolíticos mundiales que se estaban produciendo en el siglo XIX.

4. Nota del traductor: aquí se ha incluido la traducción pinyin del nombre del Dr. Sun Yat-sen, ya que su nombre en inglés no se corresponde con su nombre chino, a diferencia, por ejemplo, de Yan Fu.

5. La “Gran Unidad” es un concepto utópico de la filosofía tradicional china que consiste en que toda la humanidad viva en una comunidad armoniosa. Este término que sigue siendo un influyente ideal político, se remonta a varios miles de años, apareciendo por primera vez en el antiguo texto confuciano Libro de los Ritos (礼记, Lǐjì).

6. China seguía sumida en el caudillismo y la fragmentación a principios de la década de 1920, bajo la manipulación de las potencias imperialistas. Los caudillos de todos los tamaños saqueaban y oprimían al pueblo en sus zonas de dominio, lo que provocó una depresión económica y un sufrimiento generalizado. El Partido Comunista de China, en respuesta a la aspiración común del pueblo chino de derrocar al imperialismo y poner fin al dominio de los caudillos, promovió activamente la cooperación con el Partido Nacionalista de China, o Kuomintang, para establecer un frente unido revolucionario. Tras la formación del primer frente unido entre ambos partidos, el ritmo de la revolución china se aceleró, y de 1924 a 1927 estalló un movimiento revolucionario contra el imperialismo y los caudillos feudales, conocido comúnmente como la “Gran Revolución” o la “Revolución Nacional”.

7. Mao Zedong, “La revolución China y el Partido Comunista de China”, en Obras escogidas de Mao Tse-tung, Vol. 2 (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1968).

8. Mao Zedong, “Sobre la nueva democracia”, en Obras escogidas de Mao Tse-tung, Vol. 2 (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1968).

9. Nueva Democracia, o Nueva Revolución Democrática, es un concepto desarrollado por Mao Zedong que se refería a una fase de la transformación revolucionaria de China. Durante esta etapa, el Partido Comunista dirigiría un frente unido de la clase obrera, el campesinado, la pequeña burguesía y la burguesía nacional, lo que permitiría un desarrollo limitado del capitalismo nacional para derrocar el feudalismo y asegurar la independencia nacional.

10. El Movimiento de Autofortalecimiento (1861-1895) fue una serie de reformas institucionales emprendidas a finales de la dinastía Qing con el fin de modernizar la economía y el ejército chinos.

11. Mao Zedong, “La línea general del partido para el periodo de transición”, en Obras escogidas de Mao Tse-tung, Vol. 5 (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1977).

12. “Una transformación y tres reformas” fue la línea general adoptada por el PCCh durante la transición al socialismo; “una transformación” se refiere a la industrialización socialista del país, mientras que “tres reformas” se refiere a la transformación socialista de la agricultura, la industria artesanal y la industria y el comercio capitalistas.

13. Mao Zedong, Una crítica de la economía soviética, trad. Eduardo L. Suárez (México: Fondo de Cultura Económica, 1982).

14. “Dos participaciones y una reforma” se refiere a las prácticas de Angang, o Anshan, Steel (ahora conocido como Ansteel Group) en 1960; “dos participaciones” significaba que los cuadros debían participar en el trabajo mientras que los trabajadores debían participar en la gestión, mientras que “una reforma” significaba que debían reformarse las normas y reglamentos poco razonables.

15. Deng Xiaoping, “El socialismo también puede practicar la economía de mercado”, en Textos escogidos de Deng Xiaoping, Vol. 2 (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1995), 261-266.

16. XII Comité Central del Partido Comunista de China, “Decisión del Comité Central del Partido Comunista de China sobre la Reforma de la Estructura Económica” [Decisión del Comité Central del Partido Comunista de China sobre la reforma de la estructura económica], Beijing Review [Revista de Pekín] 27, nro. 44 (octubre de 1984).

17. Deng Xiaoping, “En todo hay que partir de la realidad de la etapa primaria del socialismo”, en Textos escogidos de Deng Xiaoping, Vol. 3 (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1994), 260-261.

Vol.1 N° 2 | 27.06.2023

Wenhua Zongheng: Revista trimestral de pensamiento chino | VOL.1 N° 2

El camino de China desde la extrema pobreza a la modernización socialista


China 2098: Bienvenido a casa (中国2098:欢迎回家), 2019-2022. Crédito: Fan Wennan.

El socialismo es un proceso histórico

“En la actualidad, el concepto de socialismo se encuentra en el centro de hostiles batallas ideológicas”, escribe la Fundación Longway (修远基金) en el primer artículo de este número de la edición internacional de Wenhua Zongheng (文化纵横). “Estos debates suelen quedarse en el plano de las ideas […] ignorando por completo la realidad que el socialismo es un proceso histórico que ha evolucionado paralelamente a la industrialización”.

La historia de la industrialización en China ha sido y sigue siendo inseparable de la construcción del socialismo, a lo largo de sus múltiples etapas, avances, ensayos y errores. El movimiento socialista mundial se debilitó en las últimas décadas del siglo XX, con la disolución de la Unión Soviética como telón de fondo. Durante este periodo, el sistema socialista chino experimentó una autotransformación a través de la reforma y la apertura, bajo el liderazgo de Deng Xiaoping (邓小平). Observadores de todo el espectro político interpretaron entonces este nuevo rumbo como la sentencia de muerte del proyecto socialista en China y el inicio de la senda capitalista del país. Sin embargo, estas valoraciones iniciales, tanto de quienes estaban fuera como de los que estaban dentro del país, carecían de la información necesaria y de la distancia histórica para evaluar el carácter socialista de las reformas chinas.

Los logros sociales, económicos e industriales del primer periodo socialista bajo el mandato de Mao Zedong (毛泽东) no impidieron que, tres décadas después de la revolución, China continuara siendo un país muy pobre y la mayoría del pueblo chino siguiera viviendo en la pobreza extrema. En esta situación, Deng declaró que “la pobreza no es socialismo, el socialismo es eliminar la pobreza”, e intentó trazar un nuevo rumbo para hacer frente a la necesidad del país de modernizarse y de una vida mejor para la población. Reintroducir el capital privado e integrar a China en el sistema económico internacional formaba parte del esfuerzo por desarrollar rápidamente las fuerzas productivas del país, dando prioridad estratégica a ciertas regiones para “dejar que los que se enriquezcan primero atraigan a los demás” (先富带后富, xiānfù dài hòufù). En Occidente, consciente o inconscientemente, esta formulación se ha reducido a menudo a “dejar que algunos se enriquezcan primero”, omitiendo la segunda parte de su afirmación, que responsabiliza a los miembros más ricos de la sociedad de “llevar a los demás consigo” hacia el objetivo de la prosperidad común. Esto refleja la escasez de información sobre China que existe fuera del país, un factor esencial en la batalla ideológica sobre el concepto de socialismo.

A finales del año 2020, poco más de cuatro décadas después del inicio del experimento de Deng, China anunció que había logrado erradicar la pobreza extrema entre sus 1.400 millones de habitantes. Este logro histórico se produjo en plena pandemia mundial de Covid-19, período donde las crisis económicas y sociales existentes se agravaron en todo el mundo y millones de personas, especialmente en el Sur Global, volvieron a caer en la pobreza extrema. La erradicación de la pobreza extrema en China era uno de los dos objetivos centenarios que se había fijado el Partido Comunista de China (PCCh), a cumplir en el centenario de la fundación del partido en 1921. Durante la última fase de este proceso, entre 2013 y 2020, China se embarcó en un programa de reducción selectiva de la pobreza (精准扶贫, jīngzhǔn fúpín) iniciado por el presidente Xi Jinping (习近平), para sacar de la pobreza extrema a los últimos 100 millones de chinos. Esto se suma a las más de 700 millones de personas que salieron de la pobreza en el país desde que comenzó el periodo de reforma y apertura; desde 1978, China ha sido responsable de más del 70% de la reducción mundial de la pobreza. ¿Cómo debemos entender este notable logro?, ¿a qué procesos y actores debemos dar el debido crédito, y sobre qué base debemos hacer nuestra evaluación?

A pesar de los increíbles avances económicos de China en este periodo, sería incompleto e incorrecto atribuir únicamente a la reforma económica y a la reintroducción de las fuerzas del mercado la eliminación de la pobreza extrema en el país. Este número, titulado “El camino de China desde la extrema pobreza a la modernización socialista”, presenta tres artículos que examinan de cerca la centenaria batalla de China contra la pobreza y la sitúan dentro de la experiencia histórica del país en la construcción socialista.

En el primer artículo, “Socialismo 3.0: La experiencia del socialismo en China y sus perspectivas”, la Fundación Longway contextualiza la era actual del socialismo chino y la lucha contra la pobreza, en el marco de la búsqueda histórica de la modernización y los objetivos de industrialización e igualdad del Partido Comunista de China. Según los autores, el enfoque del partido hacia estos objetivos interconectados y, en ocasiones, contradictorios ha evolucionado a lo largo de tres fases distintas. De 1949 a 1976, la era del “Socialismo 1.0” de Mao Zedong estableció la propiedad pública de los medios de producción, mantuvo la igualdad social y logró una industrialización básica, pero encontró limitaciones en el desarrollo económico. Le siguió la era del “Socialismo 2.0” de Deng Xiaoping, que comenzó con la introducción de la economía de mercado en 1978 y logró enormes avances económicos e industriales. Sin embargo, provocó un fuerte aumento de la desigualdad, una mayor separación entre los trabajadores y los medios de producción, y “sentó las bases para una profunda crisis”. Por último, está el periodo contemporáneo, en el que China debe desarrollar un “Socialismo 3.0” que se base en las épocas anteriores abordando sus deficiencias, mediante la promoción de los intereses de la clase trabajadora y la lucha contra la desigualdad.

De hecho, el XVIII Congreso Nacional del PCCh, celebrado en 2012, marcó una nueva era en la senda socialista de China, ya que el partido elevó los esfuerzos de reducción de la pobreza a la tarea central del partido y de la sociedad. En el segundo artículo, “La lucha contra la pobreza: Una práctica revolucionaria alternativa en la era posrevolucionaria china”, Li Xiaoyun (李小云) y Yang Chengxue (杨程雪) examinan la “lucha contra la pobreza” del partido (扶贫攻坚, fúpín gōngjiān), que, según afirman, representa “una especie de retorno a su programa revolucionario histórico”. Los autores remontan las políticas de reducción de la pobreza actuales a las primeras prácticas del movimiento comunista en China, en particular la gobernanza del partido en las bases revolucionarias durante las décadas de 1930 y 1940. Además de mejorar las condiciones de vida de la población, los autores sostienen que la lucha contra la pobreza ha tenido un impacto político y económico más amplio, restableciendo la autoridad política del PCCh y reconstruyendo el consenso social en el país. En última instancia, “esto refleja una nueva etapa de la gobernanza del PCCh”, concluyen Li y Yang, caracterizada por el partido “promoviendo la justicia social para realizar plenamente la modernización del país”. Esta nueva etapa de gobernanza pretende acercar al país al objetivo del segundo centenario del PCCh de construir una sociedad socialista moderna para 2049, centenario de la revolución china.

Impulsar el desarrollo y el bienestar social en las zonas rurales es fundamental para estos esfuerzos. Con este fin, el PCCh lanzó en 2013 su programa de reducción selectiva de la pobreza para erradicar la pobreza extrema en China. En el tercer artículo, “Cómo la reducción selectiva de la pobreza ha cambiado la estructura de la gobernanza rural en China”, Wang Xiaoyi (王晓毅) analiza cómo este programa logró su objetivo experimentando con prácticas novedosas, al tiempo que tomaba prestado del histórico estilo de gobernanza de campaña de la era de Mao Zedong, caracterizado por la movilización de enormes cantidades de recursos humanos y materiales para completar rápidamente tareas a gran escala. Durante el periodo de reforma y apertura, debido al desarrollo de la economía de mercado, las zonas rurales se vaciaron con la emigración masiva a las ciudades, las organizaciones a nivel de aldea se debilitaron y el partido y el Estado se desvincularon de las bases, lo que provocó una disminución del acceso a los servicios públicos en las zonas empobrecidas. Además de satisfacer las necesidades materiales inmediatas de la población rural, Wang explica cómo la lucha contra la pobreza desempeñó un papel importante en la reconstrucción de las organizaciones locales, la reconexión del partido con la base rural -incluido el envío de más de tres millones de cuadros del partido a trabajar a zonas empobrecidas- y el fortalecimiento de los procesos democráticos y el autogobierno a nivel local. Lo que queda por ver es si estos importantes experimentos e innovaciones de la campaña de reducción de la pobreza pueden traducirse en cambios institucionales y efectuar cambios a largo plazo en la gobernanza rural.

En su informe al XX Congreso Nacional del PCCh de noviembre de 2022, Xi afirmó que “la modernización china es la modernización socialista llevada a cabo bajo la dirección del Partido Comunista de China”. Destacó cinco características clave del camino de China hacia la modernización: la modernización de una enorme población, la prosperidad común para todos, el avance material y ético-cultural, la armonía entre la humanidad y la naturaleza, y el desarrollo pacífico. En su informe, Xi prosiguió: “En la búsqueda de la modernización, China no seguirá el viejo camino de la guerra, la colonización y el saqueo que han seguido algunos países. Ese camino brutal y manchado de sangre de enriquecimiento a expensas de otros causó un gran sufrimiento a los pueblos de los países en desarrollo. Nos mantendremos firmes en el lado correcto de la historia y en el lado del progreso humano”. Al igual que con el socialismo, la lucha por definir la modernización y por arrancar este concepto de la hegemonía de Occidente es una batalla ideológica clave en nuestro tiempo.

Sin lugar a duda, el camino de China hacia la modernización socialista, en cual la lucha contra la pobreza desempeña un papel central, tiene una importancia mundial. Pero no se trata de un modelo único que pueda reproducirse o imponerse a otros países con sus propias historias y condiciones. Representa una vía alternativa al desarrollo capitalista occidental y la posibilidad de que los pueblos y países del Sur Global sigan su propio camino hacia la modernización -y quizás hacia el socialismo- que defienda firmemente la dignidad humana y la soberanía nacional.

Socialismo 3.0: La experiencia del socialismo en China y sus perspectivas

Fundación Longway

La lucha contra la pobreza: Una experiencia revolucionaria alternativa en la era postrevolucionaria china

Li Xiaoyun

Yang Chengxue

Cómo la reducción selectiva de la pobreza cambió la estructura de gobernanza rural en China

Wang Xiaoyi